jueves, 30 de marzo de 2023

Vuelta al trabajo

 Torca de La Calera, 11 del 03 de 2023

 Algunos acabamos de volver de Papua, pero tenemos ganas de cueva este sábado, así que consensuamos una salida suave al Moro, para comenzar de nuevo el trabajo, que este año la producción en nuestras zonas va fatal, con tantas vacaciones.

Estamos cinco, con los castreños, Cristóbal, Pedro y el menda, tomando el café ritual en el pueblo y poniéndonos al día del pasado mes. A pesar de la larga lista de actividades que les propuse a los chicos que se quedaban, no han estado muy motivados y solo han hecho una salida a la Torca de La Calera, así que hoy continuaremos donde lo dejaron.

Foto Marta

El día esta de sur, pero nos llueve un poco al salir, aunque para enseguida. Sobre las 11:30 estamos entrando y a las 12:00 comiendo en la llegada a la galería del Reencuentro, donde nos separamos en dos equipos.

Foto Marta

Los andaluces van a desequipar la zona del rapel guiado, donde hemos empleado varias salidas para explorar unas galerías que han resultado estar sobre un amplio pozo conocido. El resto bajaremos un pozo que hay al pie del pasamanos, de llegada a la amplia galería y que Pedro comenzó a equipar la anterior salida.

Este pozo empieza pequeño y con rampas de tierra y piedras sueltas, hasta llegar a un pozo de 25 m. de buen tamaño y bonito, con las paredes muy concrecionado, Pero caen piedras y hay que ir con cuidado. Zape agarra el taladro y lo abraza con el cariño habitual, mientras equipa algún pasamanos que nos aleje de la cabecera. Yo voy el último con la topo.

Foto Marta

En la base del pozo un meandro alto y de un metro de ancho también cubierto de flores y formaciones, que poco después desemboca en la galería del Rabu de Satanas, justo en el resalte equipado. 

Foto Marta

Esta posibilidad ya la contemplábamos viendo la situación en la topo, pero no podemos evitar la desilusión habitual de estos casos. Al menos servirá de atajo para llegar a la punta de esta galería, donde aún tenemos cosas pendientes.

Avanzamos por la galería, que yo no conozco en su zona final. Pasamos un cruce de dos cañones altos y continuamos hacia el oeste, hasta el tapón de bloques que la cierra, donde el último día empezaron una desobstrucción.

Foto Marta

Quitamos algunos bloques y piedras sueltas, pero la cosa se pone peligrosa y decidimos dejarlo. Pedro intenta abrir otro paso mas abajo y trabaja hasta agotarse.

Llegan los andaluces y Cristóbal intenta pasar donde está Pedro, pero dice que se mueve todo, Pedro se empeña, quita un bloque y pasa, pero sale corriendo ya que todo tiene mala pinta.

En la base de las piedras una fisura larga y estrecha tiene aire y tal vez sea posible pasar con trabajo, habrá que volver.

Dejamos equipada la nueva vía como atajo de acceso, aunque en la subida caen piedras y una le da a Pedro en la pierna, habrá que tener cuidado.



Foto Marta

foto Marta

 A las 19:00 estamos fuera aún de día, que ya se notan los días largos, parece que no ha llovido pero justo al llegar a la furgoneta empieza a llover fuerte y nos libramos por los pelos.

Bajamos a hidratarnos al Wili, donde encontramos otros amigos y nos vamos a cenar.

Ha sido una vuelta tranquila a la rutina del trabajo, aunque tampoco nos han subido el sueldo y la jubilación se está poniendo complicada.. tendremos que volver.

lunes, 20 de marzo de 2023

Expedición Nakanai, viaje a la jungla de Papua.

 

Sábado 2 de Febrero a 6 de Marzo de 2023

Durante cinco semanas, algunos de los habituales de este blog, hemos participado en una expedición a las junglas de Papua Nueva Guinea, organizada por Jean Paul Sounier, un mítico explorador de la cuevas de este país con numerosas expediciones a sus espaldas, que con más de setenta años, sigue con una fuerte ilusión y una increíble capacidad física realizando estas expediciones.

El grupo completo de espeleólogos lo formamos 20 personas de 6 nacionalidades, con 6 franceses, 3 australianos, 2 ingleses, 1 neozelandés, 2 portugueses y 6 españoles, con la necesaria ayuda de los habitantes locales, los durísimos papúes, con sus pies descalzos y sus brazos fibrosos manejando los machetes.


Por nuestra parte de los ocho amigos que nos conocemos desde hace años y viajamos juntos desde Madrid, seis españoles y dos portugueses, solo Zape tenía experiencia en esta zona en otras dos o  tres expediciones anteriores.

Para cada uno de nosotros el viaje ha sido diferente supongo, dependiendo de las expectativas y experiencias. Para mi caso concreto, lo más atractivo era tener la experiencia de vivir un largo periodo en medio de la jungla, que como muchos había visto en TV o leído en libros, pero salvo una breve experiencia en Nicaragua, no conocía. Por supuesto también conocer nuevos ambientes, costumbres, comidas…

Finalmente estaba el objetivo de explorar nuevas cavidades, que para algunos era la principal motivación del viaje, pero en mi caso era más bien un aliciente más. Seguramente porque aquí tengo la suerte de disponer de un amplio terreno calizo en el que explorar.

El viaje en si hasta las antípodas, ya suponía un gran reto con más 16.000 Km de distancia, seis vuelos y una travesía en barco de más de 16 h., fue realmente pesado y solo el buen ambiente de los amigos, hizo que fuera más fácil de llevar.

Foto:Miguel Pessoa


foto:Miguel Pessoa


La llegada al aeropuerto de Kokopo, en la isla de Nueva Bretaña fue un impacto de calor y humedad con más de 30º y 90%, allí vimos por primera vez los colores de los vestidos y la relajación de los habitantes. Las pick up llenas de gente nos adelantan mientras vamos hacia el centro de la ciudad, donde esta nuestro hotel, que está bastante bien e incluso tienen aire acondicionado. Pasaremos un día allí hasta poder coger el barco y aprovecharemos para hacer las últimas compras de cosas imprescindibles, como un machete y un toldo, también para cambiar a la moneda local, la Kina, cosa que parece fácil, pero que allí se mostrara imposible para los que llevan dólares. Nos llama la atención que la gente nos saluda, incluso desde los coches en marcha y parecen contentos de tener unos blancuchos deambulando por allí.

foto:Miguel Pessoa

Visitamos el mercado local muy colorista y con productos desconocidos para nosotros y nos damos un baño en la playa, con un volcán semiactivo en el horizonte. La cena en un hotel de la playa es el pequeño lujo que nos damos estos días.

Contratamos un taxi local, es decir una pick up con toldo, que nos lleva por la costa hasta el puerto de atraque del “crucero de lujo”, que nos aguarda, pasamos frente a antiguos túneles excavados por los japoneses en la 2º guerra mundial, que hicieron de esta zona una importante base aeronaval. Antes de embarcar sesión de pesaje de las mochilas, que aprovechamos para ver quien es el más pesado, competición que gano sin problemas.

La travesía en barco hasta el pueblo de Palmamal, al sur de la isla, resultó ser una de las pruebas más duras del viaje, ya que solo disponía de unos toscos asientos para una multitud de viajeros, lo que no dejaba margen para tumbarse. Acabamos durmiendo en posiciones y lugares inverosímiles. Solo la compañía de numerosos delfines puso un toque ameno a este viaje nocturno.

Foto: Miguel Pessoa
Foto:Miguel Pessoa

Poco después del amanecer llegamos a la bahía de aguas tranquilas, donde se sitúa la pequeña villa de casas con pilotes y techos de hoja de lata. En la costa una multitud de barcas y canoas y un pequeño mercado de frutas. Aparece el dueño del albergue local que nos ha pasado la organización de la expedición y que es el único de la zona.

Cogemos nuestros pesados bultos y vamos para el alojamiento, palabra que resulta excesiva, para lo que en realidad nos encontramos, con habitaciones mugrientas, servicios infames y ducha de caldero. Lo que si es europeo es el precio que nos cobra este tipo, que por consenso se convierte en el peor rostro de este viaje.

Tenemos que hacer una visita a las autoridades locales, que nos sueltan en una especie de inglés un discurso, que solo algunos de nosotros entienden y a los que tratamos de explicar que vamos a hacer, lo bonito que es su país y lo importante de conocerlo y conservarlo.

Finalizado el acto oficial, vamos a la costa para darnos un baño, aunque está un poco lleno de gente y algo de basura, por lo que ponemos los ojos en unas pequeñas islas a unos 400m. de la costa con pinta de paradisiacas. Contratamos una barca que nos acerca a ellas y dice que volverá a buscarnos en unas horas.. O eso esperamos.


La idea resulta excelente y el lugar y sobre todo sus aguas transparentes, con corales y peces de colores, será uno de los momentos más agradables de la expedición. Resultó que sí que volvieron a por nosotros y llegamos para una cena cutre y una noche más cutre de calor y mosquitos.

Por la mañana temprano, tomamos una lancha hacia la aldea, desde donde subiremos andando hasta el campamento en lo alto de las montañas de Nakanai. Pasamos junto a la gran surgencia de Iowa, donde sale buena parte del agua del macizo y cuyo recorrido subterráneo nos proponemos encontrar en las próximas semanas.

Foto:Miguel Pessoa


Desembarcamos junto a un gran árbol y tomamos un sendero de la jungla hasta una pequeña aldea, Malakur ,donde se supone que nos esperan varios porteadores, que nos acompañaran hasta lo alto de las montañas unos 1200 m. más arriba, pero parece que el encargado de hacer las gestiones (el jilip..del albergue), no ha hecho su trabajo y allí no nos esperan.
Foto: Miguel Pessoa
Foto: Miguel Pessoa

De todas formas mientras piensan como lo hacen, nos da una charla el anciano de más autoridad del lugar, que resulta ser un hombre bastante bien formado y concienciado con la conservación de su entorno y que habla mejor ingles que las autoridades. Un chico se sube a un cocotero en directo y nos trae unos cuantos cocos, que abren con gran habilidad, manejando un machete corto. El agua de su interior está estupenda y nos refresca en este día tan caluroso.

Por fin se decide cómo será el ascenso hacia el campamento, que para nuestra desgracia no se hará en dos etapas si no en una muy larga. De momento andamos media hora hasta otro poblado más alto llamado Rurai, donde pasaremos el día y la noche, hasta que se reúnan los porteadores y salgamos al día siguiente.

La verdad es que es el primer contacto cercano con la población local y las sensaciones son muy buenas, con gentes amables y risueñas, con montones de niños, para los que somos una diversión, sobre todo cuando Marta e Inma se dedican a hacer juegos con ellos y cantar canciones. Inma es enfermera y ha traído un buen botiquín, así que cuando ve una niña con una fea herida infectada en un pie se pone a tratarla ,lo que atrae más heridos  y curiosos.

Cenamos lo que será una parte importante de nuestra dieta en los próximos días, latas de atún con galletas y dormimos en nuestras hamacas colgadas de las paredes. Es una buena noche, mucho mejor que en el súper albergue.

A las 06:00 aparecen los 16 porteadores, que nos acompañaran con las pesadas cargas que llevamos y que incluyen 700 m. de cuerda, taladros, baterías, mosquetones y placas. La comitiva se pone en marcha bajo un calor húmedo, que a mí me pega más fuerte de lo esperado, con un sofoco que me recalienta el cerebro o lo que tenga dentro de la cabeza, me mareo y siento que no tengo fuerzas para andar. No me lo puedo creer acabamos de empezar y ya estoy jodio. Afortunadamente me recupero y mis piernas vuelven a la vida.

Foto: Miguel Pessoa

El camino será un preámbulo de lo que nos espera en los días futuros, con senderos que suben y bajan hoyos o cruzan pequeños barrancos, con barro que patina y obliga a repetir los pasos una y otra vez. Le preguntamos de vez en cuando a nuestros guías cuanto queda y siempre nos dicen que tres horas. La comida de latas y galletas a la que aún no nos hemos acostumbrado, no ayuda mucho y la lluvia que nos empapa solo empeora la cosa.

 Finalmente unas nueve horas más tarde, llegamos a la pista de helicóptero antesala del campamento, donde nos reciben los colegas de expedición, que ya llevan allí casi una semana. Es el día 10 de febrero y salimos de casa el día 2.

Foto: Miguel Pessoa

El núcleo central es una larga estructura de madera, en forma de medio tubo cubierta con toldos y bajo ella, una larga y rústica mesa de maderos, con bancos también de madera. Además de alguna mesa auxiliar para la cocina y almacén de material. Algo mas lejos una letrina excavada en el suelo con otra estructura de palos y toldo.

Alrededor de este núcleo y repartidos donde se ha podido, cada cual ha montado su “casa” con hamacas o plataformas de bambú cubiertas por toldos.


Tras un corto saludo, cada uno de nosotros busca donde plantar su bandera, antes de que se haga de noche, cosa que ocurre pronto sobre las 18:00 y que llega de forma rápida bajo los altos árboles. Yo encuentro un rincón ligeramente llano y coloco la hamaca entre un árbol grande y un arbusto, lo que será un gran error, ya que por la noche el arbusto cede y casi toco el suelo.

Miguel Pessoa

Nuestra primera cena a base de arroz, nos espera y conocemos a todo el resto del equipo que ha llegado de sus prospecciones por los alrededores. También nos explican someramente el funcionamiento de las comidas, que están definidas por semanas y menús y algunas otras peculiaridades del campamento.

La primera noche en medio de la jungla cumple lo esperado y montones de ruidos diversos, nos acompañan, la mayoría son ranas e insectos, los tigres, elefantes y panteras son de otra película en esta no toca.


El día amanece a las 06:00 y nos reunimos para el café con cereales y galletas que junto al chocolate Milo, la crema de cacahuete y miel, será el menú oficial del desayuno.

El grupo ibérico hoy se dedicará a descansar y completar las instalaciones de nuestras mansiones. Yo por mi parte decido cambiar de ubicación y sistema, construyendo una plataforma donde poner la esterilla con una mosquitera. Tras dar varias vueltas por la zona, encuentro un sitio que puede funcionar y paso el resto del día cortando árboles y bambús, hasta completar un agradable rincón.

El día amanece sin lluvia y será nuestro primer día de actividad en las montañas, tras el frugal desayuno, los españoles nos incorporamos a uno de los equipos que ya trabajan en la zona, los Ali-Oli, como llamamos a la pareja de amigos australianos Al y Ali, que han localizado algunas cavidades descendiendo por un valle. Los Portus y Lotina por su parte seguirán una de las rutas abiertas hacia el sur.

Básicamente lo que se está haciendo en la expedición es a partir del campamento, abrir con machetes caminos en la jungla en varias direcciones, sobre todo hacia el sur y norte, para localizar barrancos, valles y dolinas en las que a su vez buscar sumideros o simas , que nos conduzcan a las entrañas del lapiaz. Disponemos de algunos mapas y fotos aéreas, pero la verdad es que nunca está claro que nos vamos a encontrar, hasta que ponemos el pie en la zona concreta.

Con las barrigas llenas de aire, tomamos los senderos de la jungla, en los que tienes que ir constantemente pendiente de los obstáculos del terreno para no hacerte daño. Saltar árboles caídos de más de un metro de diámetro, agujeros entre las raíces de los grandes árboles, bambúes afilados cortados a 30 cm., piedras afiladas e inestables, rampas de barro, arboles sin apenas raíces que se caen al tocarlos, en fin una yincana de obstáculos. También los inevitables mosquitos, hormigas y arañas gigantes.

Foto: Miguel Pessoa

La primera sima que algunos van a explorar se encuentra a casi 1´5 h. de marcha cubiertos de sudor. Carlos y yo, les acompañamos pero luego seguimos por el valle para buscar nuevas cuevas. Es nuestra toma de contacto con el deporte de abrir senderos en la jungla a golpe de machete, procurando no cortarte un pie y no caer por la pendiente.
Foto: Miguel Pessoa

La verdad es que acostumbrado a la selva de los montes de encina cantábrica, no me resulta difícil avanzar por la selva, ya que casi todo es posible limpiarlo usando bien el machete, mientras que en casa son los espinos, encinas y ganzos los que te marcan el camino y solo puedes cortar con la tijera algunos pasos. Los bambúes verdes se cortan bien si golpeas de forma correcta los secos explotan solo con golearlos y el resto de arbustos son de madera tierna que corta bien con el machete. Solo las zonas de bambú muy fino como lianas, da problemas al resistirse al corte y atraparte.

Bajamos por el fondo de un barranco andando sobre rocas afiladas y sueltas, hasta localizar tres simas, aunque solo una de ellas parece descender unos 20 m. Luego ascendemos por unas lomas bastante limpias de maleza y pasando bajo arboles enormes cuyos troncos rectos, se abren como estrellas al llegar al suelo y sus raíces se extienden decenas de metros alrededor.

Foto: Miguel Pessoa

Paramos para comer nuestra ración diaria de comida, que como se nos ha indicado consiste en media lata de atún y 8 Crackers ( galletas o panecillos planos). No es mucho pero con el paso de los días nos acostumbraremos a este escueto menú, solo variado los días de descanso en el campamento con pasta china.

Por la tarde estamos en el campamento, bastante cansados, empapados y llenos de barro. Nos ponemos ropa seca y esperamos con ansia la hora de la cena, que normalmente cocinan las personas que descansan ese día en el campamento. La duda es si tocará pasta o arroz, que son los dos platos únicos disponibles. Alguna variación de las salsas en función de las latas disponibles o los gustos de los cocineros.




Sobre las 19:30 estamos casi todos agrupados cenando y comentando la jornada, aunque a veces hay grupos que llegan mucho más tarde, desde las lejanas rutas de hasta 3 y 4 horas de marcha.

El postre suele ser galletas o frutas en almíbar, aunque algunos días llegan frutas frescas traídas por mujeres papúes, que no dudan en hacer muchas horas de marcha, con bolsas en la mano o la cabeza para vendernos algunas exquisiteces de la zona.

En la zona no hay agua ya que es un lapiaz y se lo traga todo, pero como llueve casi todos los días, unos toldos concentran la lluvia en unos bidones, que forman nuestro almacén de agua más o menos potable. Algunos se limitan a añadirte polvos saborizantes y otros lo pasamos por filtros cerámicos.

La cueva de Al, donde dejamos a los compañeros, parece que sigue y con buena pinta, así que al día siguiente volvemos otro equipo para continuar la exploración y la topo. Somos cinco, Al Ali, Carlos, Inma y yo.

El sendero cada vez patina más y sufrimos para no caernos en las rampas. Nos equipamos y bajamos por la selva de maleza hasta la entrada, donde la primera cuerda nos deja en la llegada de un riachuelo, con una galería pequeña que cada vez se va haciendo más grande y cada vez con más agua corriendo. Es el primer contacto con las cuevas de Papua y es sorprendente la caliza es muy blanca, por lo que con muy poca luz parece que estas casi en la calle, además a pesar de ser cuevas muy activas, abundan las formaciones y coladas.

Nos mojamos por completo en las cascadas de los pozos y metiéndonos en vadinas más o menos profundas, pero la temperatura de es de 20 grd. por lo que no se pasa frío.


Foto: Miguel Pessoa


Foto: Miguel Pessoa

Foto Miguel Pessoa

Llegamos a la punta del último día y también tomo contacto con la instalación de cuerdas en estas cuevas, que resulta ser un reto, ya que hay zonas de roca muy fracturada y otras que aunque son sólidas, parecen mas escayola, con una caliza blanda que atasca las brocas y en la que los Multis o parabolt , apenas agarran bien.

Vamos bajando resaltes y el tamaño de la cueva aumenta lo que nos anima mucho, hasta llegar a una amplia sala que aún nos motiva más, pero al fondo todo se cierra y solo un paso bajo por el río, nos lleva a un sifón que pone fin a la aventura por hoy.

Salimos con calma contentos de la bonita cavidad que hemos explorado, aunque un poco decepcionados con el brusco final. Aún nos queda remontar por el sendero ahora cuesta arriba y llegar ya de noche al campamento, soñando ya con nuestra cena.

Tras dos días de actividad nos tomamos uno de descanso, para lamer nuestras heridas que nunca se curan en la jungla. También es la oportunidad para visitar una gran cueva que hay junto al campamento, con una boca enorme que se ve en las fotos aéreas y que aunque no tiene continuación, si alberga una cascada que cae del techo y que nos sirve de ducha y lavadero de ropa. El lugar es impresionante y exuberante, custodiado por una serpiente pitón que hay por el camino. Lo malo es que los 20 minutos de subida te dejan de nuevo cubierto de sudor, pero así todo es un pequeño placer en esta jungla.








En las siguientes semanas está será la pauta de nuestras vidas, días de prospección abriendo senderos en la jungla, días de exploración de las cavidades encontradas, algunas simples agujeros y otras con más desarrollo y bonitas zonas, días de descanso bajo la lluvia o buscando lo rayos de sol, en la plataforma para el helicóptero.

Desde el punto de vista espeleológico, los resultados creo que son buenos con más de 8 Km. de galerías topografiadas, en múltiples cavidades alguna con más de 2 km. de desarrollo, varias de 1 Km. y otras con menos desarrollo.

 La profundidad alcanzada no ha sido mucha, ya que los sifones nos han detenido en cotas nunca superiores a los -200 m. Es cierto que no hemos encontrado la gran cavidad, que descienda más de 1000 m. que nos separan de las surgencias en el mar, pero si importantes conductos algunos de gran belleza.


Los días pasaron entre grandes ilusiones al encontrar cuevas que parecían tener gran potencial y desánimos cuando los sifones cerraban el paso. Uno de los componentes del equipo, Troi un neozelandés inagotable, realizo largas marchas a veces en solitario, buscando cuevas cada vez más lejos en la intrincada jungla. Dos días antes de su fecha de partida localizó junto a los dos ingleses del equipo, en un valle al norte del campamento una sima que parecía conducir a una red de galerías con un caudaloso río. De nuevo se creó expectación en el campamento y al día siguiente volvieron junto a Carlos e Inma, ya que el equipo de jóvenes franceses se bajaba ese mismo día.



Bien cerrada la noche regresaron contentos, ya que la cueva continuaba con alguna boca más que se unía y otros afluentes que aumentaban el caudal. Lo habían dejado en una galería sobre un lago. En el campamento solo quedábamos frescos los ibéricos, Jean Paul y los canguritos, así que la última bala de la expedición para encontrar la gran cavidad que penetrara profundamente en el macizo nos tocó usarla a los que quedábamos.

Por la mañana preparamos material y dos equipos de topo, e iniciamos la larga marcha de casi 2 h. hacia la cueva. La boca era pequeña un simple pozo de 8 m. que nos dejó en medio del agua que nos llegaba al pecho en una galería de unos 6 m. de ancho pero con el techo poco más de un metro del borde del agua. Continuamos avanzando por las galerías ya exploradas por los compañeros, con profundas vadinas que había que cruzar nadando o bordear en equilibrio, salas amplias de bloques y pasos casi por completo inundados, en los que se pasaba solo con la boca fuera entre el agua y el techo para respirar. A ninguno se nos escapaba que si en el exterior se producía alguna tormenta, la cosa se iba a complicar mucho, y salir de allí sería imposible hasta que bajara el agua.




Llegamos a la punta de los compañeros y avanzamos por una galería amplia que nos motivó mucho, pero más adelante llegamos a una vadina, que solo tenía un pequeño túnel casi completamente inundado como continuación, Loti avanzo por el túnel y desapareció, como no volvía algunos le seguimos por una galería mediana que terminaba en un sifón que se podía superar por unos laminadores de bloques. Allí encontramos a Loti que volvía de arrastrase hasta otro sifón esta vez infranqueable.

Mientras algunos hacíamos esta vía, Zape ascendió por una fisura vertical, estrecha y llena de bloques, que solo un terco como él, se atrevería a seguir, pero que tuvo su recompensa, al salir a una amplia galería fósil, de dimensiones cada vez mayores. Volvió a avisarnos y todos ascendimos por ese agujero miserable, Marta y Miguel subían con la topo y por detrás, aún venían Al y Ali haciendo la topo de los tramos anteriores.

Avanzamos por una bonita galería con vadinas secas y destrepes, con algunos cruces que no miramos. Dos pozos cortos nos llevaron a un río, que bajaba por unas rampas con mucho ruido y se perdía en una profunda grita vertical, de varios metros de profundo. Un pasamanos por encima, nos permitía esquivar la grieta y la instalación de una vertical y varios péndulos y pasamanos, nos dejaban en el río, que avanzaba ruidoso y salvaje por un cañón de 1,5 m. de ancho, hasta un lago, que resultó ser un sifón que puso punto final a la exploración en esta cueva.

Los equipos de topo fueron llegando y nos retiramos un poco decepcionados, pero a la vez contentos de la bonita “premiere”, que habíamos podido realizar como colofón de la expedición. De salida la cueva nos hizo un último regalo con un nido y dos polluelos de un ave que habita en estas cuevas, que se parece a una golondrina de pecho blanco y que se orienta en las cuevas emitiendo unos chillidos cuyos ecos le permite orientarse.




Cerca de la salida, en una sala había varias de estas aves chillando y que parecían que se iban a chocar con nosotros, pero que nos esquivaban en el último segundo.

Así terminó la última exploración de la expedición, bueno con otras dos horas de camino de vuelta, en mi caso en el grupo de viejos, siguiendo a los abuelitos de la expedición con 71 y 67 años, a los que malamente podía seguir.

Desmontar el campamento y bajar de la montaña tampoco iba a ser cosa fácil, ya que se precisaban muchos porteadores que no estaban disponibles y había que contar con el apoyo de un helicóptero, para bajar los materiales más voluminosos y pesados, como el generador.

Con el clima de la zona con continuas lluvias y nubes la llegada del helico, no era muy segura y de hecho el pájaro previsto no pudo llegar y se tuvo que buscar otro, en una zona más cercana pero de menor capacidad. Quedaba definir quienes bajarían volando con el material y quieres a pata con los porteadores.

Foto: Miguel Pessoa

Miguel Pessoa
Miguel Pessoa
Miguel Pessoa

Foto: Miguel Pessoa

Se realizaron dos sorteos entre los ibéricos para ver quienes bajaban andando, y Marta ganó en los dos sorteos su plaza para bajar andando, a la pobre no le quedaron ganas de jugar ni a las chapas.

El día 2 de marzo avanzó bastante mientras esperábamos entre dudas, si el helico podría llegar con las nubes o no. Finalmente la columna de porteadores y los miembros del equipo que bajaban andando, partieron asumiendo la larga caminata que les esperaba, les entregamos nuestras últimas chocolatinas y les vimos alejarse.

Foto: Miguel Pessoa

Los afortunados que bajaríamos en helicóptero, empezamos a temernos lo peor, según pasaba el tiempo y la máquina no llegaba, la idea de tener que bajar con todo a la chepa planeaba en el ambiente. Finalmente apareció el helico, pero su capacidad era limitada y descargó allí mismo varias latas de combustible, para poder meter bidones y mochilas. Subimos cuatro personas para el primer viaje, e hizo un intento de despegue frustrado. El piloto se bajó y me señalo directamente y me dijo que me bajara, había identificado al gordo y quitó lastre.

El segundo intento fue bueno y el pájaro despareció en el cielo, con mi mochila y me dejó allí con lo puesto. Los pensamientos más negros cruzaban mi mente al verme no se donde, sin nada.

El segundo vuelo fue menos problemático y pudo llevarme junto a mi mochila y los colegas en Palmamal. Un tercer vuelo llevó al resto de personas hacia su base en la ciudad de Kokopo.


Los de Palmamal tras reclutar una pick up que nos llevó al albergue y vaciar las mochilas, tratamos de contratar una barca, que trajera a los compañeros que bajaban andando ya que al día siguiente pronto, debíamos tocar una avioneta hacia Kokopo.

Tras diversas encuestas encontramos transporte, pero a la hora de partir no tenía gasolina, afortunadamente el equipo de Rurai, pudo encontrar una barca local que les trajo hasta Palmamal, donde cenamos todos juntos y nos contaron su aventura.

La mala fortuna de su sorteo se vio compensada con el extraordinario recibimiento que les hicieron los habitantes del pueblo a su llegada, con un festival de cánticos, y collares de flores, que les emocionaron, incluso Loti tuvo que dar un discurso. Parece que esto les compensó sobradamente de la caminata y venían muy contentos.

El resto de la historia de este viaje es parecida a la de ida, salvo que cambiamos el barco por una avioneta de 9 plazas, que ocupamos nosotros ocho y una foránea de gran volumen y peso, que nos hizo temer por la estabilidad de la máquina. El vuelo nos permitió ver desde el aire la montaña cubierta de jungla, que había sido nuestra casa durante tres semanas.

Solo nos faltaban cinco vuelos más y algunos sustos y peripecias, pero habituales en los viajes en avión como overbooking, demoras,…


Foto :Miguel Pessoa


El día 6 de marzo, por fin llegamos a casa, con el culo plano y las piernas hinchadas de tantas horas de vuelos y aeropuertos.

Como veis en este viaje como en casi todos, ha habido ratos buenos y otros no tanto pero con buenos amigos todo se pasa bien, la risa nunca faltó, ni en los momentos más problemáticos, lo importante es con quien viajas, no donde viajas.


Por ultimo agradecer a todos los que han hecho posible este viaje, a Jean Paul y a todos los que más se han implicado en organizar un evento complejo como este y a los duros papúes que han hecho posible llegar a lo profundo de la jungla de Nakanai. Ahh y a Inma por cuidar de todos y curar nuestras heridas de guerra.

Los integrantes Ibéricos de la expedición:

Enrique Ogando, Marta Candel, Inma Pumariño, Carlos Ares, Aitor Lotina, Miguel Pesoa, Samuel Pinheiro y Angel Garcia