(Artículo de opinión PURAMENTE PERSONAL, sin conservantes ni colorantes...).
En las últimas semanas, con el rescate de Ceci, los
espeleólogos y nuestra actividad hemos estado “en la cresta de la ola” (o en el
fondo de la torca). Muchos hemos estado siguiendo blogs y noticias en prensa,
ansiando tener noticias de cómo evolucionaban los acontecimientos. Las noticias
(como no podía ser menos en un país en el que todos los ciudadanos somos los
mejores ministros, los mejores seleccionadores y los mejores “todo”) venían
acompañadas por una retahíla de comentarios de variado pelaje. Los más humanos,
deseando un pronto rescate y una rápida recuperación, o pidiendo que las
autoridades pertinentes actuaran con la debida premura. Sin embargo, había dos “tipologías”de mensajes que me han provocado una cierta “repugnancia moral”, si se me
permite ponerme tan pedante.
En primer lugar, una serie de argumentos muy en la órbita “neoliberal”,
que vende esa supuesta “responsabilidad personal” que debemos tener todos, para
no depender de “papá Estado”. Esos comentarios venían a dar a entender que Ceci
(y, por ende, todos los espeleólogos) éramos poco más que unos imprudentes e
inmaduros, que íbamos por el mundo buscando el riesgo extremo sin preocuparnos
de las consecuencias para nosotros ni para los demás. Particularmente, sin
preocuparnos de esos responsables “contribuyentes” que venían a reclamar algo
así como “ni un duro de mis impuestos para rescatar irresponsables”: si los
espeleólogos son tan alocados, que se paguen un seguro para sufragar las
consecuencias de sus vicios.
Creo que son mensajes muy sintomáticos de esa ética que
tristemente se está imponiendo en España, de raigambre anglosajona y
protestante, muy WASP ella, thatcheriana
a tope (recuerden “no hay sociedad, sólo individuos"). Cuando esa mentalidad se
junta con la tradicional mentalidad hispana de la trapacería, el chalaneo y el
chanchullo, pues tenemos las portadas de los periódicos: “Nicolases”, Blesas,
Ratos…
Muchos dirán que no es el caso, que lo único que se critica
es que se dedique dinero público para pagar las consecuencias de vicios
privados. Sí, pero… démosle una vuelta. ¿Y si en lugar de un espeleólogo
accidentado –recordemos, una actividad estadísticamente muy segura- habláramos
de un ciudadano que requiere un trasplante de pulmón tras décadas de fumar tres
paquetes diarios –una actividad estadísticamente muy insegura? ¿Seguiríamos
defendiendo que no merece ser tratado por un sistema público de salud? Es posible que un neoliberal a ultranza diga
que sí, pero probablemente muchos de los que critican que se rescate sin cobrar
al accidentado, en este caso dijeran que no. Y las diferencias no son tantas. Y
si las hay, en todo caso serían favorables al espeleólogo: su actividad es más
segura; el problema es que es menos “normal” (en el sentido de cotidiano).
Pero había un segundo tipo de mensajes que también mostraban
una notable bajeza moral. Y eran aquellos que
utilizaban el paralelismo con el caso del sacerdote español afectado por
el ébola y repatriado.
Vaya por delante que soy ateo convicto y confeso, forofo de Europa Laica y, como profesor, firmo –y firmaré – todos los manifiestos para que la religión católica deje de usar institutos públicos para hacer proselitismo. Por si hay
alguna duda, personalmente creo que a estas alturas del partido, las religiones
(particularmente las monoteístas) poco tienen que aportar en el ámbito de la
moral y la ética: sus virtudes, que las tuvieron- acompañadas de tantos o más
defectos- han sido de sobra “absorbidos” por la(s) ética(s) laicas, con la
ventaja de que estas son autónomas y racionales. Vamos, que no beso santos
precisamente.
Ello no obsta para que valore que una persona con
motivaciones religiosas dedique su vida a hacer el bien. El caso del sacerdote
fallecido por el ébola es una de esas personas. Independientemente de mi
opinión sobre su fe, sus acciones y su coherencia lo hacen merecedor de
respeto. Por eso me resultó particularmente chocante ver mensajes de gente
(quiero creer que eran los habituales “trolles”, y no espeleólogos) que,
pidiendo la intervención del Estado en el rescate, aducía argumentos tales como
“mejor traer al espeleólogo que a un cura”. El Gobierno español tenía la
obligación ética –si no jurídica- de facilitar el rescate de Ceci, al menos
para mi. Pero si eso es así para una persona accidentada que en su tiempo libre
realiza un hobby (y, nos pongamos como nos pongamos de estupendos con eso de
que “lo nuestro es un deporte-ciencia”, la espeleología es un pasatiempo para
el 99% de sus practicantes, y me incluyo, aunque en ocasiones pueda tener
connotaciones tangencialmente científicas) vale aún más para una persona que ha
dedicado su tiempo a ayudar a los demás, máxime cuando lo ha hecho a sabiendas
del riesgo que corre. No ver una cosa tan obvia es síntoma de una notable “ceguera
moral”. Creo que ese tipo de argumentos nos han hecho un flaco favor en los
medios de comunicación a los espeleólogos, y responden más al típico –y tópico-
anticlericalismo analfabeto pseudoprogre (tan de pandereta como las habituales declaraciones de la propia Conferencia Episcopal) que al sentir del colectivo espeleológico.
Y creo que no es el sentir del colectivo porque precisamente
éste se ha portado en el caso de Ceci. Se han portado aquellos que han acudido
a Perú a rescatarle, se han portado los que han organizado rifas y campañas de
apoyo, y se han portado todos aquellos que han colaborado económicamente o de cualquier
otra manera. Y seguro que no han perdido mucho tiempo escribiendo tonterías en
los diarios…
PD: Ceci, que te recuperes pronto, y a ver si vuelves por
Fuente Fría, hombre…
PD2: las fotos están cogidas de la web, si alguna tiene derechos, por favor me lo indiquen y la retiro...