lunes, 30 de octubre de 2017

Entre máquinas y titanes, pervivimos los patanes (28/10/17)



Pues llega el sábado por la mañana, y en el club aparecen el máquina Wychy, el titán Gelo y el crack Pedro...

-¿Crack? Yo quiero ser, por lo menos, titán...
- ¿Tú titán? Como mucho, monstruo. Y por lo feo...
- Cojones sabrás tú, que tengo un fepé de espiología de la Ejcuela que se caga la perra...
- Bueno, pero en el...
- Tú a callar, que lo único titánico que tienes es la nariz...
- Y tú la imbecilidad...

Tras un animado procés trufado de exabruptos y estupideces por todas partes (¿les suena?), el titán Gelo nos aplica el 155 (con rima consonante) y nos suspende la soberanía, tras lo cual nos lleva al Botija a tomar un café, que nos va a hacer falta. Subimos los tres por Astrana, y vemos que el Mortero está lleno de bugas. Poco más allá dejamos el coche, entre el sutil aroma de un camión que anda abonando que es un primor. La aproximación es idílica, chapoteando entre los prados cubiertos de mierda... 

Entramos en la Sima de la Maza, tan poco agradecida como siempre. Y es que, en todo el recorrido, apenas hay unos seis metros (contados) en los que se pueda caminar con normalidad. Todo lo demás será meandro, bloqueras, laminadores, cuerda... Lo ideal tras el parón veraniego, vamos.


Bajamos con relativa rapidez  la zona vertical (lo normal; y es que somos unos máquinastitanescracksdelahostia; o más), alcanzando el meandro que, tras un rato de remontada, nos deja en la gran galería fósil que encontramos hace un par de años. Comemos rápidamente (el máquina Wychy nos agasaja con un bote de miel que caducó en 2015, y que debe llevar abierto desde entonces), y hacemos acopio de material para ir hacia la punta.

Ahora comienza el verdadero desafío extremo: meterme en un neopreno que compré cuando tenía 25
años. Lo consigo a duras penas (con una pequeña ayuda del titán Gelo), y además consigo que no se me salgan (demasiado) los intestinos por la boca. Una morcilla de Burgos con la movilidad del muñeco Michelín, sí señor. Lo ideal para el resto de la jornada...

Y es que desde la galería fósil nos toca remontar un río que se desliza por el típico estrato margo-areniscoso del macizo, cubierto por una "babilla" que, junto con los 10 grados de inclinación (a ratos, más) hace casi imposible ponerse de pie. Como además de titanes y cracks, somos unos genios científicos (uno hasta lleva gafas), pues desarrollamos diversas hipótesis sobre el origen de la babilla: aunque no hay consenso, la teoría de los flujos seminales de una antigua raza de aliens es la más aceptada. Dado que no hay más remedio que ir arrastrándose por el agua, esperamos no quedarnos embarazados (al menos, que no vengan gemelos).



Este tramo se alarga durante unos 400 metros, cortado por una escalada que nos permite salvar la fractura del estrato. Por el camino, van quedando los harapos del chubasquero de Wychy. Llegamos finalmente a la punta: una escalada realizada a medias (para variar, se acabó la batería) que busca superar una cascada de unos 10 metros. El máquina Wychy coge la máquina (taladro) y se pone a escalar, mientras yo (el crack) le aseguro y el titán Gelo va haciendo la topo. Tras subir unos 6 metros, alcanza una repisa por la que puede realizar una travesía de unos 8 metros, llegando a otra repisa que nos permite (con cuidado) destrepar a una salita lateral. Estamos por encima de la cascada, en una revuelta fósil del meandro, pero de frente vemos una nueva cascada, que exigiría realizar escalada y travesía. Mientras se valoran las diversas opciones, voy desinstalando la escalada previa, para reaprovechar el material. Finalmente, el titán Gelo sube a pelo por un lomo de roca, y desde allí accede a otro tubo fósil. Tras salvar un desfondamiento, logra situarse encima de la segunda cascada. Desde allí, una bajada de seis metros nos permite situarnos en el río, y remontar aguas arriba.




Apostamos cuántos metros podremos continuar antes de dar por finalizada la exploración (la batería ha muerto, y sólo nos queda una cuerda). Yo (el crack) apuesto por unos 20, viendo los antecedentes del día; el titán Gelo, 100 (raro en él, dado su consustancial pesimismo), mientras que el máquina Wychy, 70. El meandro sigue con poquita inclinación, rompiendo la tónica previa que traíamos hasta acá. Sobre el estrato margoso, aparece la caliza pura, y la parte superior muestra un volumen notable, mientras que por abajo en ocasiones tenemos que sortear algún bloque empotrado.


La merienda de los campeones...

Remontamos con vueltas y revueltas unos 80 metros, hasta llegar a la base de una nueva cascada. Aunque parece que la jornada acaba aquí, el titán Wychy (no, joder, que Wychy es el máquina) se sube en oposición desde más atrás, y accede a un roto nivel fósil. Un paso regulero en una pendiente inestable nos permite evitar la cascada, y continuar río arriba. Otro paso de hombres nos sitúa en un lugar con una curiosa formación de arenas amarillas, y seguimos remontando. Finalmente, nos detenemos en una gran marmita alimentada por una cascada de unos cuatro metros, imposible de flanquear por ningún otro lado. Es una lástima lo de la batería, pues con un par de parabolts se podría resolver. Arriba, el tamaño sigue siendo grande, pero tendrá que ser para otro día...






 




Retrocedemos dejando cuerda en algún punto, mientras topografíamos y sacamos alguna foto; en total, unos 220 metros de nuevas galerías. La bajada por las zonas de meandro-laminador es menos trabajosa, pero requiere atención para no coger velocidad. Apenas nos ponemos en pie en los 400 metros, dejándonos deslizar pendiente abajo. Finalmente, a eso de las diez de la noche llegamos a la gran sala, donde comemos los restos que nos quedan, tras luchar denodadamente para quitarnos los neoprenos.







Salimos para la calle con unas sacas que pesan bastante más que antes. Los retoques realizados en la instalación en las últimas entradas dan sus frutos, y el retorno se hace llevadero; aún así, para la salida estoy más hasta el rabo de la sima que del tema catalán (bueno, igual no tanto). A la una y diez de la mañana estamos en la calle, tras 14 horas de tute. Ya sólo nos queda volver al coche, entre el embriagador aroma del estiércol que, ciertamente, tampoco es muy diferente del que emanamos nosotros. Espera, no: nuestra fragancia se debe a la testosterona propia de máquinas, titanes y cracks. Mucho macho...