jueves, 30 de abril de 2015

El sistema del Mortillano crece de nuevo (25-4-2015 )



Hace unos meses decidimos reequipar una de las simas que forman parte del sistema y que exploró la SEII. Nos llamaban la atención algunos de los ríos que recibe y algún nivel fósil que se mencionaba en la descripción de esta sima.

Comenzamos el reequipamiento y bajamos hasta la llegada del río que pensábamos podía estar relacionado con el sumidero de Rueñes  situado más de un kilómetro al norte. El río llegaba desde una cascada de más de 20 metros; parecía bastante complicado llegar a él y remontar su curso, pero era una opción. Dejamos pendiente la visita a las zonas fósiles, pero llegaron fuertes y prolongadas lluvias que nos impidieron trabajar en esta sima, por la existencia de algunos laminadores con río.




Finalmente el sábado nos juntamos unos pocos ya que el personal esta liado con la familia y la política, somos tres, Marta, Zape y Angel, los que nos dirigimos al agujero con viento sur y amenaza de lluvias. Bajamos clavando nuevos anclajes y cambiando cuerdas, ya que la última incursión tuvimos problemas “logísticos”, por no decir que somos un desastre...




También los castreños nos cuentan sus últimas aventuras por el país de los “chingones”. Se han traído un periódico tipo “El caso”, que es verdaderamente alucinante…

Llegamos al P32 que en su primera parte da acceso con un péndulo a un meandro fósil y pronto desfondado , hasta un P15. Bajo este de nuevo meandro desfondado hasta una sala caótica con bloques y varios cruces de meandros.
Zape se pierde en uno de los meandros hacia el Sur y Marta y yo cada uno por su lado acabamos confluyendo en un meandro hacia el noroeste, por el que avanzamos sobre cornisas y con ruido del río muy muy al fondo. Pienso que estamos siguiendo el afluente que pobablemente proviene de Rueñes pero mucho más alto.
Volvemos a la sala para esperar a Zape que ha seguido otro fósil, en altura y piensa que por una zona no explorada; pero le convencemos de que hay más futuro hacia el norte.
Vamos, pues, hacia el norte, ellos en punta y yo haciendo topo, con algún paso delicado que precisaría cuerda aunque pasamos sin más. Una trepada delicada sobre el meandro precisa asegurar a Zape; se va hasta el final de la cuerda y nos dice que subamos que hay galería.

Le seguimos, y tras unos pasos entre bloques se asciende una corta rampa que nos deja en una gran galería de unos 3 metros de altura, pero más de 30 metros de anchura, con suelo de bloques. Marta muestra su ilusión habitual en todo lo que hace y hasta los bloques le parecen bonitos; aunque, teniendo en cuenta lo que tienen en casa, no me extraña.

Más adelante, en la pared derecha, un agujero da a una salita a la que llega un meandro ascendente que no exploramos.  En dirección a la galería, y bajo ella, un hueco entre los bloques muestra una galería inferior que precisa cuerda para bajar.
Seguimos ascendiendo entre bloques por la galería y pronto se intuye una gran negrura que anticipa lo que pronto encontramos: una gran sala de más de 40 metros de ancho y entre 20 y 40 metros de altura. Curiosamente, el suelo es muy plano, como si los grandes bloques que la forman se hubieran encajado y colocado para formar un suelo regular.
El río se oye con claridad, y parece que hay una cascada delante nuestro.  Efectivamente, tras superar un muro de grandes bloques, llegamos a una pared de negros estratos areniscos por los que cae el agua desde unos 6 metros de altura. A la derecha parece llegar una chimenea  y también un posible acceso a nivel superior del estrato arenisco.

Mientras  Marta y yo terminamos la topo, Zape consigue entrar en la zona del río y recorre 30 metros de penoso laminador con aire y agua, exactamente lo mismo que hemos dejado pendiente en Rueñes. Está muy claro que se trata del mismo río y luego la topo confirmará las cotas y direcciones, por lo que nos espera un futuro muy “negro” y nunca mejor dicho: arrastrándonos por 900 metros de laminadores que son los que faltan ente ambas cavidades.
Volvemos revisando los laterales de la sala con un meandro colgado a más de 8 metros, y en la pared oeste, tras un bloque que la esconde, la entrada de una pequeña galería con aire claro y dirección sur oeste; es decir, hacia Rubicera, cuyas galerías norte no están a más de 150 metros y la misma cota. Pero en este negocio nada es lo que parece y ya veremos qué sorpresas nos aguarda.
De momento un desfonde corta el paso y precisa material que ya no tenemos, así que nos retiramos con nuestras cábalas y los estómagos vacíos.
Reequipamos la trepada y algún paso de los meandros de ”Colorín Colorado” y comenzamos el ascenso por las cuerdas, incómodos meandros y húmedo laminador, que nos llevan dos horas de subida y algunos juramentos en los pasos no aptos para osos...
A las 23:00 estamos en el exterior, con viento sur y sin lluvia, que hasta para eso hemos tenido suerte hoy. Caminamos hacia el coche con la alegría del que ha pisado terreno virgen, aunque las once horas y media de actividad nos han dejado mucho hambre, y sólo pensamos en dónde vamos a cenar..

Así que esta historia termina como todas las nuestras: comiendo y bebiendo, claro...

Bueno, y con casi 400 metros de nuevas galerías y promesas de más metros y mucho mucho sudor...



viernes, 17 de abril de 2015

Resumen de las exploraciones en el Mortillano hasta 2011



Mientras ponemos al día el montón de topos, datos, fotos y demás de estos últimos años en los que hemos estado pajareando por Rubicera, ahí va un pdf de un ponencia que presentamos hace tiempo en las Jornadas de ACANTO, en Laredo. Cuando la hicimos, comentábamos que las exploraciones se nos estaban poniendo cuesta arriba, que habíamos tardado más de un año en pasar de los 114 kilómetros a los 115, y que el futuro no parecía muy claro. Tres años después, llevamos 20 kilómetros nuevos, y subiendo...

sábado, 11 de abril de 2015

Pas(and)o de Semana Santa


 Fotos: Enrique Ogando (Zape)

Esta Semana Satán (que diría Mongolia) estamos bastante remolones. Así que entre eso, las diversas responsabilidades paternales del personal (eso sí que es complicarse la vida, y no las cuevas), y la charla que tiene que dar Wychy en las III Jornadas de Espeleología de Lanestosa, optamos por un plan muy light el jueves: ir a revisar una pequeña galería en el entorno del Cuivo que, aunque mirada, no aparece en las topos que tenemos.

Así que de mañana nos plantamos Marta, Zape, Gelo y yo en el club. Preparamos material y nos dirigimos al Mortero, previo café en La Gándara (lo dicho, remoloneo a tope). Al  llegar a la boca, lo primero que nos llama la atención es que no hay nadie: ni slack-liners ni cueveros. Si es que la espeleo ya no es lo que era...

Bajamos por la cuerda (que alguien ha cambiado, cosa que se agradece, pues la que dejamos tiempo atrás parecía un cable de acero) y nos encaminamos hacia el cruce del Cuivo. Las cuerdas de las rampas están bastante tocadas, como es habitual. La cascada lleva agua, pero el río ha bajado bastante, así que en un pis pas nos encontramos al pie de la galería que queremos revisar.

Tras una trepada nos situamos en una sala en la que parecen confluir varias cosas: un par de meandros, una línea de pozos, una fisura rellena de escombro con algo de aire... Marta y Gelo comienzan a hacer una escalada a una ventana que se intuye a unos 7 metros, mientras que Zape se va por un meandro ascendente, levemente pisado. Yo me meto en una zona gaterosa y parcialmente colmatada por bloques, en busca de la corriente de aire. La mayoría de los conductos se cierran o se estrechan demasiado; pero hay uno con buena pinta, que requerirá una desobstrucción (queda pendiente para otra ocasión...).


Zape vuelve de revisar su meandro y, mientras los otros acaban la escalada, nos dirigimos hacia el tubo principal. Se trata de un estrecho y alto meandro (en algunos lugares supera los 10 metros) por el que se avanza en oposición. Revisamos algún pequeño lateral, que se cierra sin mayor interés. La parte final del meandro va perdiendo dimensiones, obligándonos a reptar. Finalmente, llegamos a una trepada por la que viene el agua, entre colada. El aire también viene de allí, pero es impenetrable. De vuelta, revisamos un pequeño cruce. Llegamos al punto en el que lo dejaron los anteriores exploradores (suponemos que franceses, dado que hay restos de topofil). Tras quitar algo de arena y un par de bloques logro pasar, pero tras una decena de muy estrechos metros, la gatera acaba desfondándose encima del meandro principal. De mientras, Zape ha ido haciendo la topografia, así que volvemos poco a poco hasta la sala.


En ella no encontramos a los otros dos: han acabado la escalada, y han sacado unos cuantos metros nuevos. Por un lado han vuelto a dar a la zona de la sala, pero queda pendiente otra escalada a un posible nivel superior. Finalmente aparecen, y las cigarras gorronas aprovechamos para tripear la comida que las hormiguitas precavidas han traído.

Como hay compromisos sociales ineludibles (no, procesiones, precisamente, no) optamos por ir saliendo mientras Zape nos tortura con sus "poneos ahí" para una sesión de fotos en la que un magnífico entorno sólo desmerece por lo cutre de los modelos (Marta, mejorando lo presente). Así que en un rato nos encontramos en la calle; de nuevo nos sorprende que un Jueves santo no haya hecho acto de presencia nadie por el  Mortero. Debe ser que la fe mueve montañas, pero no torcas...

En fin, tras un día de relax, apenas hemos sacado unas decenas de metros nuevos y un par de posibles continuaciones que tampoco prometen grandes sorpresas. El próximo día que tengamos vago volveremos por allá. Conociéndonos, será más pronto que tarde...









jueves, 19 de marzo de 2015

Los mares del Sur (14 y 15/03/15)

Fotos, videos y texto de Pedro M., Marta Candel y Ángel García.


Tras un largo parón –obligados por la meteo, el reuma y otros achaques varios debidos a nuestra provecta edad, nos encontramos en el club siete especímenes: Marta, Zape, Gelo, Wychy, Moisés, Cristóbal y yo. A pesar de que llueve levemente, y que la previsión da empeoramiento, nada de eso aleja a Cristóbal de su café matutino donde Margari, así que allí paramos, mirando de reojo las nubes cargadas que se acercan más y más.

Ya arriba vemos cómo esta noche ha nevado; la senda hacia Rubicera se encuentra levemente tapizada de nieve, y las orilladas que nos pillan por el camino contribuirán a aumentar su grosor. El viento es helador, así que esta vez, en la entrada, no hay tiempo para picoteo alguno. Para quitar el frío nos dirigimos a buen paso hasta el vivac, donde comemos y organizamos el trabajo.

Marta y Cristóbal se encaminarán hacia la escalada situada en la Galería de los Imputados, que quedó pendiente el último día. El resto, iremos hacia el Norte: Moisés y Zape trabajarán en una desobstrucción, y los otros tres acabaremos la topografía de unos pequeños ramales y después les seguiremos.

Un pasamanos “precario” nos sitúa en la zona a topografiar. Ni Gelo ni yo habíamos estado en esta zona, y nos llama la atención tanto el tamaño como lo enrevesado de las galerías: en apenas unos metros de grosor y anchura, tres niveles diferentes se encuentran rellenos de enormes bloques, cerrando la mayoría de las posibles continuaciones.

Mientras topografiamos en una de las zonas ya vistas, observamos dos posibles escaladas que habían pasado desapercibidas anteriormente, por lo que decidimos no desinstalar esa zona. Después, Wychy nos lleva a topografiar otra zona, con unas espinosas gateras que dan a una zona caótica y muy rota. Allí encontramos una cuerda que Wychy no recuerda, y optamos por desmontarla.

Tras esto, nos encaminamos en busca de Moisés y Zape. Ninguno de nosotros había estado en esa zona, pero las “meridianamente claras” explicaciones aportadas por los interfectos no parecían ofrecer duda… los tres primeros minutos. Tras revisar un enorme caos de bloques, llegamos a la conclusión que a la zona a la que han ido se accede por la cuerda que hemos quitado. Nos acercamos hasta su base y… coño, cómo me suena… Joder, si es la escalada que hice el primer día que encontramos este sector. Debe ser cierto que el omeprazol es un factor de riesgo para la demencia y la senilidad… Resignados, volvemos por las gateras espinosas para poder montar la cuerda, y desde allí tratamos de encontrar el lugar hacia el que se han dirigido los otros dos.

Unas balizas nos llevan a una trepada estrecha entre bloques con muy mala pinta. Llegamos arriba y nos encontramos con una estrecha fisura parcialmente desobstruida. Joder con el avance cómodo y de pié… Wychy y yo pasamos a duras penas, pero a Gelo no le pasa el pecho, por lo que decide volverse al vivac. Nosotros seguimos, por un terreno cada vez más peligroso. Allí, otras balizas nos hacen dar vueltas por entre un caos de bloques de los de “mírame y no me toques”, y como último recurso reptamos por un meandro estrecho que trae un hilillo de agua… Impenetrable; game over.




Nos queda claro que por acá no es, así que vista la hora optamos por volver derrotados hacia el vivac, revisando alguna cosilla y aprovechando para sacar alguna foto. En la tienda encontramos a Gelo, en plan zen (aburrido), y decidimos ahogar las penas en pasta, lomo y un poco de orujo de 90 octanos. Vista que la compañía no da para más (el bajo nivel de la tertulia, basada en la emisión de gases e improperios lo demuestran), nos vamos para el saco. Al menos, podemos coger los mejores sitios. Eso del compañerismo está sobrevalorado…




Poco después, llegan Zape y Moisés: han podido llevar a cabo la desobstrucción, avanzar algo más de 100 metros (realizando otras desobstrucciones parciales), pero finalmente una nueva estrechez les ha detenido; no parece que merezca la pena seguir insistiendo por ahí. Al no llevar material de topo, se convierte en otra más de nuestras “estimadas galerías”, que pueblan nuestras topos (para el mosqueo de los adictos a la suma de metros). Debido a que tanta desobstrucción ha alargado la cosa más de lo debido, la otra escalada sigue quedando pendiente de hacer. Como siempre, lo de ir cerrando frentes se complica más y más…

Cuando ya nos estamos quedando dormidos todos, en alegre compañía, aparece el sector andaluz. Y qué mejor que Marta, la pizpireta sevillana, para que nos relate sus andanzas por los “barrios bajos” del Mortillano.

Dejamos en el vivac al resto de la tropa organizándose y el equipo andaluz, Cristóbal y “Marta, ponemos rumbo a la escalada que tuvimos que dejar sin terminar la última vez. ¡¡Lo habíamos dejado casi arriba!! En apenas 4 dbz la pequeña ventana se abre dando paso a un precioso meandro de buenas dimensiones ¡¡buahhh, niñooo, qué bonitooo!! Nos emocionamos y al grito de “vamos, vamos” avanzamos por el suelo de arena blanca que se hunde crujiendo bajo nuestros pies.


Cristóbal subiendo a dormir al trastero...

...y descubriendo que le han cambiado la cerradura...

Enseguida se bifurca llevándonos a una sala desfondada, (posiblemente sobre la gran sala en la que iniciamos la escalada), con formaciones y pasos entre bloques que se van cerrando pero que hay que volver a revisar. Retrocedemos y seguimos por el meandro principal que es por el que viene gran corriente de aire. Avanzamos unos 100 metros, al principio de pie, después agachado, luego de rodillas y al final reptando como culebras; un estrechamiento nos impide continuar. 

...y optando por bajar al garaje, a sobar en el coche.
 
Cristóbal meditando en el rellano dónde ir a dormir...























Volvemos haciendo la topo y revisando alguna otra bifurcación hasta la cabecera del pozo de 40 metros escalado. Dejamos atrás la prometedora corriente de aire que nos fue guiando, ayudándonos a descubrir los secretos de Los Mares de China.”

¿Qué por qué ese nombre? Porque tenemos mucha imaginación, y porque dos andaluces con mucha energía, tiempo y terra incognita dan para mucho. Volvemos al vivac y nos encontramos a todos metidos ya en los sacos de dormir. Ni cena común, ni sobremesa, ni bromas, ni ná de ná.

Así que a dormir lo más rápido posible que estos cabrones nos llevan ventaja y mañana se prevé madrugón. Cierro los ojos, estiro la espalda, respiro profundo y no tardo ni 30 segundos en notar el viento en la cara y estar de nuevo surcando Los Mares de China.
 
Ya os habéis vuelto a comer todas mis dormidinas, cabrones...

Al día siguiente, un desayuno abundante, un paseo (un tanto dormidos) hasta la boca de Rubicera, un rápido y helador cambio de ropa, y una excursión a paso ligero acompañada por una ligera nevada. La jornada concluirá, como es costumbre, con birras donde Margari y papeo en Los Fuertes. Una vez en casa, la topo nos mostrará que hemos topografiado alrededor de medio kilómetro de nuevas galerías (más las pendientes de topografiar), y que Los mares del Sur parecen querer dirigirse hacia un piélago de nada. ¿Descubriremos allí nuevos continentes, o nos perderemos de nuevo en ese mar de caliza? Sea una u otra la respuesta, merecerá la pena. Seguro. 

La saca en primer plano es para equilibrar la composición, no por despiste. Que están hablando con profesionales, joder.

Con lo bien que estaba yo en casa, haciendo pogüerpoints...


viernes, 30 de enero de 2015

Rastreros (24 y 25/01/15)




¿Por qué gastar cuerda en pasamanos, pudiendo utilizarla en construir horcas?
Sábado por la mañana. La meteo daba -3º C en Ramales, y -5ºC en Soba. Con ese percal, cualquier excusa es buena para quedarse en la cama… Sin embargo, haciendo de tripas corazón nos vamos al club: Marta, Gelo, Cristóbal y un servidor nos encontramos allí. Pronto queda claro que el único con ganas de ir es el cañetero: que si habrá nieve, que si las cornisas estarán heladas, que si hace buen día para ir a andar a la nieve… Nada de esto conmueve a Cristóbal, que ignora nuestras quejas y nos planta en Los Collados en un periquete. Mientras tanteamos recelosos la nieve que hay junto al coche, volvemos al ataque: mejor lo dejamos para otro día, la cosa va a estar mú mal… Pero él, erre que erre. Así que cargamos los petates, con la íntima esperanza de que una costra de hielo nos impida acercarnos a la boca. Pero no vamos a tener suerte… Lo cierto es, de todos modos, que nada de -5ºC,sino 0º: ni frío ni calor, vamos…

Llegamos por fin a la boca, y dada la temperatura exterior, por una vez no remoloneamos demasiado antes de entrar. Recorremos a paso ligero las ya familiares galerías de Rubicera, y en el P.60 nos llama la atención la poca cantidad de agua que cae; debe estar todo congelado… Tras comer rápidamente en el vivac (hogar, pútrido hogar…), nos dirigimos hacia la punta, donde nos dividimos: Marta y Cristóbal se quedan haciendo una dudosa escalada en la base de una amplia sala, mientras Gelo y yo nos dedicamos a revisar laterales de la Galería de los Imputados.


Nada más comenzar, encontramos un par de conductos formados en la parte inferior de la galería, a favor de unos estratos parcialmente desplomados. Tras franquear unas cuantas estrecheces, salimos de nuevo a una variante inferior de la galería principal. Allí revisamos de nuevo las paredes, y encuentro una pequeña galería descendente. Entro a gatas, y la cosa prosigue con escasas dimensiones, pero con el suelo de arena y un clara forma de tubo; desciende de manera uniforme y va cogiendo forma de tubo, bien…. Pero pronto la pendiente desaparece, tornándose el conducto horizontal, y el sedimento comienza a acumularse; llegado a un punto, la continuación es imposible sin quitar arena. Tras dudar unos segundos, opto por comenzar a desobstruir: sólo un par de metros, a ver qué se ve… Pues se ve que el conducto hace curva a otros dos metros; pues vamos para allá; una vez pasada la curva, otros dos metros de desobstrucción parecen dar a un lugar donde la galería se amplía; ya puestos… Joer, tengo más polvo en la nariz que los cocainómanos comarcales el día de Nochevieja…

Enrevesado cual pago en diferido con triple carpado...
Por fin, tras seis metros un tanto angustiosos, el conducto vuelve a descender, con dimensiones más amables (pero a rastras, eso sí).  Pronto llego a un cruce: a la izquierda se estrecha demasiado, pero a la derecha continúa. Gelo está esperando, debería  volver…se joda, oye. Tras unas decenas de metros, el conducto se cierra, pero dos gateras laterales permiten continuar. Gelo se va a mosquear… Vamos para fuera. Una vez  en la galería principal, decidimos topografiar el ramal y continuar la exploración, pero a Gelo no le pasa el pecho, así que optamos por dejarlo. Antes de abandonar el lugar, fuerzo una de las gateras pendientes, y me permite llegar de nuevo a la galería principal, pero esta vez a la cascada del Río Totxe. Habrá que revisarlo la próxima vez…

Calidad de la foto en consonancia con la calidad de la roca escalada...
Volvemos hacia la escalada, y la pareja de dos nos dicen que aún tienen para un rato. Así que nos dirigimos a una zona de gateras apenas entrevistas. Allí, comenzamos la topografía de una zona muy laberíntica, a la que Gelo bautiza como “El hormiguero”. Tras unos 200 metros de topo, y un  montón de cruces sin mirar, salimos a apenas diez metros del lugar de la galería principal donde habíamos comenzado la topo. Al menos, se trata de una zona –relativamente- cómoda, y con bellos paneles de excéntricas en los sitios más insospechados.

Volvemos a la escalada, y allí siguen liados. Han subido bastante, pero aún les faltan unos metros para llegar a un lugar en el que parece entreverse la llegada de una galería. Así que Gelo y yo decidimos acercarnos a una zona gaterosa cercana a la Espeleogénesis, donde quedaron unos cruces pendientes de mirar.


Papá Noel inverso
El camino hacia allá es algo más largo y accidentado de lo que recordaba; a pesar de ello, llegamos y revisamos las incógnitas pendientes, que resultan no tener mayor interés. Ya allí, Gelo  muestra interés por echar un vistazo al nivel activo, en el que él no ha estado. Bajamos por los meandros hasta ella, y cuál es nuestra sorpresa al encontrar la galería prácticamente seca. Pues va a ser que no era el  río. Remonto un estrecho laminador por el que viene el agua, y que tiempo atrás detuvo la exploración. Ahora el agua está tan baja que permita pasar con cuidado. Avanzo una veintena de metros, hasta que el pecho se me engancha. Un forcejeo y paso; delante de mi, suena corriente de agua, pero avanzar implica tumbarse completamente en el agua y prescindir de una de las tres dimensiones. Opto por darme la vuelta, y compruebo que eso de que por donde has entrado se sale es cierto, pero no con el mismo esfuerzo. Un buen rato encajado me hace plantearme que quizá el desnieve no es el mejor momento para meterse en según qué sitios…

Parece, pues, que no se trata del nivel activo del río que marca todo este sector. Gelo indica que probablemente se trate de una galería que hace de trop-plein en épocas de fuerte caudal. Pero a la hora que es, prescindimos de más disquisiciones, y comenzamos la retirada. Son las nueve de la noche, y queda una tiradita hasta el vivac. 

Remontamos las galerías sin prisa (y sin fuerzas), y pronto llegamos a la ventana sobre el P.40. Allí podemos a preciar que en apenas ocho horas el caudal de agua se ha incrementado de manera importante, fruto del desnieve. Remontamos el P.40 y el Pozo de la Cascada (donde cae una preciosa –y atronadora- catarata, y de allí poco a poco hacia el vivac. Una vez en él, descubrimos que somos los primeros en llegar. Son las 23:00 horas, y no es que nos sobre ya mucha energía, la verdad…
Un rato después llegan los otros dos; nos dicen que se han quedado a unos cuatro metros de la supuesta galería, y que la cosa tiene buena pinta. Así que habrá que volver… Cenamos pasta y engendros mohosos varios, y hoy prescindimos de la tertulia, que estamos todos deseando entrar en el saco, a soñar los dulces sueños producto de la dormidina… Mientras nos vamos quedando dormidos, descubrimos como la arena de las gateras se ha introducido hasta en los lugares más insospechados de nuestra anatomía (no, ahí no; en los insospechados, joder, que hay que decíroslo todo…).

"Dormidina", Gelo, dijimos "dormidina"; no anfetamina...

El día siguiente, diana a las ocho. El fürher no nos deja remolonear más que un rato, así que rápidamente estamos desayunando. De camino a la calle observamos como los goteos son mucho más fuertes que el día anterior, si bien es cierto que el río principal ha descendido su caudal desde mitad de la noche. Llegamos a la boca, donde disfrutamos de una bella estampa del macizo del Porracolina nevado, y sin pérdida de tiempo nos dirigimos hacia el coche. En el camino, nos encontramos con Moi, Susanna, Teo y Agustín, que han venido de visita (Susanna, ya te vale; sin bizcocho no…). Así que todos juntos nos dirigimos al bar de Margari a comenzar el “Plan  B” del domingo…

El quinto se acercó demasiado al borde...

Conclusión: unos 400 metros de nuevas galerías (gaterosas y mediocres como nosotros, eso sí) parcialmente topografiadas, lo que nos sitúa ya en los 135 kilómetros y subiendo (como la prima de riesgo de los pobres griegos, me cago en el FMI…). A ver qué nos depara la próxima entrada…

We are a happy family...