martes, 2 de junio de 2015

Haciendo las Américas (23/05/2015)



Texto: Enrique Ogando (Zape) y Marta Candel.

Después de investigar y consultar con Juan de la SEII a que parte de la Rubicera ya explorada podíamos haber llegado desde Los Mares de China, por fin teníamos la información.

Así que con la habitual tónica, Cristóbal, Wichi, Marta y Zape nos dirigimos de nuevo a nuestra querida Rubi con la intención de llegar a los Mares de China por un camino algo más corto.

Mientras Cristóbal y Zape cambiamos varias cuerdas para facilitar el recorrido, Wichi y Marta se adelantan con la intención de ir localizando el lugar en el que, según las instrucciones de nuestro Gurú, había que hacer una escalada. Todos teníamos la info que nos había mandado Gelo por email estudiada concienzudamente.

 

Carabela “La Santa María”:

Terminamos nuestras modificaciones y vamos a su encuentro. Enseguida encontramos la escalada que había que hacer pero no nos encontramos con ellos. “Se habrán pasado y estarán revisando más adelante, ya se darán cuenta que por ahí no es y volverán”.

Como tenemos algo de material que no se habían llevado ellos podemos comenzar a escalar y nos da justo, justo para llegar  arriba. Nos recibe una enorme galería de 40 metros de alta por 5 de ancha bien bonita. Equipamos algunos obstáculos más hasta llegar a la cabecera de un pozo que no podemos bajar por falta de material, que da a la sala en la que estuvimos el otro día. Es sin duda la puerta de entrada a Los Mares de China ¡¡ Hemos conectado con la zona que queríamos!!

Volvemos haciendo topo para enlazar toda la maraña de las nuevas galerías de Los Mares de China con las “viejas” galerías que descubrimos el otro día que habían sido exploradas por la SEII hace años. Es lo que tiene viajar a China buscando Especias…que acabas encontrándote el oro de las Américas. ¡¡Este descubrimiento nos quitará varias horas de aproximación y nos ahorrará tener instalados kilos de material¡¡ Es la suerte de tener un Cristóbal en el grupo.

Seguimos sin escuchar a los otros dos. Se nos hace raro…

 

Carabela “La Niña”:

Ya no nos queda donde mirar. Hemos pasado por el puñetero Libro 6 veces. Y ni rastro ¿En qué momento nos podemos haber cruzado sin vernos? Porque no había muchas opciones según la descripción que tenemos concienzudamente memorizada…

Qué desesperación llevamos 4 horas dando palos de ciego. Ni encontramos la escalada ni encontramos a éstos…

grito hastiado: ¡¡¡¡¡Dónde os habéisss metiiiidoooo!!!!! 

En la lejanía: ¡¡¡en el libroooooo!!!

-Eyyyy, son ellos, al fin… No me jodas que están en el Libro, joder voy a coger el maldito libro y lo voy a romper…

Por séptima vez nos dirigimos al Libro. Antes de llegar voy hablándoles: joderrrr, dónde os habéis metido? Qué hartura de dar vueltas, bla bla bla…GLUP¡¡ 

-¡¡¡vosotros no sois los nuestros. Mierda, mierda, mierda¡¡¡ qué desilusión veros.

-Hombre, gracias por lo que nos toca.

Eran espeleólogos de Aranda de Duero haciendo la travesía. Echamos unas risas con nuestra desgraciada incursión subterránea del día y aprovechamos para comer algo con ellos y charlar un rato. Nos despedimos sin saber muy bien hacia dónde tirar. Decidimos volver a revisar la única zona por la que seguro que no era, según la descripción que tenemos concienzudamente memorizada…… Y ¡¡¡Zas!!! Ahí estaban. Les oímos volviendo. ¡¡¡Mecagüentóloquesemenea¡¡¡

Resultado de las exploraciones del día: conexión del viejo y nuevo mundo y una revisión muy pero que muy exhaustiva del área circundante a la escalada.

lunes, 4 de mayo de 2015

Cumpleaños infeliz (1 y 2/05/2015)



Ni posando y estando malo puede parar quieto...


 Fotos: Marta Candel y Ángel García

Aprovechando la fiesta del 1 de mayo optamos por montar una manifa en Rubicera. Y tenemos menos éxito que UPyD cuando organizó la de la Puerta del Sol: el Rubio tiene lío, Gambino mejores planes… Al final, estamos Gelo, Cristóbal,  Marta, Zape y yo. Al salir del club nos encontramos con Pedro y Nuria, que marchan con la Cambera (y con unas cuantas cervezas). Tras el café de rigor en el Coventosa, enfilamos el camino de Rubicera. El sur nos acompaña todo el camino de aproximación. Nos cambiamos comentando las mejores jugadas del mundillo subterráneo cántabro, cuyas aguas bajan más revueltas que las tripas de Zape.

Cristóbal se encuentra malo, y apenas habla, lo que quizá (y sólo quizá) nos permita ir a un ritmo medianamente humano al resto de los mortales. En la cabecera de uno de los pozos, mientras Gelo retoca la instalación, Zape se mete en una estrechez que habíamos dejado pendiente de revisar y encuentra un nuevo meandro, de dimensiones cómodas. Lo sigue hasta un desfondamiento en el que hay que equipar un pasamanos de unos siete metros, por lo que lo dejamos para mejor ocasión (todas las cuerdas nos esperan en el vivac).

Ya en el vivac, comemos rápidamente y nos dividimos: Marta, Zape y el enfermo irán a una escalada pendiente situada al norte. Aunque no tiene una gran pinta, nos queda relativamente cerca (unos 180 metros) de las nuevas galerías descubiertas la semana pasada en la Sima de la Maza. Si sonará la flauta… Por otra parte, Gelo y yo vamos a revisar el caos de bloques por el que proviene el río, y a hacer otra escalada en una enorme galería colmatada por bloques como casas (sin exagerar; bueno, o con una exageración no excesivamente exagerada).

Al llegar al río me toca meterme entre los bloques (ventajas de ser de tamaño medio, y no familiar, como Gelo). Tras quitar algunos, llego a una fisura… y encima me encuentro a Zape. Este tramo pasa por debajo de la otra galería. Intento llegar al cauce activo quitando bloques, y finalmente lo logro. Pero un poco más arriba el paso se cierra completamente. Game over (otra vez). Dejamos un aporte colgado para mejor ocasión, y nos vamos a hacer la escalada pendiente.

La galería a la que vamos es enorme; apenas vislumbramos el techo 30 metros más arriba. La continuación de la galería se ve colapsada por un descomunal caos de bloques, que pretendemos superar escalando. Retomamos la escalada iniciada tiempo atrás por Wychy (no comentamos sus técnicas de escalada para no herir susceptibilidades), y tras montar una cabecera Gelo hace una travesía hasta una repisa. En ella, una colada que viene de encima parece sugerir la  posibilidad de una continuación. Gelo comienza la escalada en colada semidura, y logra superar varios metros, mientras los parabolts muestran una preocupante tendencia a la holgura. Algo más arriba, una estrechez en la colada permite ver una oquedad. Agrando el paso, y tras una salita encuentro una rampa descendente. Instalo cuerda, y la rampa me deja en la cabecera de una vertical de unos 20 metros. Con el foco de Gelo vemos que se trata de otro recoveco de la gran galería, así que desinstalamos y seguimos la escalada.


Ahora me toca a mi, y avanzo penosamente con mi conocido estilo patoso, haciéndome un lío con taladro, estribos, bagas y toda la pesca. Finalmente, unos metros más arriba llego a lo que parece un nivel estable. A la izquierda, la roca madre; la sigo hacia arriba, pero unos cuantos metros más allá, de nuevo el sempiterno caos de bloques corta el avance; y esta vez sin posibilidad de continuación. 
Resignados, comenzamos a desequipar toda la escalada, tratando de bajarnos sin abandonar apenas material, usando naturales y cintajos.


Finalmente, cargados como mulas regresamos al vivac, donde nos encontramos con el resto de la tropa. A ellos no les ha ido mucho mejor: la escalada no ha dado ningún resultado. Así que, por ahora, damos por  finiquitado el “Frente Norte” de la nueva red de galerías de Rubicera. Quizá futuras exploraciones desde la Maza nos permitan reabrirlo, pero  por ahora, y tras mucho esfuerzo, los bloques nos han ganado la partida.

Cenamos la habitual pasta y para el catre temprano. A Marta esta vez la dormidina le pega “de normal”, y pronto las risas dejan paso al silencio propio del lugar. Interrumpido, como no, por ronquidos, bufidos y otras sonoridades de naturaleza intestinal. Jlamour.

Al día siguiente remoloneamos hasta las nueve. Desayunamos fuerte, y para abajo. Hoy la idea es explorar las cosas que quedaron pendientes en la Galería de los Mares del Sur. Cristóbal sigue hecho polvo, y no podemos disfrutar del gracejo andaluz en estéreo (hemos de conformarnos con el de Marta). Mientras rapelo por los pozos, me asaltan profundas reflexiones sobre el hecho de qué hago aquí el día de mi cumpleaños. La respuesta no deja en buen lugar ni mi vida social, ni mi inteligencia, ni mi nada.

Va a ser que la manifa no era por acá...
Llegamos finalmente a la base de la escalada que se curraron los andaluces (y que es bautizada, en un alarde de imaginación, como Escalada de los Andaluces). Unos 40 metros de subida por un bello pozo, hasta llegar al nacimiento de un meandro con hermosas formaciones en el techo. Poco más allá, el meandro se abre en una sala, y comemos algo antes de dividirnos el trabajo. Cristóbal y  Zape se van hacia la desobstrucción con aire; Marta y Gelo comienzan a instalar una vira que nace allí mismo, y que parece dar a un nivel colgado. Y yo, rastrero, opto por ir mirando los pequeños tubos que mueren en la salita. Todos ellos acaban colmatados por bloques un tanto inestables; se ve que ha habido un  nivel amplio encima, pero no es accesible. Llama la atención la abundancia de bloques margosos y areniscosos, que contrastan con la caliza pura del lugar en el que estamos. En uno de los tubos encuentro el esqueleto de un murciélago. Lirones vemos por todas partes, pero los murciélagos no acostumbran a entrar a distancias tan lejanas del exterior. ¿Habrá otra vía más cercana al exterior?

Estado del votante medio mientras espera que su partido cumpla las promesas electorales...




De mientras, la travesía de Gelo y Marta no ha dado ningún fruto, por lo que tras desinstalarla nos dirigimos a buscar a los otros dos satélites. Cuando los encontramos, sorpresa: han alcanzado unas galerías enormes, con una sala descomunal, un impresionante meandro… Todo magnífico salvo un pequeño detalle: está pisado, con abundantes marcas de carburo. Nuestra moral baja muchos enteros. Los dos nos describen un poco el kilómetro aproximado que han recorrido, y optamos por acercarnos a ver la gran galería meandriforme, a ver si nos suena de alguna zona conocida de Rubicera. Tras recorrer un buen trecho, no llegamos a ninguna conclusión. Volvemos, y Gelo y Zape hacen unas cuantas tiradas de poligonal que nos permitan hacernos una idea de dónde estamos. Tras esto, comenzamos una lenta retirada. Cabizbajos, aunque con la esperanza de que a través de estas no-nuevas galerías encontremos un acceso más cómodo a las puntas de exploración que aún tenemos pendientes.

Dejamos un nido de material considerable en la base de la Escalada de los Andaluces, y retomamos el ascenso hasta el vivac. En el río, soy agasajado con un emotivo –aunque notablemente desafinado y descoordinado- “cumpleaños feliz”, acompañado posteriormente por no una tarta de cumpleaños, sino unas horrendas barritas energéticas. En fin, menos da una piedra…


Los 20 kilómetros (más o menos) que llevamos en este sector. Daltónicos, abstenerse...
Tras recontar el material del vivac y llenar las sacas de basura, enfilamos hacia la calle. Se va notando el esfuerzo, pero vamos a buen ritmo. Sin embargo, en un pequeño pasamanos la lío: al izarme, noto como algo se rompe en el gemelo derecho. Alarmados –no mucho, dado mi habitual histrionismo- por los berridos, llega el resto de la tropa y me ayudan a salir de la cuerda. El dolor es fuerte, así que Cristóbal (que ya va recuperando) me coge la saca, y seguimos para afuera, aunque con un ritmo bastante más lento. Afortunadamente, ha sido a apenas unos 40 minutos de la calle (aunque esta vez tardaremos bastante más); no quiero ni pensar cómo habría sido abajo del todo. De "Rastreator" he pasado a "Arrastradator". El compañerismo no es óbice, sin embargo, para que de paso me graben humillantes escenas cojeando por los caos de bloques…


Ya en la calle, nos recibe un fuerte viento sur, pero todavía queda un poco de luz, así que aprovechamos antes de que la pierna se enfríe. La rampa con cuerda me cuesta un montón, pero tras ella llegamos a la pista y la cosa se pone mejor. Sapos, víboras y fauna varia nos despide de esta enésima aventura en las entrañas del Mortillano. El año que viene, el cumpleaños en el bar, lo juro…

jueves, 30 de abril de 2015

El sistema del Mortillano crece de nuevo (25-4-2015 )



Hace unos meses decidimos reequipar una de las simas que forman parte del sistema y que exploró la SEII. Nos llamaban la atención algunos de los ríos que recibe y algún nivel fósil que se mencionaba en la descripción de esta sima.

Comenzamos el reequipamiento y bajamos hasta la llegada del río que pensábamos podía estar relacionado con el sumidero de Rueñes  situado más de un kilómetro al norte. El río llegaba desde una cascada de más de 20 metros; parecía bastante complicado llegar a él y remontar su curso, pero era una opción. Dejamos pendiente la visita a las zonas fósiles, pero llegaron fuertes y prolongadas lluvias que nos impidieron trabajar en esta sima, por la existencia de algunos laminadores con río.




Finalmente el sábado nos juntamos unos pocos ya que el personal esta liado con la familia y la política, somos tres, Marta, Zape y Angel, los que nos dirigimos al agujero con viento sur y amenaza de lluvias. Bajamos clavando nuevos anclajes y cambiando cuerdas, ya que la última incursión tuvimos problemas “logísticos”, por no decir que somos un desastre...




También los castreños nos cuentan sus últimas aventuras por el país de los “chingones”. Se han traído un periódico tipo “El caso”, que es verdaderamente alucinante…

Llegamos al P32 que en su primera parte da acceso con un péndulo a un meandro fósil y pronto desfondado , hasta un P15. Bajo este de nuevo meandro desfondado hasta una sala caótica con bloques y varios cruces de meandros.
Zape se pierde en uno de los meandros hacia el Sur y Marta y yo cada uno por su lado acabamos confluyendo en un meandro hacia el noroeste, por el que avanzamos sobre cornisas y con ruido del río muy muy al fondo. Pienso que estamos siguiendo el afluente que pobablemente proviene de Rueñes pero mucho más alto.
Volvemos a la sala para esperar a Zape que ha seguido otro fósil, en altura y piensa que por una zona no explorada; pero le convencemos de que hay más futuro hacia el norte.
Vamos, pues, hacia el norte, ellos en punta y yo haciendo topo, con algún paso delicado que precisaría cuerda aunque pasamos sin más. Una trepada delicada sobre el meandro precisa asegurar a Zape; se va hasta el final de la cuerda y nos dice que subamos que hay galería.

Le seguimos, y tras unos pasos entre bloques se asciende una corta rampa que nos deja en una gran galería de unos 3 metros de altura, pero más de 30 metros de anchura, con suelo de bloques. Marta muestra su ilusión habitual en todo lo que hace y hasta los bloques le parecen bonitos; aunque, teniendo en cuenta lo que tienen en casa, no me extraña.

Más adelante, en la pared derecha, un agujero da a una salita a la que llega un meandro ascendente que no exploramos.  En dirección a la galería, y bajo ella, un hueco entre los bloques muestra una galería inferior que precisa cuerda para bajar.
Seguimos ascendiendo entre bloques por la galería y pronto se intuye una gran negrura que anticipa lo que pronto encontramos: una gran sala de más de 40 metros de ancho y entre 20 y 40 metros de altura. Curiosamente, el suelo es muy plano, como si los grandes bloques que la forman se hubieran encajado y colocado para formar un suelo regular.
El río se oye con claridad, y parece que hay una cascada delante nuestro.  Efectivamente, tras superar un muro de grandes bloques, llegamos a una pared de negros estratos areniscos por los que cae el agua desde unos 6 metros de altura. A la derecha parece llegar una chimenea  y también un posible acceso a nivel superior del estrato arenisco.

Mientras  Marta y yo terminamos la topo, Zape consigue entrar en la zona del río y recorre 30 metros de penoso laminador con aire y agua, exactamente lo mismo que hemos dejado pendiente en Rueñes. Está muy claro que se trata del mismo río y luego la topo confirmará las cotas y direcciones, por lo que nos espera un futuro muy “negro” y nunca mejor dicho: arrastrándonos por 900 metros de laminadores que son los que faltan ente ambas cavidades.
Volvemos revisando los laterales de la sala con un meandro colgado a más de 8 metros, y en la pared oeste, tras un bloque que la esconde, la entrada de una pequeña galería con aire claro y dirección sur oeste; es decir, hacia Rubicera, cuyas galerías norte no están a más de 150 metros y la misma cota. Pero en este negocio nada es lo que parece y ya veremos qué sorpresas nos aguarda.
De momento un desfonde corta el paso y precisa material que ya no tenemos, así que nos retiramos con nuestras cábalas y los estómagos vacíos.
Reequipamos la trepada y algún paso de los meandros de ”Colorín Colorado” y comenzamos el ascenso por las cuerdas, incómodos meandros y húmedo laminador, que nos llevan dos horas de subida y algunos juramentos en los pasos no aptos para osos...
A las 23:00 estamos en el exterior, con viento sur y sin lluvia, que hasta para eso hemos tenido suerte hoy. Caminamos hacia el coche con la alegría del que ha pisado terreno virgen, aunque las once horas y media de actividad nos han dejado mucho hambre, y sólo pensamos en dónde vamos a cenar..

Así que esta historia termina como todas las nuestras: comiendo y bebiendo, claro...

Bueno, y con casi 400 metros de nuevas galerías y promesas de más metros y mucho mucho sudor...



viernes, 17 de abril de 2015

Resumen de las exploraciones en el Mortillano hasta 2011



Mientras ponemos al día el montón de topos, datos, fotos y demás de estos últimos años en los que hemos estado pajareando por Rubicera, ahí va un pdf de un ponencia que presentamos hace tiempo en las Jornadas de ACANTO, en Laredo. Cuando la hicimos, comentábamos que las exploraciones se nos estaban poniendo cuesta arriba, que habíamos tardado más de un año en pasar de los 114 kilómetros a los 115, y que el futuro no parecía muy claro. Tres años después, llevamos 20 kilómetros nuevos, y subiendo...

sábado, 11 de abril de 2015

Pas(and)o de Semana Santa


 Fotos: Enrique Ogando (Zape)

Esta Semana Satán (que diría Mongolia) estamos bastante remolones. Así que entre eso, las diversas responsabilidades paternales del personal (eso sí que es complicarse la vida, y no las cuevas), y la charla que tiene que dar Wychy en las III Jornadas de Espeleología de Lanestosa, optamos por un plan muy light el jueves: ir a revisar una pequeña galería en el entorno del Cuivo que, aunque mirada, no aparece en las topos que tenemos.

Así que de mañana nos plantamos Marta, Zape, Gelo y yo en el club. Preparamos material y nos dirigimos al Mortero, previo café en La Gándara (lo dicho, remoloneo a tope). Al  llegar a la boca, lo primero que nos llama la atención es que no hay nadie: ni slack-liners ni cueveros. Si es que la espeleo ya no es lo que era...

Bajamos por la cuerda (que alguien ha cambiado, cosa que se agradece, pues la que dejamos tiempo atrás parecía un cable de acero) y nos encaminamos hacia el cruce del Cuivo. Las cuerdas de las rampas están bastante tocadas, como es habitual. La cascada lleva agua, pero el río ha bajado bastante, así que en un pis pas nos encontramos al pie de la galería que queremos revisar.

Tras una trepada nos situamos en una sala en la que parecen confluir varias cosas: un par de meandros, una línea de pozos, una fisura rellena de escombro con algo de aire... Marta y Gelo comienzan a hacer una escalada a una ventana que se intuye a unos 7 metros, mientras que Zape se va por un meandro ascendente, levemente pisado. Yo me meto en una zona gaterosa y parcialmente colmatada por bloques, en busca de la corriente de aire. La mayoría de los conductos se cierran o se estrechan demasiado; pero hay uno con buena pinta, que requerirá una desobstrucción (queda pendiente para otra ocasión...).


Zape vuelve de revisar su meandro y, mientras los otros acaban la escalada, nos dirigimos hacia el tubo principal. Se trata de un estrecho y alto meandro (en algunos lugares supera los 10 metros) por el que se avanza en oposición. Revisamos algún pequeño lateral, que se cierra sin mayor interés. La parte final del meandro va perdiendo dimensiones, obligándonos a reptar. Finalmente, llegamos a una trepada por la que viene el agua, entre colada. El aire también viene de allí, pero es impenetrable. De vuelta, revisamos un pequeño cruce. Llegamos al punto en el que lo dejaron los anteriores exploradores (suponemos que franceses, dado que hay restos de topofil). Tras quitar algo de arena y un par de bloques logro pasar, pero tras una decena de muy estrechos metros, la gatera acaba desfondándose encima del meandro principal. De mientras, Zape ha ido haciendo la topografia, así que volvemos poco a poco hasta la sala.


En ella no encontramos a los otros dos: han acabado la escalada, y han sacado unos cuantos metros nuevos. Por un lado han vuelto a dar a la zona de la sala, pero queda pendiente otra escalada a un posible nivel superior. Finalmente aparecen, y las cigarras gorronas aprovechamos para tripear la comida que las hormiguitas precavidas han traído.

Como hay compromisos sociales ineludibles (no, procesiones, precisamente, no) optamos por ir saliendo mientras Zape nos tortura con sus "poneos ahí" para una sesión de fotos en la que un magnífico entorno sólo desmerece por lo cutre de los modelos (Marta, mejorando lo presente). Así que en un rato nos encontramos en la calle; de nuevo nos sorprende que un Jueves santo no haya hecho acto de presencia nadie por el  Mortero. Debe ser que la fe mueve montañas, pero no torcas...

En fin, tras un día de relax, apenas hemos sacado unas decenas de metros nuevos y un par de posibles continuaciones que tampoco prometen grandes sorpresas. El próximo día que tengamos vago volveremos por allá. Conociéndonos, será más pronto que tarde...