Como dirían los Vómito, un día más esperando el final (o, al menos, las vacaciones). De mientras, habrá que matar el rato (ya que a la gente, incomprensiblemente, no dejan) como se pueda. Así que Gelo, Cristóbal y yo volvemos a la Torca de la Calera, a ver qué nos depara esta vez...
De camino a la torca Cristóbal descubre que se ha dejado el mono en el coche, así que le toca volver para allá, mientras nosotros vamos piano piano, disfrutando de los espinos (Cristóbal, más, como nos mostrará luego). Nos pilla bajando la ristra de pozos, y nos dirigimos los tres a la desobstrucción de la zona oeste del Rabo de Satanás. Hoy estamos más juiciosos (o menos motivados) que la vez anterior, y tras tantear un poco, decidimos que los bloques inestables no parecen muy dispuestos a saltarse la Ley de la Gravedad, por lo que es mejor no incordiarles demasiado.
De retirada, Cristóbal y Gelo hacen una escalada que podría situarnos en un nivel superior, última oportunidad para poder avanzar en esa dirección. En un blog como dios manda, ahora os diría que por aquí logramos continuar. En realidad, no sólo no tiró, sino que la escalada estaba hecha, y yo no me acordaba: mi alzheimer comienza a alcanzar cotas dignas de Ramón Tamames...
Mientras ellos escalan, me voy a revisar una pequeña galería. La vez anterior estuve con el Pesca, y acabamos en una estrechez con una levísima corriente. Sin embargo, hoy sopla bastante más. Nos decidimos a tantear un poco, y mientras Gelo hace de mulo de carga, Cristóbal y yo martillamos rocas sin descanso. Tras un buen rato, logro pasar y...
¡Ah, la sensación de entrar en territorio virgen (no seáis guarros, hostia)! Esto es lo que compensa el cansancio, el miedo, las horas de sinsabores... Un subidón de adrenal...cagoendios... huellas... La puta cueva nos la ha vuelto a liar: por enésima vez, hemos salido a una zona ya conocida. Esta cavidad es más liosa que las justificaciones del pago en diferido de Bárcenas... Lo más grave es que ni siquiera reconozco la galería... Avanzo un buen rato, y al final salgo a un gran pozo, poco por encima de su base: es la vía principal, y estas galerías fueron exploradas por los espeleólogos que encontraron la torca hace un porrón de años, las huellas son suyas.
Revisamos y topografiamos unos 200 metros de galerías ya conocidas, descartando cualquier posible continuación. Retrocedemos hasta donde tenemos los petates (y el agua, que llevamos horas sin beber). Dejamos la cuerdas instaladas, para que el resto de compañeros puedan disfrutar de esta vía (y que la desinstalen ellos) y salimos echando unas fotos. Un anochecer marcador por el viento sur nos acompaña hasta el coche (y también nos acompaña una víbora que casi pisamos), poniendo fin a la jornada con unas cervezas donde Willy. Otro fracaso más, como marcan los cánones de esta odiosa sima...
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