Sierra del Hornijo 12 de Abril de 2025.
La meteo como casi todos los días últimamente es muy
inestable con pronóstico de viento sur, calor y lluvia, que parece empeora a
partir de las 12:00, lo que esperamos al menos nos de opción de subir hasta la
cueva sin mojarnos.
El objetivo es una habitual de los últimos tiempos, donde
trabajamos intensamente con la esperanza, de alcanzar la gran cueva del
Carcabon que se encuentra más de 300 m. más abajo.
Es la cueva del Valle del Oso, de la que ya hemos hablado
sobradamente en otras crónicas.
Hoy estamos cuatro sujetos, Marta, Zape, Pedro y Ángel, que
quedamos en el club para recoger el material, que hoy tras los fallos que hemos
tenido con los taladros pesados, incluye dos taladros unos de 36 v. y otro recién
adquirido de 24 v.
Tomamos el café ritual en el Willy y salimos para la montaña, en dos coches que Pedro quiere volverse pronto. Cargamos las mochilas que pesan mucho con tanto taladro y pesadas baterías.
Hace mucho calor y bochorno, por lo que sudamos copiosamente
en el ascenso de más de una hora, donde charlamos y comentamos la actualidad,
de los aranceles o de los problemas de la sanidad. Por fin en la boca nos
cambiamos la ropa empapada de sudor y bebemos para aplacar la sed. Hemos
llegado sin mojarnos con la lluvia pero las nubes son amenazantes.
Pedro nos sorprende y se pone a comer un plátano, con la
alergia que tiene a la fruta, aunque sus modales dejan mucho que desear.
Una vez equipados sobre las 12:00 entramos en la cueva con
sus galerías en general amplias y arenosas para llegar a un amplio pozo y otros
más pequeños con cabeceras estrechas. En el último pozo, una fisura lateral nos
mantiene ocupados desde hace tiempo, con días de esperanza y otros de
frustración, que se han visto aumentados con dos fallos de la batería y el
taladro, que nos han hecho salir sin apenas producir nada, después de tanto
trabajo de aproximación.
Hoy estamos decididos a que la técnica no nos detenga y Zape
toma su nuevo juguete como si de un niño se tratara.., bueno de echo se ven
niños menos ilusionados ante un nuevo juguete.
Empieza la tarea y se pone muy contento ante el buen
rendimiento de la máquina, pero de repente esta se para y a Zape casi le da un
infarto, mientras el resto dudamos de si reírnos o llorar. Afortunadamente solo
se ha salido un conector y todo funciona bien.
Todos tenemos un aspecto bastante miserable, pero Pedro
destaca entre nosotros, con un mono que se cae a pedazos y el resto del equipo
que no está mucho mejor.
Superada una curva, un paso estrecho parece llevar a un
hueco más amplio que nos da esperanzas y mucho trabajo para superarlo, pero lo
conseguimos, primero los dos mas pequeños del equipo, Pedro y Marta, lo que les
ha permitido arrancar a Zape de la punta de trabajo, esto le produce un “mono”,
que apenas puede contener.
En la zona más amplia por decir algo, con sus 3 m. de alto,
un metro de ancho y dos metros de largo, lo que últimamente se ha convertido en
un lujo, una nueva zona estrecha desciende con una fuerte curva de meandro,
pero hay un cambio notable. Al gritar se percibe un eco que pensamos
corresponde a una zona mas amplia pozo o sala.
Pedro se cuela por la primera parte del estrecho, tratando
de llegar a la curva y ver al otro lado, pero aún no es posible y tendrá que
ser otro día.
Este eco nos ha producido un subidón de expectativas e
iniciamos el ascenso muy contentos, pero al salir al pozo comprobamos que cae
bastante mas agua que a la llegada, está claro que fuera ha llovido mucho.
EL primer pozo no presenta problema ya que la cuerda va muy
alejada, pero el segundo pozo que tenemos que ascender, tiene su base muy
regada y nos mojamos bastante hasta el fraccionamiento. Los pozos intermedios
tienen pocos problemas salvo una salpicadura que incordia al rebotar el agua en
una repisa. Pero en la base del P50, la lluvia es abundante sin que tenga
ninguna solución, así que no queda otra que agachar la cabeza y subir con
calma.
Con el mono empapado hay que arrastrarse por la cueva, en
zonas de arena y tierra, lo que nos deja como una croqueta y con un aspecto aun
más “Miserable”.
En el exterior afortunadamente parece que ha dejado de llover y tras cambiarnos, bajamos ya con la noche rodeándonos y el suelo muy encharcado, lo que confirma que la tarde ha sido lluviosa.
Una gran salamandra
en el camino parece que ha salido a disfrutar de la lluvia. Llegamos a los
coches y nos vamos a cenar, que el hambre nos aprieta.
La cueva nos está haciendo sufrir, dándonos una de cal y
otra de arena, pero hoy hemos vuelto llenos de esperanza y agujetas.