lunes, 12 de octubre de 2015

Estadística (3/10/2015)



Otra vez de vuelta al torco, tras el obligado parón. Este fin de semana nos hemos juntado Mois, Wychy, Cristóbal, Marta, Zape y servidor para ir ventilando una serie de incógnitas en la Sima de la Maza. El viernes ha llovido lo suyo, y la noche no le ha andado a la zaga, por lo que vamos un tanto moscas. Un chute de cafeína en La Gándara, y el hecho de que el cielo parezca limpiarse de nubes nos animan.

De camino a la sima Wychy se dedica a recolectar una buena colección de hongos (pero, ¿a qué venimos, a setas o a torcas?), mientras nos cambiamos en un ambiente helechal-garrapatil. Vamos desfilando todos por la estrechez que da paso a la sima. Aunque circula un poco de agua por el meandro, no parece particularmente amenazante, por lo que pasamos el paso bajo sin pena ni gloria.
Tras los pocetes y los pasamanos que nos sitúan en la sala desde la que comienzan las nuevas galerías, vamos remontando calmadamente (algunos, pues otros parece que tienen la proverbial guindilla en el orto). Pasamos por el primer nido de material, y recogemos todo, pues vamos a escalar unas cuantas ventanas que se encuentran más allá. Nos dirigimos hasta la base de la primera, donde aprovechamos para comer (chocolate al punto de sal, manda narices, qué no inventarán…) y repartir el material. Cristóbal y Zape se quedan aquí, para hacer una escalada de unos 15 metros. Aunque lo que se arriba no parece especialmente prometedor, es uno de los puntos de las nuevas galerías que más se acercan a lo que tenemos explorado en Rubicera: apenas 140 metros nos separan de galerías conocidas, y a la misma cota…

Los demás seguimos hasta el siguiente nido de material, en la base de una escalada de unos 30 metros. Aquí se quedan Moisés y Wychy, con buena parte del material. Por nuestra parte, Marta y yo nos dirigimos a hacer una pequeña escalada que nos permitiría seguir remontando una río que viene desde el norte deslizándose por un estrato areniscoso (no el que creemos que viene de Rueñes, sino otro ubicado más al Oeste).


Llegamos a la base del estrato margoso, de unos 3 metros. Optamos por escalar por un lateral, que parece dar paso a un meandro (y que suponemos nos permitirá alcanzar el río). En su base, una colada está plagada de una miríada de arañazos de lirones, muchos de cuyos restos tapizan esta zona.
Empiezo la escalada con mi habitual torpeza, estrangulándome con estribos, cables de taladro, cordinos y demás mandanga, ante la resignada mirada de Marta, que ve que va a pasar frío. Como no hay parabolts, toca spits. Y es una mierda escalar con esto… Primer spit: agujero demasiado corto; bueno, estoy cerca del suelo, no pasa nada… Segundo spit: agujero demasiado largo; va, limpiando un poco la cabecera, algo roscará… Tercer spit: demasiado corto; si es momentito… Cuarto spit: demasiado largo… Y así toda la escalada… Pero bueno, si aplicamos criterios estadísticos, en lugar de decir que en los 8 metros de escalada no he metido ni un seguro bien, podemos afirmar que, de media, todos han quedado perfectos, ¿no?

Resulta que el meandro es independiente del río (a pesar de no haber más de un metro y medio entre ambos), y al llegar a una amplia repisa a unos 8-9 metros vemos que es la base de una amplia chimenea. A unos 12 metros se ve una posible galería (en su base volvemos a encontrar otro buen montón de restos de lirón), pero no tenemos suficientes anclajes, pues los otros dos equipos se lo han llevado casi todo.


Dejamos instalado en fijo para volver, y mientras tenemos una animada conversación literaria (que se note nivelazo cultural), Marta se sube por un techo hasta poder alcanzar la llegada del río; tras un par de acrobacias, la incógnita queda zanjada: el agua viene por una estrecha fisura de pocos centímetros de altura, y sin nada de aire…


Volvemos hacia atrás, y Wychy y Moisés nos piden que les acerquemos una batería. Mientras Marta se dirige hacia allá, reviso algunos huecos entre los bloques de la sala. Tras desobstruir en un sitio, logro pasar a una caótica zona de bloques por la que viene un pequeño riachuelo. La remontamos un rato entre bloques, hasta que se vuelve completamente impenetrable por todos lados.
Nos dirigimos entonces hacia la escalada de Cristóbal y Zape. Vemos que ya la han hecho, pero no hay cuerda, por lo que suponemos que han ido a otra pendiente, en el primer nido de material. Llegamos allá, y vemos que también está hecha, pero ni rastro de ellos. Mientras revisamos algún lateral más llega la pareja, un poco cariacontecida: ambas escaladas se cerraban, y encima se les han roto 4 dbzs. Uno vale, pero cuatro… Al menos, tras acabar con las escaladas, revisando una vía lateral han encontrado una galería (aparentemente paralela a aquella por la que venimos) que han explorado y topografiado (136 metros).

Picamos algo esperando a los otros dos. Tras un buen rato de frío, a las nueve y cinco decidimos dejarles una nota y comenzar a subir, para no amontonarnos en los pozos. El camino de vuelta se hace cansino. Pasado el paso bajo nos cogen Moisés y Wychy: se han quedado sin material, tras haber escalado unos 35 metros, en condiciones bastante precarias (barro, roca podrida…) y aún quedan otros cinco metros para llegar a un “algo”. Se las han visto y deseado para descolgarse posteriormente, pues andaban tan justos de material que sólo les ha sobrado un parabolt y un metro de cuerda.

Finalmente, hacia las doce de la noche llegamos a la salida. Moisés, Wychy y yo, que vamos los últimos, como no hemos tenido bastante paliza, optamos por dar un bonito paseo a la luz de la luna; vamos, que nos despistamos, ante el regocijo generalizado del resto. La noche es ya fría, así que no hay mejor remedio que parar en La Gándara para entrar en calor con un buen bocata de panceta y una birra… Lo que son metros, no acumularemos muchos; pero lo que es colesterol…

viernes, 11 de septiembre de 2015

Carcabon última del verano

Sábado 29-08-2015.
Como ya hemos comentado en otros artículos sobre esta cueva, la exploración en ella se está haciendo en cooperación con Patrick y Sandrine Degouve y por supuesto con el permiso del tiempo que en esta cavidad se convierte en crítico.
Por tanto esta salida de fin de agosto puede ser la última del año o al menos la última del verano.
Por nuestra parte hemos participado Moises y Angel, que son los únicos que no tenían compromisos familiares o de otro tipo, el equipo francés como siempre los incombustible Patrick y Sandrine.
Quedamos en la boca a las 9:00 y tras las presentaciones nos ponemos los neoprenos y cargamos las sacas, sobre todo Moi que se ha dejado su saca y tiene que llevar una Serpa de gran volumen por una galería de pequeño volumen.

Una mejora que han realizado los Degouve en el paso estrecho mejora mi transito aunque no evita que llegue con la lengua fuera al primer lago como siempre.

 La segunda mejora que han realizado en las rampas barrosas acelera el ascenso y sin más historias llegamos al otro lado de los lagos, donde nos quitamos los neoprenos y nos ponemos el mono interior bajo el mono exterior mojado.








Avanzamos por las grandes galerías y ascendemos al nivel fósil, donde nos dirigimos al paso entre bloques que conduce al siguiente nivel de galerías de gran tamaño, con rampas de colada y grandes bloques, que precisan instalar algunas cuerdas de ayuda.
 Los tramos de coladas y formaciones se intercalan con otros de barro pegajoso y montones de piedras hasta alcanzar lo alto de la galería, para volver a descender hacia un embudo, que se estrecha en un paso, por el que bajamos a un meandro muy ventilado.






Unas curvas más tarde salimos a una galería de buen tamaño y muy bonita con suelos y techos bellamente decorados. Avanzamos hacia la izquierda dejando alguna sala a nuestra izquierda y llegamos al primer objetivo y resalte sobre una sala amplia y barrosa. Comemos algo y montamos algunos naturales para bajar, cosa que realizo como puedo resbalando en una rampa de barro pegajoso y tratando de hacer travesía hasta un punto elevado. Lo consigo y fijo un improvisado pasamanos que permite a los demás llegar hasta allí. Poco más adelante la galería de nuevo se desfonda en un salto de mayor tamaño y complejidad para instalar, por lo que decidimos ir a otros puntos más fáciles y que no precisen taladro.
Remontar la cuerda y su cabecera natural resulta bastante incomodo, por lo que Sandrine realiza algún cambio que mejora la subida.
Volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos hacia el oeste por una amplia y decorada galería donde equipamos alguna cuerda en un resalte resbaladizo y seguimos hasta un amplio cruce donde se encuentran las puntas de la última incursión de los franceses.

Tomamos la galería de la izquierda que pronto se vuelve muy caótica con bloques y que parece cerrarse por hundimientos. Solo una zona baja entre bloques parece permitir la continuación pero con dificultades, por lo que decidimos irnos al otro ramal de las grandes galerías.

Volviendo al cruce, seguimos de frente por una gran galería de suelo llano , arenoso en tramos y de fácil tránsito , dejando algunos tubos a la altura del suelo, seguimos el avance rápido haciendo la topo.
 
De pronto una gran negrura corta el avance, ya que la galería se desfonda en lo que parece una gran sala con el suelo unos 20 m. más abajo y que significa el fin del avance en esta zona , que por otro lado es muy probable que esté relacionada con los niveles explorados en las galerías inferiores, cosa que nos confirmará o no, la topo cuando se cargue, así que nos volvemos revisando y topografiando los tubos que forman un bucle.
Iniciamos el retorno con una parada para revisar una fisura ascendente muy ventilada en el meandro intermedio, que conduce a una salita caótica con bloques y mucho barro, donde ascendiendo entre los bloques se llega a una sala de techo plano y bajo , pero cubierta de bellos cristales, aunque el barro pastoso hace desagradable moverse por ella. En su extremo un desfonde y unos tubos ascendentes, son las únicas continuaciones posibles. Mirando por el desfonde se aprecia una galería de gran tamaño unos 15 m. más abajo, que sospechamos pueda ser la que hemos cruzado antes de esta zona. Patrick desciende hasta la galería para ver si lo vemos, pero tras una espera parece claro que se trata de otra galería.
Tras liberar los guantes del barro pegajoso, reiniciamos el retorno , saliendo del embudo y cruzando la galería caótica y el paso de bloques, para descender a la galería semiactiva y reencontrarnos con nuestros mojados neoprenos, que nos enfrían al ponérnoslos . Rehacemos las sacas y nos metemos en el agua del segundo lago y ascendemos y descendemos las cuerdas barrosas hasta el primer lago, donde quitamos los hierros y nadamos hasta el tubo barroso.

Como siempre salgo el último y los Degouve llevan rato esperando a que consiga sacar mi cuerpo de esta pista americana .
Son las 20:30 y hemos estado 11 horas de "paseo" por la cueva donde se han topografiado casi 500 m. de nuevas galerías con lo que el Carcabon supera los 5,7Km. de desarrollo.
Cerramos la jornada lavando el material en el río, lo que casi nos cuesta una multa ya que algún ciudadano muy "civico", que no debe de haber visto barro en su vida, llama a la G.Civil, que nos pide la documentación y nos pregunta si hemos vertido líquidos al río....
Moi se va para casa a atender a su familia y yo me quedo cenando en Vega con Patrick y Sandrine, que al día siguiente terminan sus vacaciones y parten para Francia.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Rehabilitando... (23/08/15)





Que dice Gelo que ya ha acabado su larga rehabilitación del hombro, y que podemos ir a la Sima de la Maza en plan light, para ir “probándose”. Guay, así a media tarde nos tomamos unas birras en el bar… Quedamos a las nueve y media en el club, con ese espíritu que presiden las salidas lights y poco comprometidas. De subida pasamos por La Gándara, donde vemos de primera mano los estragos causados por la fiesta del Día de Soba, que fue ayer. O bien hay una epidemia de conjuntivitis, o las sustancias estupefacientes han corrido con generosidad por el valle…

Cargamos los petates y para la Maza, en medio de una exuberante vegetación. La verdad es que con el parón cuevil por la lesión, se me ha olvidado hasta cómo se pone el arnés. Bueno, no será tan difícil, al fin y al cabo no vamos a bajar a “la sima más peligrosa del mundo” (sin comentarios, que con la Ley Mordaza de los cojones acabo en la cárcel fijo).

Aunque no es una sima compleja ni mucho menos, tampoco de mucho cuartel. Destrepe, arrastradita,
cuerda con cabecera estrecha, meandro bonito, cuerda con estrechez no-bonita, arrastrada con agua, cabecera volada, meandro desfondado… Joder, esto de la espeleo es un coñazo, se me había olvidado… Al menos, por una vez no han sido cicateros en la instalación de los pasos desfondados y (casi) no paso miedo… Tras remontar el meandro desfondado, llegamos a una galería de hundimiento de notables dimensiones. El cañón está debajo de los bloques, pero ahora progresamos por una zona fósil saltando de piedra en piedra. Encima nuestro unos tubos pendientes de escalar ya marcan alguna posibilidad. Nos acercamos a cargar agua al gran muro de arenisca por el que se precipita la cascada que –suponemos- viene de Rueñes. Pero hoy nuestro objetivo es topografiar un ramal situado al Oeste, que pudiera acercanos hacia Rubicera. Ya está explorado, pero “misteriosamente”, al anterior equipo se le olvidó (otra vez) el equipo de topo. 

Comenzamos a topografiar y, efectivamente, las galerías van hacia el SO, acercándonos a Rubicera, que apenas dista 150 metros en línea recta y a la misma cota. Pero, bajo tierra, 150 metros son todo un mundo… Pronto la galería cambia de rumbo, y se va hacia el Norte. En el lugar del giro, un meandro colgado unos 15-20 metros es una posible opción para continuar avanzando hacia Rubicera, pero será otro día. Continuamos con la topo, revisando laterales. Del norte viene un río, que remontamos por una amplia galería hasta la base de una escalada de 4 metros, donde vuelve a aparecer el omnipresente estrato de arenisca. Dejamos la escalada para otro día, pero el laminador que se intuye arriba no augura una exploración cómoda ni divertida (ni seca)…

Algo más abajo, en una zona de hundimiento, unas trepadas entre unos inmensos bloques nos sitúan en la parte superior de una gran sala. Gelo flanquea un paso un tanto peligroso, y revisa la zona norte de la sala, donde observa un par de posibles continuaciones, pero que requieren cuerda para llegar. De mientras, rapelo por una fisura que va en dirección sur, pero que pronto se estrecha hasta hacerse impenetrable. Allí, un paso estrecho permitiría acceder a un nivel inferior, pero requiere desobstrucción y no hay aire evidente.



Allí queda también una escalada de más de 40 metros a algo indefinido, que puede ser tanto una galería como una simple chimenea que viene de arriba; ni siquiera con el foco acabamos de tenerlo claro. Comemos un poco (son ya las cinco de la tarde), y seguimos con la topografía. De retirada, revisamos algunos laterales en el pasamanos inicial que da acceso a esta zona, donde unos estrechos laminadores se encaminan hacia el Sur. También requerirían desobstrucción, y la falta de aire no parece hacer muy prometedor esta opción…


Ya en la sala principal remontamos un meandro que Zape había seguido parcialmente. Continuamos más allá, pero acaba saliendo a la galería principal. Tras topografiarlo, Gelo se dirige a una zona entre bloques en la que un pocete da lugar a un bello cañón. Tras pelear un rato con el rebelde taladro, logramos bajar, topografiando aguas abajo hasta que se desfonda (más o menos, en el lugar al que llegamos meses atrás y que traía una gran cascada, que debe ser esta). Aguas arriba topografiamos el cañón principal y varios tubos paralelos hasta otro desfondamiento. Son las nueve de la noche y hay que pensar en tirar para afuera. Se suponía que era entradita light de medio día, pero cuando el chato coge el equipo de topo, cualquier le sugiere que es hora de ir pensando en pirárselas…




La salida se hace cuesta arriba, literal y metafóricamente. A las horas se le suma la falta de fondo. Bloques, meando desfondado, pozo, pasito con agua, pozo, estrechez… ¿Qué hostias hago boca abajo colgado del pantin? Juraría que esta técnica no está homologada por la EEE, ni la FCE, ni la FEE, ni el Estado Islámico… Mesecruzató…. Puta espeleo… Con lo bien que se está en el monte…



Por fin logramos salir, pasada ya la media noche, con una luna que asoma a ratos entre las nubes, dejando bonitas vistas. Más bonita aún es la vista del coche, y la del catre, cerca ya de las dos de la mañana, ni te cuento… En total, han sido casi 700 metros de topo, lo que sumado a las cosas pendientes de topografiar nos sitúan ya en los 137 kilómetros. Además, las múltiples incógnitas prometen… prometen que las vamos a pasar putas…



domingo, 30 de agosto de 2015

Fuente Fría 2015 (2 de 2)





¿Que qué se hizo en Fuente Fría? Pues lo de siempre, priva y pitanza. Ah, de cuevas…. Bue, pues quitando la 32, que ya aparece en la anterior entrada, pues poquita cosa. Mucha (vale, no tanta) prospección  fallida,  y las otras dos cavidades que prometían, Rueñes y la Sima de la Maza.

Recapitulemos: Rueñes es una cueva explorada por la SEII en los años 80. Tras un P.25, una galería que se desarrolla a favor de un estrato de arenisca va hacia el Sur como un tiro, recogiendo pequeños regatillos superficiales y encauzándolos hacia la zona del Cuivo. Hasta ahí, la parte bonita. Lo malo son sus dimensiones, similares a una tubería venida a más, pero en incómodo. La SEII (y posteriormente los franceses) dejaron la exploración en un sifón impenetrable. (Des)afortunadamente, el año anterior encontramos un paso lateral que cortocircuitaba ese sifón, pudiendo superarlo y avanzar más hacia el Sur. Añadimos unos cuantos metros de topo, y un ataque rápido mostró que la cueva continuaba con la misma tónica: agua, estrecheces… pero con un avance neto hacia el Sur, y con aire evidente…

Aguas abajo se encuentra la Sima de la Maza. Explorada también por la SEII, que la unió a la zona profunda del Mortero de Astrana años atrás, durante el invierno habíamos decidido reexplorar una zona de la misma, ante la sospecha de que las aguas de Rueñes se encaminaban hacia allá. Las últimas entradas primaverales habían sido fructíferas, y habíamos encontrado, aguas arriba, galerías que se encaminaba hacia el Norte, con una pinta que nos hacían sospechar que podría ser el mismo colector que Rueñes. Por lo tanto, era evidente que teníamos que aprovechar el campamento para tratar de avanzar en este frente, sobre todo porque en invierno la cosa se podía poner complicada en la “tubería” de Rueñes…

Así que el lunes 20 de julio Cola, Turri y yo nos fuimos para allá, cargados de ilusiones y todo eso… y poco más, porque Rueñes no es cueva para llevar petate. Lo de topo, un par de barritas energéticas por cabeza, y una botellita de agua, y para abajo. Los sorianos pronto descubren porque, a pesar de las posibilidades de exploración, no había mucha motivación  por entrar en este hediondo agujero. Decidimos bajar del tirón hasta donde podamos, y topografiar de subida, con la esperanza de que la arrastrada hacia arriba (pues toda la cavidad es a gatas o a rastras) nos quite un poco el frío (pues te mojas desde el minuto dos). Llegamos a la punta del año pasado y seguimos avanzando tumbados sobre la arenisca, con el agua entrando por la cintura y saliendo por el cuello, con una pendiente homogénea de 10º, y una altura que va desde los 0,5 o los 0,9 centrímetos de media… Y de pronto, se acabó: un estrechamiento puntual impide el paso: lo intentamos, pero es físicamente imposible, hay que desobstruir. Apenas hemos avanzado algo más de un centenar de metros de la punta de la exploración del año pasado, y el Cola y Turri me recuerdan que es la segunda vez que les lío una así: prometer una exploración guapa, meterlos en un arrastradero infecto, y tener que abandonar al de escasos metros… Así es la espeleo (fútbol es fútbol, y tal…). 

Comenzamos a topografiar de vuelta resignadamente, con un frío que empieza  a hacer mella. Revisamos pequeños tubos laterales sin mayor interés, salvo uno que se prolonga unas cuantas decenas de metros, con una corriente de aire heladora, en el que pajareamos en sus diversos cruces, que acaban estrechándose en demasía también. Turri comienza a notar los efectos de la falta de grasa en el cuerpo (problema que yo, ciertamente, no tengo), y tira para arriba hasta la única salita en la que se puede estar de pie. De mientras, Cola y yo continuamos la topo hasta ese punto. Nos reagrupamos allí, con un Turri aterido y con mala cara, y otros dos en no mucho mejor estado. Guardados los trastos de topo, continuamos el ascenso, salvando las dos estrecheces más desagradables sin mayores problemas, y reptando como orugas (pero en feo). En un momento, me voy por un tubo a la derecha que había quedado pendiente de mirar. Es un meandro bastante estrecho, pero fósil. La subida es penosa, pero la bajada… Eso de que todo lo que entra acaba saliendo es cierto, pero a veces lo es tras mucho esfuerzo y una considerable cantidad de juramentos (algunos, de los más floridos y creativos). Para cuando logro salir, los otros ya estaban bajando a buscarme… Finalmente, salimos a la luz del sol, donde comemos algo y logramos entrar en calor (un buen rato después, eso sí). Por este año, Rueñes queda aparcada, habiendo superado el kilómetro de desarrollo, y una profundidad de -125 metros...



Ese mismo  día, Cardín, Miguel y Paco se han dirigido a la Maza, tratando de remontar el río que llega allí desde el Sur. La sima es un típico meandro descendente, cortado por diversos pozos que nos baja hasta -130. Allí, un pasamanos por la parte alta del meandro permite coger otra galería que viene del Norte, a unos 30 metros de altura sobre el río que corre por debajo. Tras el típico meandro desfondado se sale a una galería de colapso de notables dimensiones (o al menos lo parecen, visto el resto de la sima). Avanzando hacia el Norte se deja un cruce a la izquierda (otra de las incógnitas pendientes, que pudiera llevarnos hacia las galerías que tenemos al norte del vivac de Rubicera), y seguimos hasta un lugar donde cae una cascada por un muro de arenisca. Suben el murete, y allí comienzan a remontar el estrato de arenisca, por una galería con unas dimensiones bastante mayores que las de Rueñes. Sin embargo, lo resbaladizo del suelo les obliga a ir también muchas veces a rastras, dada la pendiente de la galería. De esa guisa avanzan unos 200 metros aguas arriba, hasta que se ven detenidos por una escalada de 4 metros. Así que vuelven hacia abajo, con cuidado de no desmorrarse en el deslizante suelo, y regresan al campamento, tras dejar un depósito de material en la galería de los bloques.


Así quedó la cosa. Por ahora, hemos avanzado en ambos frentes, pero en el futuro próximo sólo se tratará de continuar por la Maza, dado que la condiciones para desobstruir desde Rueñes son … ummm… poco atrayentes… Veremos en qué acaba la cosa…

Fotos: Víctor Cano Recio (Turri)

jueves, 20 de agosto de 2015

Haciendo el oso... (16 al 18 /08/15)



Tras varios meses a medio gas por la rotura del gemelo, decido acercarme al Pirineo a hacer una ruta que tenía en mente desde hace tiempo: la senda de Camille. Se trata de una ruta circular de unos 104 kilómetros que recorre la zona de Echo y Aspe, así como el entorno de Lescun en la vertiente francesa. El nombre le viene del último oso autóctono que vivió en los Pirineos, el macho Camille, que murió en 2010 y tenía por esta zona su hábitat.


Así que cojo el petate, y pista. De camino intento cambiar las plantillas que he comprado –me quedan grandes- pero la tienda está cerrada, así que me tendré que conformar con las plantillas reviejas que llevo, bastante ajadas. Duermo en las cercanías del Refugio de Gabardito, levantándome antes de las siete de la mañana para aprovechar el día, que amanece fresquito (4º C). Tras echar una última mirada al contenido de la mochila, al hombro. Pesa más de lo debido, como siempre, pues voy con intención de prescindir de los refugios, y dormir donde me pille el final del día (o de las fuerzas).

Poco más allá del refugio de Gabardito (1.380 metros)  me encuentro con Joseba, un baztanés que también está haciendo la ruta. Él comenzó ayer desde el refugio de Linza, y ha pernoctado hoy en el de Gabardito. Subimos hasta el collado de Foratón (2.016), mientras me cuenta las curiosas apuestas que se siguen realizando en su zona, curiosas tanto por el contenido como por las cantidades apostadas; y es que subir un monte con 50 kilos de hormigón, para después ponerse a cortar troncos, no se hace en cualquier lugar (y menos, por 2.000 euros…). En el collado nos separamos, pues él sube hacia el Bisaurín, mientras que yo me encamino hacia el Refugio de Lizara (1.540).

Joseba en el Collado de Lo Foratón

En la bajada no me encuentro a nadie, y los primeros caminantes sólo aparecen a la altura del refugio abierto de Ordelca . El día está soleado, aunque no pega en exceso; aún así, la subida por la Plana Mistresa y el Valle de los Sarrios se me hace –nunca mejor dicho- cuesta arriba. El gemelo resentido (¿solo el gemelo?) me molesta, y lo noto congestionado. Así que bajo el ritmo de la subida, y me dedico a disfrutar de un paisaje por el que pasé por primera vez hace casi 20 años, con Gelo, en una de nuestras excursiones anuales uniendo tramos del GR-11 y el  HRP. En esta zona hay algo más de gente, aunque no mucha para la época del año en que estamos. Las marmotas se avisan de la presencia de intrusos con sus agudos silbidos, y corren a esconderse (pero no mucho) en sus madrigueras.






Una vez superado el collado tras el Ibón de los Sarrios, comienza la bajada hacia el ibón de Estanés (1.754). Opto por la variante del este, con menos vistas sobre el ibón pero más solitaria. En esta zona sí que hay bastante gente, pero sólo durante un par de kilómetros, hasta el punto en el que el trazado del GR-11 se desvía del sendero que va del parking de la carretera de Somport al ibón. El tramo de bosque se agradece a estas horas, y aprovecho para cargar agua en una de las grandes regueras que circulan por la ladera. Poco después, hay un tramo rectificado del GR-11, y algo más allá me voy encontrando ya las evidencias de las pistas de esquí de Candanchú.


Tras ojear el mapa, decido esquivar Candanchú y Somport, pues la senda va un rato muy pegada a la carretera, y prefiero evitarlo. Una serie de pistas y senderos me evitarían ese tramo, al tiempo que acortaría un poco. Y es que en el mapa he visto un refugio abierto entre Somport y el refugio de Arlet, y tengo intención de dormir allí (si llego). Lamentablemente, el atajo no existe en este club, y toca la pequeña engarmada “marca AER”. Al menos, me permite ir por un bonito tramo de bosque en el que los corzos se dan de bruces contigo, y enlazo con el HRP, trazado que seguiré el resto del día y buena parte de mañana.



Tras alargar un poco de más la excursión, por fin llego a la Cabaña de Escure (1.420)… que no es un refugio como yo creía, sino una cabaña ganadera en uso, con un trillón de ovejas, chones, y mastines con caras de pocos amigos. Joder, casita roja rellena era refugio guardado, y casita roja no rellena, refugio no guardado, ¿no? ¿O eso era en el Monopoly? La cuestión es que aquí no voy a dormir, y son ya las ocho de la tarde… y llevo 31 kilómetros a mis espaldas… Miro un poco el mapa, y veo que tres kilómetros más allá el sendero pasa por un hombro en una zona boscosa (1.500). Puede ser buen sitio…


Sigo por el bosque, cada vez más oscuro, y llego al hombro, ocupado por un calvero. En una zona de bosque mixto monto la tiendecilla y aprovecho para hacer la cena. Mientras cocino, un jabalí me avisa con sus gruñidos de que estoy invadiendo su territorio, y los ladridos de dos corzos le contestan ya en la oscuridad. Ceno y me meto en el saco como puedo (la tienda es minimalista y no pesa, vale; pero cambiarte de ropa o meterte en el saco es un ejercicio de contorsionismo, y mis agarrotados músculos no lo agradecen). Aprovecho para leer un poco más de La gran guerra por la civilización -el intenso relato de Robert Fisk sobre sus años de corresponsal en Oriente Próximo y otros lugares “calientes” de la historia reciente-, pero se me cierran los ojos…

Al día siguiente me levanto a las siete, con la intención de aprovechar la luz (nunca se sabe).  Amanece con la niebla muy metida, pero al menos no es “meona”. Desayuno y recojo la tienda, y comienzo la caminata por bosque. Sumido en la niebla, tiene un encanto especial. El sendero baja suavemente, antes de comenzar el ascenso que me llevará al Refugio de Arlet. Junto conmigo sube la niebla, que se va espesando. El Col de Lupachouau (1.887) el sol se deja ver por primera vez en todo el día. Sólo en este tramo la luz del sol me recibe, y me permite disfrutar de un espléndido mar de nubes. Pero el mar de nubes no está contento con los dominios que ha ganado, y quiere más. Así que para cuando llego al refugio (1.986), la niebla me vuelve a tragar, tras haberme dejado disfrutar brevemente del ibón que da nombre al refugio. Apenas me encuentro a unas pocas personas en todo este tramo; se ve que la niebla ha desanimado a la gente. La bajada hacia el valle la hago sumido en una niebla cada vez más espesa, lo que me impide ver un paisaje que, desde arriba, se intuía magnífico. Entre la niebla me doy de bruces con un rebaño de ovejas… y sus dos fieros mastines. Mastines que no se toman muy bien mi presencia. Y aunque ya sé que hay que rodear los rebaños para evitar problemas con ellos (por si acaso, amables cartelitos lo recuerdan), lo que no sé es cómo hacerlo cuando apenas veo un par de metros, y el terreno es tan abrupto que no invita a tomar atajos. Los mastines son, indudablemente, franceses, pues no responden al socorrido “arrancamecagüendios” que es mano de santo en España. Hay que recurrir al “esperanto perruno”: el gesto de coger y tirar la piedra. Ese lo entienden a la perfección, pero me marcan a un metro hasta que logro sobrepasar el rebaño. No les quito ojo de encima, que aún conservo en la pierna izquierda la marca del último chucho que se me aceró por detrás y al que no presté atención…





Poco después paso por el Col de Saoubathou (1.952) donde un cartel me recuerda que paso por el Chemin de la Liberté, un GR que conmemora algunas de las rutas usadas por los franceses que no se sometieron al yugo nazi o al régimen de Vychy. Rutas similares a las que usaron, en sentido inverso, los republicanos españoles que escaparon del régimen de terror franquista; aunque en Francia, en lugar de “liberté”, lo que encontraron fueron campos de concentración y, posteriormente, bajo Petain, obligados a entrar en las Compagnies de Travailleurs Étrangers. Muchos de ellos serán enviados a trabajar como esclavos de los nazis, o acabarán en campos de concentración como Mauthausen.

Siempre envuelto en la niebla –cada vez más espesa-, continúo hasta el  Puerto de Lo Palo (1.942); allí abandono el HRP, e inicio un progresivo descenso que  me mete en el valle que me lleva hacia Lescun, siguiendo el río Labrenere. Como no tengo intención de pernoctar allí, abandono el sendero y busco unas pistas (1.005) que me eviten la mayor parte del tramo asfaltado. Así, acabo cogiendo el sendero que va hacia las cabañas de Ansabere. Inicialmente pensaba dormir allí, ya que aparecía lo que yo creía que era el símbolo de refugio abierto; pero vista la experiencia del día anterior, va a ser que no… Desde el Pont Lamareich (950) retomo el HRP.

Busca las 7 diferencias entre la señaléctica hispana y la francesa...

La subido la hago entre una niebla cada vez más “meona”, alternado zonas boscosas y pastos de altura. Llevo más de 30 kilómetros y, aunque los hombros no se resienten del peso, el gemelo sí que comienza a molestarme. La zona de las cabañas de Ansabere  (1.580) está hasta arriba ovejas (¡y mastines!), y bastante mojada. Viendo que la niebla viene del lado francés, y recordando que en el collado del Petrechema (2.084) había varios vivacs, decido afrontar los más de 400 metros de desnivel que quedan; son ya casi las ocho de la tarde…



Desgraciadamente, lo único muerto era su capacidad ortográfica.

La subida la hago muy lentamente, con miedo de forzar el gemelo, que noto muy tenso. Me planteo vivaquear allí mismo, pero decido subir poquito a poco hasta el collado. Una vez arriba son pasadas las ocho y media, y la luz va bajando rápidamente. La niebla es espesa en el collado, y corre un aire muy frío. Como los vivacs no son particularmente confortables, y la vertiente española parece que tiene menos niebla, decido apurar los últimos minutos de luz y bajar un poco más buscando un lugar donde dormir.


Poco después, aunque con las manos heladas de frío, el día me recompensa con una retirada de la niebla, y puedo disfrutar del anochecer en el mágico roquedo kárstico. Aunque había estado ya aquí, apenas recordaba nada de lo bonito que era. El roquedo con sus pinos retorcidos en busca de un mínimo sustrato donde medrar, bajo la última luz del día tiene un enorme encanto. Varios rebaños de sarrios son sorprendidos por un intruso a deshoras, y me regalan algunas piruetas por los cortados que flanquean la Foya de los Ingenieros. Poco más abajo ya no es posible continuar sin frontal, así que en una zona herbosa planto la tienda (1.500). Llevo 42 kilómetros hoy, y estoy tan cansado que paso hasta de hacer la cena, picando algo frío rápido antes de meterme al saco, bajo una noche completamente estrellada…


Al día siguiente me levanto entumecido, y con la tienda un tanto mojada (no de los sueños húmedos, sino del relente y de la condensación). Desayuno con la última agua que me queda, y tomo la senda que me encamina hacia el refugio de Linza (1.340). Una parada para cargar agua y lavarme un poco (que falta me hace) me despeja, y afronto el último tramo de bajada con energías renovadas, y con apenas un par de personas en dirección contraria.



 
Ya en Linza, la senda de Camille tiene dos opciones. Opto por la que atraviesa el macizo de los Alanos, pues la otra ya la conozco. El GR continúa por la pista que va a Zuriza, pero no me apetece mucho (y a la planta de mis pies, un tanto tocadas, menos). En el mapa veo que a la otra mano del río que discurre por el Barranco Petrechema (afluente del Veral) otro GR, el GR-13 (la Cañada de los Roncaleses). Así que opto por ir por allá. Aunque implica algún pequeño sube-baja extra y poco más de vuelta, es bastante más bonito, pues atraviesa un bosque mixto repleto de hongos de todo tipo.


Llego al camping de Zuriza  (1.234) y como algo antes de afrontar la subida hasta el Paso de Taxeras (1.910). La pista se me hace un tanto pesada, y la subida. Una vez en el alto la vista de los Alanos merece la pena. Tiene buena pinta la subida al Peñaforca por ese lado, pero será otra vez, que con llegar a Gabardito ya voy a tener bastante.








La bajada por el Barranco de la Fuen es un tanto incómoda, y tiene pinta de no ser muy transitada.
Las marmotas vigilan con desconfianza mi paso, ya cansado. Llego hasta una pista (1.250) en la que los perros hacen verdaderas proezas guiando a las ovejas. Desde aquí comienza el último ascenso de la excursión: la subida al Collaú de Lenito Bajo (1.716), casi 500 metros de “postre”. Al menos, la subida es por un bonito bosque sombrío, con hayas y algunos pinos. La subida alterna zonas de suave pendiente con rampas bastante más pronunciadas, ay...


Llegada al Collado del Lenito Bajo

Una vez en el collado, las vistas sobre el Castillo de Acher y el Bisaurín son espectaculares. La bajada se realiza por un sendero poco  marcado inicialmente que se va haciendo más evidente, y pasa un refugio forestal en buen estado de conservación. Sin embargo, la parte final de la bajada se encuentra en mal estado, una pista en la que las piedras de todos los tamaños se esfuerzan por hacer cada paso incómodo. Los 800 metros de bajada se hacen laaaargos…

Vista desde la Collada del Lenito, con el Bisaurín.


Llego así hasta la carretera de la Selva de Oza, y atravieso el Aragón Subordán por el Puente Santa Ana (925). Sólo me falta subir hasta Gabardito: 7,5 kilómetros de pista, o campo a través. Sea como sea, otros 400 metros de subida. Opto por la variante corta, y no me arrepiento. Sólo me cruzo con una chica en todo el recorrido, también tapizado de setas de todo tipo. El último repecho me deja en el refugio. Me acerco bastante fatigado hasta el coche, disfrutando del cielo claro que deja la luz del atardecer. Hacer el oso, a veces, merece la pena…