sábado, 6 de enero de 2024

Berrando con el ciervo (19-10-23)


 Fotos: Sandrine y Patrick Degouve, y Gelo.


Prospectando por los protervos encinares de las proteicas garmas de la comarca (no se me ocurren más palabras con "pro", salvo próstata, que tenemos una edad; y no sé cómo cuadrarla), encontramos Cristina y yo un pequeño bujero soplador de esos que encuentran todos los grupos de espeleo cada dos pro (perdón, por) tres (bueno, todos salvo nosotros).

 

No tiene mala pinta, sopla un pelín, se encuentra cerca (en planta) de galerías de uno de los sistemas que estamos explorando. Así que unos días después nos juntamos Gelo, Patrick, Sandrine y yo, y tras salir del trabajo allá nos encaminamos, una tarde bastante plomiza. El camino también es un tanto plomo, entre árgomas, ganzos y zarzas. Tras quitar un par de piedras atravesadas, los compañeros me ceden el honor de bajar.

 

El otro día parecía que la piedra caía, pero ahora veo que es un pequeño resalte seguido de una rampa en declive. Otra decepc... espera, que esto tiene tamaño (y el tamaño, como todos sabemos, SÍ importa). La luz me permite ver unos cuantos metros a ambos lados. No es la sima que esperábamos nos permitiera entrar en el sistema cual papás noeles (gordos y viejos); pero a falta de sima, buena es galería horizontal...


 

Entran los demás y comenzamos una concienzuda revisión de la galería. Hacia la derecha (norte) se cierra al de unas decenas de metros por un colapso. Sin embargo, allí encontramos un asta de ciervo y restos óseos. Poco más allá, restos de un oso parcialmente concrecionado. Después nos vamos hacia la derecha, donde la galería coge bastante tamaño. El suelo, tapizado por una enorme colada, sube hasta tocar casi el techo. A la derecha observamos los restos de varias oseras (contaremos en torno a una decena, en algunas incluso se intuyen restos de sus huellas), así como huesos de tipo diverso (rumiantes, alguno de oso...). 

 


La galería sigue hacia el sur, hasta llegar a un gran colapso por el que no se filtra ni una gota de aire. Retrocedemos revisando varias oquedades en la pared contraria, pero no vemos ninguna posible continuación. Unos días después, tras situar la topo en la foto aérea, encontraremos las entradas originales de la cavidad en sendos farallones, completamente colmatados (en uno, otra pequeña cavidad también albergará restos de oso).

 

 


 

En la calle se ha echado la noche, y la lluvia. Bajamos por la incómoda ladera con una sensación agridulce, pues pese a lo interesante de la cavidad (que tendrá unos 400 metros de desarrollo), las posibilidades de tirar hacia las profundidades del macizo se ha visto frustrada una vez más.

 

Unos día después Gelo, Patrick y Sandrine realizarán la topo de la cueva (bautizada como Cueva del Ciervo), aprovechando para sacar unas cuantas fotos, y encontrar algunos restos más. Acabado el trabajo, dejaremos que la fauna siga durmiendo algunos milenios más. A diferencia de los vivacs, estos no necesitan dormidinas...

 



 

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