jueves, 29 de agosto de 2024

Macedonia veraniega

Julio  de2024

 

Habitualmente, en los meses de verano no hacemos gran cosa, más allá de la campaña de Fuente Fría. Antes (en nuestra lejana juventud), se debía a la multitud de fiestas comarcales que requerían de nuestra inestimable presencia. Ahora, es porque hay que cumplir con la familia, porque necesitamos el descanso, o porque no nos sale de las gónadas. Que hay que refrigerar motores y rodillas.

Pero este año sí que hemos mantenido una cierta actividad tras Fuente Fría, aunque ha sido bastante monotemática: nuestra querida odiada FV-7, en la que llevamos más de una decena de entradas. ¿El resultado hasta ahora? Sigan leyendo...


En realidad, y desde marzo ya habíamos hecho varias incursiones en esta "cavidad". Lo de las comillas se debe a que, inicialmente, ni siquiera era tal. Una prospección entre un mar de zarzas había permitido detectar una corriente de aire fría y fuerte que salía de un agujero en el que apenas cabía el puño, en una dolina completamente rellena de tierra y bloques.

 



Las primeras entradas nos habían permitido avanzar, vaciando buena parte de la propia dolina, mientras iba creciendo un muro en torno al agujero (hará las delicias de los arqueólogos del futuro). Tras hacer algo de obra (menos mal que tenemos ingeniero y jefe de obra) para consolidar el terreno, seguimos profundizando. Cuatro entradas entre marzo y abril nos permitieron alcanzar la roca madre, pero la fisura se encontraba rellena de tierra y bloques, como todo lo que habíamos hecho hasta entonces. 

El trabajo se preveía largo e incierto; en mayo y junio estuvimos entretenidos en la Cueva del Oso (donde se repitió la dinámica de sacar piedras de lugares estrechos); a comienzos de julio, Fuente Fría fue el escenario de nuestras necedades.

 

Finalmente, a mediados de julio volvimos a la carga, aprovechando que estaban Patrick y Sandrine por acá, y que Pedro no se podía escapar a los Alpes por curro. Así, entre el 11 y el 27 de julio llevamos a cabo varias incursiones, en las que participaron Gelo, Pedro, Sandrine, Patrick,  Marta, Zape, Cristóbal,  Maider, David, Paco y otros dos compañeros franceses.


El primer día continuamos avanzando por el estrecho meandro, sacando arcilla y bloques. El trabajo es penoso,  y el relleno apenas permite ver cuánto sigue con esa dinámica. Sin embargo, la fortísima corriente de aire nos anima a seguir. El segundo día, tras seguir sacando piedras e incrementando la Gran Muralla china, logramos llegar a lo que parece ser un pozo estrecho de unos seis metros, parcialmente obstruido por bloques.



El tercer día conseguimos bajar el pozo. En su base aparecen dos vías, ambas con una fuerte corriente de aire, pero igualmente colmatadas por relleno de bloques, grava y arcillas. En ambos lados el espacio libre es apenas superior al de un puño. Decidimos dejarlo aquí y valorar con calma qué hacer. Dándole vueltas bajamos al coche por una variante del sendero (un poco) menos incómoda que la que hemos utilizado estos días.


El cuarto día, tras valorar detenidamente la situación, optamos por empezar a vaciar la vía de la derecha, y utilizar la de la izquierda para acumular el escombro, pues sacarlo hasta el exterior comienza a ser una tarea muy penosa. Conseguimos avanzar cosa de un metro y medio hacia abajo, turnándonos continuamente en la penosa tarea de remover la grava y sacarla hacia arriba. Bajamos al coche a media tarde, no demasiado animados, y aprovechamos para mirar otro agujero miserable con aire que ha encontrado Pedro hace un par de días, cerca de la cabaña del Aspio: otro frente más...

 


En conclusión, tras unas cuantas entradas, el agujero se ha convertido en sima, pero las perspectivas no son particularmente halagüeñas: la corriente de aire es muy fuerte y fría, y no parece haber duda de la relación con el Carcabón, que está debajo (aunque hay unos 200 metros de desnivel). También existe la posibilidad de conexión con el Aspio, que aunque más lejos en planta, no está demasiado lejos en cota. Pero el trabajo es ciertamente duro (más minería que espeleología), y la morfología del conducto en el que estamos no permite vislumbrar cómo de grande es el "tapón" que impide avanzar. Es, pues, una cuestión de fe (en un grupo en el que no abunda). Menos mal que las parrillas que hacemos en la boca actúan de incentivo, que si no...

 



Fotos: Marta Candel, Ángel García.

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