¿Por qué gastar cuerda en pasamanos, pudiendo utilizarla en construir horcas? |
Sábado por la mañana. La meteo daba -3º C en Ramales, y -5ºC
en Soba. Con ese percal, cualquier excusa es buena para quedarse en la cama…
Sin embargo, haciendo de tripas corazón nos vamos al club: Marta, Gelo,
Cristóbal y un servidor nos encontramos allí. Pronto queda claro que el único
con ganas de ir es el cañetero: que si habrá nieve, que si las cornisas estarán
heladas, que si hace buen día para ir a andar a la nieve… Nada de esto conmueve
a Cristóbal, que ignora nuestras quejas y nos planta en Los Collados en un
periquete. Mientras tanteamos recelosos la nieve que hay junto al coche,
volvemos al ataque: mejor lo dejamos para otro día, la cosa va a estar mú mal…
Pero él, erre que erre. Así que cargamos los petates, con la íntima esperanza
de que una costra de hielo nos impida acercarnos a la boca. Pero no vamos a
tener suerte… Lo cierto es, de todos modos, que nada de -5ºC,sino 0º: ni frío
ni calor, vamos…
Llegamos por fin a la boca, y dada la temperatura exterior,
por una vez no remoloneamos demasiado antes de entrar. Recorremos a paso ligero
las ya familiares galerías de Rubicera, y en el P.60 nos llama la atención la
poca cantidad de agua que cae; debe estar todo congelado… Tras comer
rápidamente en el vivac (hogar, pútrido hogar…), nos dirigimos hacia la punta,
donde nos dividimos: Marta y Cristóbal se quedan haciendo una dudosa escalada
en la base de una amplia sala, mientras Gelo y yo nos dedicamos a revisar
laterales de la Galería de los Imputados.
Nada más comenzar, encontramos un par de conductos formados
en la parte inferior de la galería, a favor de unos estratos parcialmente
desplomados. Tras franquear unas cuantas estrecheces, salimos de nuevo a una
variante inferior de la galería principal. Allí revisamos de nuevo las paredes,
y encuentro una pequeña galería descendente. Entro a gatas, y la cosa prosigue
con escasas dimensiones, pero con el suelo de arena y un clara forma de tubo;
desciende de manera uniforme y va cogiendo forma de tubo, bien…. Pero pronto la
pendiente desaparece, tornándose el conducto horizontal, y el sedimento
comienza a acumularse; llegado a un punto, la continuación es imposible sin
quitar arena. Tras dudar unos segundos, opto por comenzar a desobstruir: sólo
un par de metros, a ver qué se ve… Pues se ve que el conducto hace curva a
otros dos metros; pues vamos para allá; una vez pasada la curva, otros dos
metros de desobstrucción parecen dar a un lugar donde la galería se amplía; ya
puestos… Joer, tengo más polvo en la nariz que los cocainómanos comarcales el
día de Nochevieja…
Enrevesado cual pago en diferido con triple carpado... |
Por fin, tras seis metros un tanto angustiosos, el conducto
vuelve a descender, con dimensiones más amables (pero a rastras, eso sí). Pronto llego a un cruce: a la izquierda se
estrecha demasiado, pero a la derecha continúa. Gelo está esperando,
debería volver…se joda, oye. Tras unas
decenas de metros, el conducto se cierra, pero dos gateras laterales permiten
continuar. Gelo se va a mosquear… Vamos para fuera. Una vez en la galería principal, decidimos
topografiar el ramal y continuar la exploración, pero a Gelo no le pasa el
pecho, así que optamos por dejarlo. Antes de abandonar el lugar, fuerzo una de
las gateras pendientes, y me permite llegar de nuevo a la galería principal,
pero esta vez a la cascada del Río Totxe. Habrá que revisarlo la próxima vez…
Calidad de la foto en consonancia con la calidad de la roca escalada... |
Volvemos hacia la escalada, y la pareja de dos nos dicen que
aún tienen para un rato. Así que nos dirigimos a una zona de gateras apenas
entrevistas. Allí, comenzamos la topografía de una zona muy laberíntica, a la
que Gelo bautiza como “El hormiguero”. Tras unos 200 metros de topo, y un montón de cruces sin mirar, salimos a apenas
diez metros del lugar de la galería principal donde habíamos comenzado la topo.
Al menos, se trata de una zona –relativamente- cómoda, y con bellos paneles de
excéntricas en los sitios más insospechados.
Volvemos a la escalada, y allí siguen liados. Han subido
bastante, pero aún les faltan unos metros para llegar a un lugar en el que
parece entreverse la llegada de una galería. Así que Gelo y yo decidimos
acercarnos a una zona gaterosa cercana a la Espeleogénesis, donde quedaron unos
cruces pendientes de mirar.
Papá Noel inverso |
El camino hacia allá es algo más largo y accidentado de lo
que recordaba; a pesar de ello, llegamos y revisamos las incógnitas pendientes,
que resultan no tener mayor interés. Ya allí, Gelo muestra interés por echar un vistazo al nivel
activo, en el que él no ha estado. Bajamos por los meandros hasta ella, y cuál
es nuestra sorpresa al encontrar la galería prácticamente seca. Pues va a ser
que no era el río. Remonto un estrecho
laminador por el que viene el agua, y que tiempo atrás detuvo la exploración.
Ahora el agua está tan baja que permita pasar con cuidado. Avanzo una veintena
de metros, hasta que el pecho se me engancha. Un forcejeo y paso; delante de
mi, suena corriente de agua, pero avanzar implica tumbarse completamente en el
agua y prescindir de una de las tres dimensiones. Opto por darme la vuelta, y
compruebo que eso de que por donde has entrado se sale es cierto, pero no con
el mismo esfuerzo. Un buen rato encajado me hace plantearme que quizá el
desnieve no es el mejor momento para meterse en según qué sitios…
Parece, pues, que no se trata del nivel activo del río que
marca todo este sector. Gelo indica que probablemente se trate de una galería
que hace de trop-plein en épocas de
fuerte caudal. Pero a la hora que es, prescindimos de más disquisiciones, y
comenzamos la retirada. Son las nueve de la noche, y queda una tiradita hasta
el vivac.
Remontamos las galerías sin prisa (y sin fuerzas), y pronto
llegamos a la ventana sobre el P.40. Allí podemos a preciar que en apenas ocho
horas el caudal de agua se ha incrementado de manera importante, fruto del
desnieve. Remontamos el P.40 y el Pozo de la Cascada (donde cae una preciosa –y
atronadora- catarata, y de allí poco a poco hacia el vivac. Una vez en él,
descubrimos que somos los primeros en llegar. Son las 23:00 horas, y no es que
nos sobre ya mucha energía, la verdad…
Un rato después llegan los otros dos; nos dicen que se han
quedado a unos cuatro metros de la supuesta galería, y que la cosa tiene buena
pinta. Así que habrá que volver… Cenamos pasta y engendros mohosos varios, y
hoy prescindimos de la tertulia, que estamos todos deseando entrar en el saco,
a soñar los dulces sueños producto de la dormidina… Mientras nos vamos quedando
dormidos, descubrimos como la arena de las gateras se ha introducido hasta en
los lugares más insospechados de nuestra anatomía (no, ahí no; en los
insospechados, joder, que hay que decíroslo todo…).
"Dormidina", Gelo, dijimos "dormidina"; no anfetamina... |
El día siguiente, diana a las ocho. El fürher no nos deja remolonear más que un rato, así que rápidamente
estamos desayunando. De camino a la calle observamos como los goteos son mucho
más fuertes que el día anterior, si bien es cierto que el río principal ha
descendido su caudal desde mitad de la noche. Llegamos a la boca, donde
disfrutamos de una bella estampa del macizo del Porracolina nevado, y sin
pérdida de tiempo nos dirigimos hacia el coche. En el camino, nos encontramos
con Moi, Susanna, Teo y Agustín, que han venido de visita (Susanna, ya te vale;
sin bizcocho no…). Así que todos juntos nos dirigimos al bar de Margari a
comenzar el “Plan B” del domingo…
El quinto se acercó demasiado al borde... |
Conclusión: unos 400 metros de nuevas galerías (gaterosas y
mediocres como nosotros, eso sí) parcialmente topografiadas, lo que nos sitúa
ya en los 135 kilómetros y subiendo (como la prima de riesgo de los pobres
griegos, me cago en el FMI…). A ver qué nos depara la próxima entrada…
We are a happy family... |