jueves, 4 de mayo de 2023

La muda (29-30/04/23)

 


FOTOS: Marta Candel

Nota: el título hace referencia a la costumbre pasiega de mover su lugar de residencia junto al ganado, en busca de pastos más verdes, a lo largo del año. No a la costumbre de cambiarse de ropa interior; esta última, tras una encuesta realizada entre los integrantes de la expedición, no es practicada con tanta asiduidad como la previamente mencionada.

Puente del 1 de mayo. Roten Front. Toca huir del hijo-nieto de la Obregón y del enésimo vástago del emérito (y de las esdrújulas, que nos persiguen), así que bajo tierra. Quedamos Marta, Zape, Gelo, Cristóbal y yo en el club. La cosa se tuerce desde el minuto uno, cuando la sevillana (ahíta aún de la Feria de Abril de aquellas tierras inhóspitas y estériles-más esdrújulas-) descubre que los sobaos no son El Macho. En realidad, Gelo ha hecho la compra tratando de huir de los tópicos heteropatriarcales, pero su esfuerzo no es apreciado...

Solventada la primera crisis, nos dirigimos hacia Rubicera bajo un cielo que no deja entrever sus intenciones (siempre aviesas). La idea es realizar una escalada en la línea de pozos que baja al fondo de Parisinos, revisar un par de galerías y meandros laterales en esa zona, y comenzar a mover el vivac (que lleva en la Galería de los Imputados desde 2015).

De camino, la quincena ha sido jugosa en chismorreos para desgranar: lo de los 500 días bajo tierra, la ira de algunos gurús del gremio al relacionar el anacoretismo extremo con la espeleología (y no haber salido en prensa ellos, claro)... Es posible que despellejar al prójimo sea moralmente reprobable, pero te ríes mucho, así que...

 


Llegamos a la boca secos, y enfilamos por el camino de la travesía hasta abandonar el río. Ya en la gran sala, comemos y dejamos parte de la impedimenta, y nos lanzamos meandro abajo (Galería de las Vadinas). El comando andaluz y Zape se dirigen a hacer la escalada abajo, y Gelo y yo nos dedicamos a buscar las galerías laterales y a revisar rincones varios. Este meandro ha sido excavado a favor de un estrato marcadísimo, y el agua ha creado una red de pequeños tubos laterales que están sin mirar. Sin embargo, todos ellos siguen el mismo eje, paralelos al meandro principal, y no aportan nada de mucho interés.

 


Encontramos la galería paralela, también un bello meandro. Aguas arriba llegamos hasta la base de una escalada, encima de la cual se ve volumen. Gelo sospecha que es la gran sala (luego comprobaremos que así es). Aguas abajo, el meandro sigue y sigue. Oímos el taladro de nuestros compañeros, pese a que estamos bastante separados en planta y ellos están casi 200 metros más abajo. Topografiamos un rato hasta que Gelo se apiada de mi miedo en algunos pasos sin asegurar, y volvemos.

Tiramos hacia abajo, para ayudar a desinstalar al resto, en el caso de que la cosa se hubiera terminado. A mitad de camino, nos  encontramos con ellos. Han hecho la escalada y, efectivamente, no había nada (lo de siempre, vamos). Retiramos todas las cuerdas, y revisamos la otra galería, que tras un par de estrecheces va hasta el P.80 que se encuentra en el transcurso de la travesía. Así dejamos esta zona bien mirada, sin sacar apenas nada nuevo: los de la SEII estrujaron muy bien toda la red.

Remontamos hasta la gran sala, y dejamos allí todo el material, excepto lo del vivac. Nos arrastramos por las gateras de los Mares de China y bajamos el pozo de 70. De camino al vivac me entretengo una hora mirando una serie de gateras que habían quedado pendientes hace más de 5 años, pero no saco nada de interés (más allá de algunos moratones). Para cuando llego al vivac, el olor a pasta inunda toda la galería.

La verdad es que los dos años que hacía que no pasábamos por allá no han pasado mucha factura (mi teoría es que hasta el moho rehuye según qué lugares). Debatimos si lo que hay en algunas de las bolsas estancas son motivo de estudio o de alerta biológica. Comemos un rancho regado por el vino de Pablo (a estas alturas, Gran Reserva), y para las doce estamos en el catre.

 



La noche, pues como siempre, inenarrable. La cantidad de sonidos diferentes(por no mencionar los olores)  que puede emitir un cuerpo, oye. Encima, alguno se ha olvidado de quitar la puta alarma del reloj, así que podemos oír las "campanadas" cada horita...


 

El despertar es tranquilo, y desayunamos con calma (pese a que los sobaos no sean de marca pija). Finalmente hemos decidido levantar el vivac, y sacar lo que podamos hasta su nueva ubicación, una red de tubos situada en una zona superior que queremos revisar con calma. Contra todo pronóstico, conseguimos meter todo en las sacas. Espera.... 10 sacas, 5 personas. Aquí falla algo... Decidimos que lo de máquinas, titanes, cracks, figuras y monstruos se queda corto, así que valoramos crear una nueva categoría: el Leviatán (es como la polla con argolla de los titanes, pero más). Una pena que no tengamos seguidores para popularizar el término...

 


 

Vamos poco a poco avanzando hacia fuera, montando un trenecito (de sacas, joder). Se parece a un paso de Semana Satán, así que le rezamos a nuestra deidad particular, el Cristo de los Titanes:


Titán Nuestro, que estás en la sima,

santificado sea tu ego,

venga a nosotros tu publicación,

hágase tu voluntad así en el Facebook como en el Insta

Danos hoy nuestra actualización de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a nuestros haters,

no nos dejes caer en la tentación (de no seguirte),

y líbranos de la falta de cobertura,

Amén.

(Por favor, Avoxados Cristianos, no nos demanden, que no tenemos ni para mosquetones con seguro).

 

En los Mares de China, Cristóbal nos da una master class de progresión por meandro con petates: le cuelga sus dos a Zape, que arrastrando cuatro sacas y un fardo parece el TALGO (los jóvenes, lo buscáis en la Wikipedia). En la sala grande, con tal de no seguir moviendo tanto muñeco (pues sí que se parece a Semana Satán, oye), nos dedicamos a revisar cualquier agujero inmundo, sin resultado alguno. Finalmente podemos aparcar los petates, y enfilamos la salida con más ganas, pensando en lo que vamos a tripear donde Margari. 


 

Para las seis estamos en la calle y, por una vez, la previsión ha fallado a nuestro favor. En lugar de la anunciada lluvia, sol y nubes. Remontamos las empinadas lenes, y para las siete estamos en el coche. Un rato después, Margari (que tiene el bar lleno de espeleos) se apiada de nosotros y, pese a las horas, nos permite ponernos hasta las trancas. Así que, final feliz (pero sin fluidos, eh).