jueves, 23 de diciembre de 2021

Después del Diluvio vino la sima

 

Torca de La Calera, Moro, Ramales  18-12-2021

Por fin terminó el diluvio que nos ha tenido encerrados casi un mes y ha impedido el acceso a las cuevas y mucho menos penetrar en ellas.

Salimos de esta cuarentena acuática, más gordos y torpes si eso es posible. Además llevamos un tiempo con las tropas diezmadas por las lesiones, las obligaciones laborales y hasta por la caza.. A qué extremo, hemos llegado, así que hoy solo estamos, Zape, Pedro y yo, para volver al mundo subterráneo.

No hemos perdido las buenas costumbres y tomamos un café matutino en el Willy’s Bar, con una buena helada en el pueblo, pero según ascendemos hacia Guardamino, el sur muestra sus síntomas y la helada desaparece y la temperatura es mucho mas agradable. Pedro atiende las últimas llamadas de su nuevo cargo de coordinador covid, que no le deja vivir.

Cargamos las mochilas y tomamos la ruta de los espinos, que nos atacan una y otra vez por el camino, pero llegamos más o menos indemnes a la boca, donde nos ponemos los trajes de Superhéroe o de superbobo como diría alguno, y nos colamos por el agujero que conocemos bien.


 

Los pozos están bastantes secos y llegamos a las grandes galerías sin novedad, recogemos algo de material y tomamos el camino de la Montaña Rusa con sus escaladas, descensos, largos pasamanos, mas escaladas, mas pasamanos..Hasta llegar al pozo que cierra esta zona, en cuyo fondo exploramos la vez anterior un estrecho meandro que se cerró sin aire.

En su cabecera enfrente hay una alta fisura, que no parece seguir, pero en la pared izquierda y en altura se aprecia una posible entrada de meandro, que es nuestro objetivo de hoy. A la entrada de la sima hoy no había mucho aire y en la cabecera aún se nota menos, pero hay que tratar de buscar por donde se pierde.

 


Zape se prepara para iniciar la escalada y el resto ni nos lo planteamos, ya que hoy ha traído juguetes nuevos y no se le puede quitar el caramelo de la boca. Efectivamente vamos a usar los Pulse que ha traído, para hacer la escalada y arranca trepando en libre por las coladas hasta que coloca el primer seguro y luego un segundo. Esta claro que son cómodos y rápidos de poner, pero como nos temíamos, en roca blanda tienden a salirse, como comprueba Zape al colgarse y ver como se sale hasta la mitad.

Sigue ascendiendo bastante rápido con la nueva tecnología y cuando está a la altura del meandro, cambia a sus queridos spitinox, para hacer un pasamanos de acceso. Me da el libre y voy subiendo, retirando los carísimos utensilios, mientras él se cuela por el meandro excavado en areniscas. Cuando llego a la entrada, el sale informando que ha llegado a un pozo chimenea, con un aporte, que tiene poco que ofrecer.


 

La cosa no da para más, pero aún vamos a intentar llegar a la fisura del otro lado del pozo, por lo que desciende y coloca algunos juguetes más, para acercarse a la base de la fisura. Un nuevo fiasco nos deja sin alternativas y no vemos mas posibles opciones para seguir buscando el camino del aire, por lo que asumimos que solo nos queda desinstalar y retirarnos con las orejas gachas y las sacas muy cargadas, además para fastidiarnos mas, ahora el aire en la cabecera es muy claro..

Comenzamos la penosa tarea de desequipar, dejando algunas reuniones en las cabeceras de las escaladas y viendo como las sacas cada vez pesan más y más. Para colmo mi Croll, dice que esta en la reserva y empieza a fallar cada vez mas a menudo, lo que deja a mis brazos a punto del motín.


 Avanzo hasta el final del largo pasamanos por el meandro desfondado y dejo mi saca al otro lado, para volver y esperar a que lleguen los otros y desequipar ese aéreo paseo. Cuando los chicos han pasado con sus petates, comienzo el desmontaje procurando no resbalar y caerme por el meandro hasta que se tense la larga cuerda. Termino el trabajo sin novedad y solo nos quedan una rampa y una escalada por desmontar, pero Pedro piensa que puede haber algo en la parte alta del meandro y Zape se cuela por un estrecho paso entre formaciones, para subir al siguiente nivel, que aunque no aporta nada nuevo, sale mas arriba en el pozo chimenea que forma esta parte de la cueva.


 

Decidimos equipar una cuerda en ese tramo y dejarlo equipado, por si algún día nos da por escalar las chimeneas. Solo hay que conseguir lanzarle una cuerda a Zape en la ventana por la que ha salido y pasarle el material. Hago dos o tres lanzamientos con mi brazo malo, pero consigo la canasta y la cuerda llega a sus brazos.

Se equipa la cuerda y nos vamos para la calle, dejando un gran depósito de material en la sala de la Encrucijada con las de 250 m. de cuerda y 40 anclajes, que necesitaremos para las múltiples incógnitas que aún nos quedan en esta cueva.

Para las 17:00 iniciamos el ascenso, un poco deprimidos por el fin de las opciones de continuación, en la zona de hoy, pero pensando ya en próximos objetivos. El croll me putea cada vez mas en la subida, pero con todo estamos en la calle sobre las 18:30, con buena temperatura.


 

Confirmamos con Marta nuestra cita de nuevo en el Willy, a la que se une por sorpresa Cristóbal que no ha podido resistir más su encierro en Llodio. Por su parte Pedro reanuda su actividad de control remoto de la epidemia en su instituto, colgado del teléfono.

Bajamos al pueblo que sigue mucho más frio que las alturas, donde se nos une también Rubén, para cenar y charlar, poniendo así fin a esta jornada bastante suave de reencuentro tras la tormenta..

lunes, 15 de noviembre de 2021

Montaña rusa en la Torca de La Calera

  El Moro, Ramales 13 del 11 de 2021

Este fin de semana hay varias actividades en la comarca desde rallye, hasta congreso de espeleosocorro y lo mejor música por la noche, así que dejamos de lado otras opciones mas largas y nos decidimos por volver a la Torca de la Calera en Ramales.

No habíamos vuelto desde Junio, donde dejamos una punta en una alta fisura casi rectilínea, por la que avanzamos con escaladas y descensos.

Para esta ocasión, además de los habituales, Zape, Pedro y Ángel, hemos reclutado a un escalador, Rubén que de tanto ver espeleos en su albergue, siente curiosidad por el mundo subterráneo y la fauna que lo recorre.

Tras el café de rigor donde Wili, subimos en la furgo de Zape y preparamos las mochilas. Rubén como buen madrileño, sale andando con el mono puesto, pero al menos no se pone el arnés, y tal vez le venga bien para atravesar la selva de espinos que nos espera.


Yo me he traído la tijera de podar y voy en cabeza cortando los espinos y zarzas que de nuevo se han apropiado del camino, con lo que conseguimos llegar sin grandes heridas.

Nos equipamos y para dentro, con Zape en cabeza, Rubén detrás al que sigo, así lo vamos vigilando un poco y le vamos indicando las correcciones que debe de hacer en su material, por lo demás se maneja bien y como está fuerte no hay muchos problemas, mas allá de la impresión que siempre causa colgarse en un gran pozo.

Llegamos a las amplias galerías y recogemos algo de material por el camino, hacemos recuento y nos llevamos lo que necesitamos para hoy.

Luego empezamos la yincana de ascensos, pasamanos, descensos más pasamanos, ascensos y descensos. Algunas paredes están recubiertas de coliflores y goteos llegan del techo en algunos puntos.

 

Con un último descenso de 15 m. llegamos a un amplio suelo de cantos rodados por el que baja agua cuando llueve. Allí vamos a hacer dos equipos, por lo que paramos a comer, son las 13:00 y tanto ejercicio ya nos ha dado hambre. Terminado el ágape Zape y Rubén seguirán hacia la punta, mientras Pedro y yo tomamos un tubo de 1,5 m. de diámetro que termina en un pozo de unos 6 m.

Mientras Pedro equipa yo empiezo con el apasionante mundo de la topo. Pedro baja y parece que todo se cierra, pero a medio pozo se intuye una posible continuación, por lo que bajo y penduleo, mientras Pedro accede desde abajo por un paso bajo un bloque. Efectivamente hay un tubo muy concrecionado, que nos obliga a retorcernos para esquivar las formaciones. La galería se amplia y desfonda en un pocete, que atravieso en oposición para seguir el tubo, hasta otra zona muy cerrada por formaciones.

 

 

 

 

Pedro ha traído el material y desciende el pocete, pero abajo todo se cierra y sube de nuevo. Atravesamos la barrera y avanzamos un poco mas por un meandro formado entre estrechos estratos de areniscas, hasta una estrechez que solo cruza Pedro, pero poco después se estrecha mucho sin sensación de aire. 


 

Nos retiramos haciendo la topo y desequipamos el pozo, para salir de nuevo a la galería principal e iniciar la persecución del equipo de punta. Ascendemos una pequeña cuerda y tras una rampa de cantos de arenisca, donde cae agua por una colada, llegamos aun resalte pequeño y seguido al pozo que nos detuvo la última vez.

 


 

Oímos las voces de los chicos que nos piden mas material, por lo que descendemos el pozo de 16 m. hasta un suelo de nuevo ascendente, que lleva a una nueva escalada en coladas que se ha currado Zape. Voy el último haciendo la topo y en lo alto de la escalada otro corto tramo de suelo, conduce a un amplio desfonde con chimenea, que de nuevo han escalado durante siete metros, para encontrar otra vez un corto tramo horizontal, que de nuevo conecta con un amplio pozo chimenea, donde se han quedado sin anclajes.

Esta montaña rusa de bajadas y subidas requiere mucho material y esfuerzos, pero notamos una clara corriente de aire que nos anima. Las paredes son de colada y no es fácil colocar anclajes sólidos, pero finalmente Zape y Pedro descienden, pero las noticias nos son buenas, abajo solo hay un estrecho meandro que además parece volver en la misma dirección y sin aire claro.

 


Bajamos todos haciendo la topo y nos vamos colando por el meandro bastante incomodo, con algún paso estrecho aunque corto. Se equipa un resalte y dos pequeños pozos, pero lo esperado se cumple y las dimensiones se reducen hasta lo imposible, dando por finalizada la exploración en ese punto.


 

Terminada la topo salimos desequipando, hasta la cabecera del pozo, donde tendremos que plantearnos alguna travesía o escalada, en busca del aire pero no hay nada claro.


 

El camino de vuelta es igual de sinuoso que la ida y a Rubén le sirve de curso de perfeccionamiento, de su técnica de ascenso y colocación del material, bajo la atenta mirada de Zape.


 


 

En el gran pozo los ecos de las piedras que tiramos se amplifican y ponen de los nervios a Pedro, poco amante de estos lugares.


 


 


 

A las 20:30 estamos en la calle, donde contactamos con los equipos de apoyo que nos esperan en Ramales bien apoyados en la barra del bar Willi.

Un último combate nocturno con los espinos y llegamos al coche, pensando en la cena y la música que hay esta noche en el pueblo.

El día ha sido complicado con mucho trabajo para 170 m. de topo, pero volveremos para ver si podemos superar las barreras que nos pone la cueva.