El Moro, Ramales 13 del 11 de 2021
Este fin de semana hay varias actividades en la comarca desde rallye, hasta congreso de espeleosocorro y lo mejor música por la noche, así que dejamos de lado otras opciones mas largas y nos decidimos por volver a la Torca de la Calera en Ramales.
No habíamos vuelto desde Junio, donde dejamos una punta en una alta fisura casi rectilínea, por la que avanzamos con escaladas y descensos.
Para esta ocasión, además de los habituales, Zape, Pedro y Ángel, hemos reclutado a un escalador, Rubén que de tanto ver espeleos en su albergue, siente curiosidad por el mundo subterráneo y la fauna que lo recorre.
Tras el café de rigor donde Wili, subimos en la furgo de Zape y preparamos las mochilas. Rubén como buen madrileño, sale andando con el mono puesto, pero al menos no se pone el arnés, y tal vez le venga bien para atravesar la selva de espinos que nos espera.
Yo me he traído la tijera de podar y voy en cabeza cortando los espinos y zarzas que de nuevo se han apropiado del camino, con lo que conseguimos llegar sin grandes heridas.
Nos equipamos y para dentro, con Zape en cabeza, Rubén detrás al que sigo, así lo vamos vigilando un poco y le vamos indicando las correcciones que debe de hacer en su material, por lo demás se maneja bien y como está fuerte no hay muchos problemas, mas allá de la impresión que siempre causa colgarse en un gran pozo.
Llegamos a las amplias galerías y recogemos algo de material por el camino, hacemos recuento y nos llevamos lo que necesitamos para hoy.
Luego empezamos la yincana de ascensos, pasamanos, descensos más pasamanos, ascensos y descensos. Algunas paredes están recubiertas de coliflores y goteos llegan del techo en algunos puntos.
Con un último descenso de 15 m. llegamos a un amplio suelo de cantos rodados por el que baja agua cuando llueve. Allí vamos a hacer dos equipos, por lo que paramos a comer, son las 13:00 y tanto ejercicio ya nos ha dado hambre. Terminado el ágape Zape y Rubén seguirán hacia la punta, mientras Pedro y yo tomamos un tubo de 1,5 m. de diámetro que termina en un pozo de unos 6 m.
Mientras Pedro equipa yo empiezo con el apasionante mundo de la topo. Pedro baja y parece que todo se cierra, pero a medio pozo se intuye una posible continuación, por lo que bajo y penduleo, mientras Pedro accede desde abajo por un paso bajo un bloque. Efectivamente hay un tubo muy concrecionado, que nos obliga a retorcernos para esquivar las formaciones. La galería se amplia y desfonda en un pocete, que atravieso en oposición para seguir el tubo, hasta otra zona muy cerrada por formaciones.
Pedro ha traído el material y desciende el pocete, pero abajo todo se cierra y sube de nuevo. Atravesamos la barrera y avanzamos un poco mas por un meandro formado entre estrechos estratos de areniscas, hasta una estrechez que solo cruza Pedro, pero poco después se estrecha mucho sin sensación de aire.
Nos retiramos haciendo la topo y desequipamos el pozo, para salir de nuevo a la galería principal e iniciar la persecución del equipo de punta. Ascendemos una pequeña cuerda y tras una rampa de cantos de arenisca, donde cae agua por una colada, llegamos aun resalte pequeño y seguido al pozo que nos detuvo la última vez.
Oímos las voces de los chicos que nos piden mas material, por lo que descendemos el pozo de 16 m. hasta un suelo de nuevo ascendente, que lleva a una nueva escalada en coladas que se ha currado Zape. Voy el último haciendo la topo y en lo alto de la escalada otro corto tramo de suelo, conduce a un amplio desfonde con chimenea, que de nuevo han escalado durante siete metros, para encontrar otra vez un corto tramo horizontal, que de nuevo conecta con un amplio pozo chimenea, donde se han quedado sin anclajes.
Esta montaña rusa de bajadas y subidas requiere mucho material y esfuerzos, pero notamos una clara corriente de aire que nos anima. Las paredes son de colada y no es fácil colocar anclajes sólidos, pero finalmente Zape y Pedro descienden, pero las noticias nos son buenas, abajo solo hay un estrecho meandro que además parece volver en la misma dirección y sin aire claro.
Bajamos todos haciendo la topo y nos vamos colando por el meandro bastante incomodo, con algún paso estrecho aunque corto. Se equipa un resalte y dos pequeños pozos, pero lo esperado se cumple y las dimensiones se reducen hasta lo imposible, dando por finalizada la exploración en ese punto.
Terminada la topo salimos desequipando, hasta la cabecera del pozo, donde tendremos que plantearnos alguna travesía o escalada, en busca del aire pero no hay nada claro.
El camino de vuelta es igual de sinuoso que la ida y a Rubén le sirve de curso de perfeccionamiento, de su técnica de ascenso y colocación del material, bajo la atenta mirada de Zape.
En el gran pozo los ecos de las piedras que tiramos se amplifican y ponen de los nervios a Pedro, poco amante de estos lugares.
A las 20:30 estamos en la calle, donde contactamos con los equipos de apoyo que nos esperan en Ramales bien apoyados en la barra del bar Willi.
Un último combate nocturno con los espinos y llegamos al coche, pensando en la cena y la música que hay esta noche en el pueblo.
El día ha sido complicado con mucho trabajo para 170 m. de topo, pero volveremos para ver si podemos superar las barreras que nos pone la cueva.
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