martes, 20 de octubre de 2015

Dolomitas nevadas.

Dolomitas  19 al 27 de Setiembre de 2015
 



Finaliza el verano y algunos ramaliegos y sus colegas planean hacer un viaje a las Dolomitas. Para algunos como Juan es casi la migración anual, ya que lleva varios años sin faltar a esta cita.
Para otros como yo será la segunda visita a este increíble macizo y para algunos será su estreno en estos montes.
El plan se basa en utilizar la recientísima adquisición de Juan , una caravana de segunda mano que acaba de traer de Galicia y que apenas tienen tiempo de probar y revisar para la salida que está prevista para el día 19 de Setiembre.
Llegado el día de la partida los peores augurios de buena parte de la clientela de Willi se cumplen y la caravana se para en medio de la carretera camino de la gasolinera. Tras moverla con la grúa el motor decide volver a funcionar sin más. Claro que dura poco y se vuelve a parar poco después en una calle del pueblo. La cosa no pinta bien y no entendemos que pasa, pero una llamada a un alma caritativa del pueblo, nos trae un mecánico que tras algunas pruebas dictamina que tiene una alarma que bloquea el arranque y una vez desconectada todo funciona bien. Dios te lo pague o mejor una birras donde Willi.
 

Por fin resueltos los problemas salimos cuatro y un perro Sid, desde Ramales, Cardin, Chisco, Juan y Angel. Entramos en Bilbao a recoger a Vitorchu y por fin a devorar Km. vía Francia. Nos vamos relevando al volante mientras el resto descansa en la caravana, donde Cardin vate el record de horas de sueño sin bajarse del piso alto.
El viaje no presenta mayores incidencias y al atardecer del día 20 estamos ya en los valles de Dolomitas y subimos a dormir al aparcamiento del paso Pordoi.
La verdad es que viajar con la caravana ha sido cómodo y divertido.
Juan que es el conocedor del macizo y ha realizado múltiples ferratas en la zona, nos propone hacer una cercana al puerto que sube hasta el pico Piz Boe de 3152 m. y bajar luego por la normal y un fuerte canalón de piedras.


Así pues partimos sin madrugar mucho y con un día soleado por una pista que nos deja en un gran osario de soldados  alemanes de ambas guerras mundiales. A partir de aquí un sendero asciende primero por prados y luego por rocas hasta la base de la pared, donde descubrimos que no somos los únicos ni mucho menos que quieren hacer esta ferrata. De hecho hay un grupo de 12 militares italianos que nos preceden y algún montañero más, por lo que nos tomamos la cosa con calma.
Cuando empezamos el ascenso descubrimos que los primeros muros son bastante verticales e incluso extraplomados. A juan se le ha olvidado mencionar que vamos a hacer una de las ferratas consideradas como de las difíciles de Dolomitas.
Afortunadamente la cosa mejora y el resto de la ferrata son más bien viras intercaladas con pequeños muros, pero la altura se nota mucho y jadeamos como perros a la menor dificultad.
El tramo final es un pateo hasta la cumbre por una gravera y cada uno sube a su ritmo, como sus pulmones y corazón le deja.
 
La cumbre tiene un refugio –bar llenísimo de gente que ha subido por la normal y supongo que quitándose el grueso del desnivel por el teleférico existente.
Esto es dolomitas y los múltiples teleféricos que hay para la práctica del ski invernal, se reutilizan en verano para subir a las cumbres o hacer descenso en bicicletas.
Comemos y descendemos por la normal muy acompañados hasta la estación del cable.




 Allí decidimos descender por la pedrera que por el fondo de una profunda canal desciende hasta el aparcamiento.

Ha sido una bonita excursión que terminamos tomando una cerveza en un bar y algunos con visita al museo que hay sobre la 1ª guerra mundial.

Nos vamos a dormir al Val di Fassa  donde quedamos con Moncho que ha llegado en avión y con un coche alquilado, que afortunadamente no es el panda previsto y tiene mas espacio.
Por la mañana Sid es el único que se atreve a darse un baño en el rio, mientras los demás ni nos lo planteamos.
Estamos a día 22 y la previsión de tiempo no está clara con amenaza de lluvia por la tarde, así que hacemos dos equipos, Moncho y Vitorchu se van al glaciar de la Marmolada y los demás al valle de Contrin.
Los de Contrin ascendemos por una pista entre bosque hasta una curiosa barrera con sistema de “telemando” para que el paisano pueda abrir y cerrar la barrera sin bajarse del vehículo.


Llegamos a un amplio valle glaciar, donde el bosque empieza a escasear invadido por la pradera.
Más arriba nos cruzamos con una caravana de burros, guiados por unos paisanos. Pasamos junto a un bar de montaña con un oso disecado en la entrada y llegamos al refugio de Contrin de 2016 m. de altura. El refugio está lleno de niños suponemos que de algún colegio y mientras comemos observamos la entrada de la niebla por el paso de Ombreta que lleva a la norte de la Marmolada, donde se encuentra el resto de la expedición.
 
Valoramos hacia donde seguir y decidimos que la niebla y las horas de pateo, no aconsejan ir por allí, con lo que decidimos girar al este hacia el refugio de Pas de S. Nicolo a 2340 m., desde donde tenemos a los pies el profundo valle glaciar de San Nicolo, por el que nos decidimos a bajar primero por unas fuertes zetas y luego con un suave valle de bosque y praderas, con el inevitable bar de madera junto a unas cascadas.
Comemos junto a unas cabañas y seguimos un sendero junto al río hasta salir a una pista y pasar junto a cabañas cada vez de más nivel y llegando ya a zonas habitadas con vacas y colmenas donde Juan compra miel de la zona.

Descendemos el valle durante varios Km. hasta que nos recogen en coche Moncho y Vitorchu, que no han podido hacer mucho en el glaciar debido a la niebla.

Ha sido una bonita vuelta con unos 18 KM. y 900 m. de desnivel.
El tiempo cambia y llega una fuerte nevada que nos deja sentados en la caravana viendo cómo se acumulan más de 15 cm. en los valles , mucho más en las montañas .

 Alquilamos un bungalow , para dos, ya que los seis no podemos dormir en la caravana con la idea de ducharnos todos, pero la dueña del camping nos vigila  y detienen a uno de los team de ducha y nos quita la llave. Debemos ir luego Moncho y yo a recuperar la llave y aguantar la charla preguntando por el tío de los pelos y las varvas.
Al día siguiente continua todo nevado y con mal tiempo, así que algunos decidimos hacer una excursión por el teleférico del Paso Falzarego , hasta el pico Lagazuoi y bajar luego por el túnel que recorre toda la montaña, fruto de los esfuerzos italianos por volar la montaña y desalojar a los austriacos.




Juan se queda en los valles y los demás en el coche subimos al Paso muy nevado y llegamos al teleférico, donde nos dicen que arriba hay mucho hielo y esta peligroso. Nos vamos de excursión turística a Cortina y de vuelta al paso vemos que baja gente por los senderos ,  así que sacamos los billetes y subimos al pico, que efectivamente está congelado y con el sendero hasta el túnel, un poco delicado.
Entramos en los túneles que yo conozco pero no deja de impresionarme el trabajo que tuvieron que realizar los soldados italianos excavando por el interior de la montaña hacia arriba y pendientes de las contraminas de los austriacos, en fin una locura más del ser humano.

De bajada visitamos un museo de la Gran Guerra que hay cerca en una antiguo fuerte, de nuevo alucinamos con las armas, ropas  e ingenios de esa época.



Por la tarde nos reunimos con Juan y Sid en el valle y decidimos irnos a valles más bajos y sin nieve, por lo que nos vamos a dormir a uno de los clásicos parajes idílicos de Dolomitas , el Lago di Braies, donde llegamos al atardecer y aparcamos junto al gran hotel que hay allí con toda la pinta de los balnearios del siglo XIX, más tarde en un cartel, vemos que incluso fue sede de la SS de Hitler y campo de prisioneros en la II guerra mundial.


El lago está muy bonito al atardecer y damos algún paseo por sus orillas , aunque hace bastante frío.
Al día siguiente 25 de Septiembre  amanece soleado y decidimos subir por el Val di Foresta, primero bordeando el lago y luego ascendiendo por una valle boscoso y con varios ríos.
Comemos algo en una bonita cabaña con grandes vistas a las montañas nevadas y tomamos un sendero que asciende con fuerte pendiente hasta un grupo de cabañas donde la nieve lo cubre todo. Hemos subido acompañados de numerosos visitantes muchos de ellos de avanzada edad, que a su paso suben donde haga falta, manteniendo la tradición montañera que tienen las gentes de estas latitudes.


Seguimos ascendiendo por  una pista nevada hasta un collado en la cota 2283, con bonitas vistas y donde hace un calorcito muy agradable para comer, bajo la inevitable cruz y cristo de madera. Una cosa que llama la atención en Dolomitas es la presencia de cruces, cristos y vírgenes por todas partes  , no sé si es porque son muy creyentes o es una consecuencia de las guerras que han asolado estas montañas en los tiempos
recientes.





Continuamos por un sendero nevado hasta un collado que nos lleva al Val di Lersc, que descendemos hasta llegar de nuevo a la cabaña y bajar por donde hemos subido hasta el lago, que bordeamos esta vez por el otro lado.
Ha sido una bonita excursión de unos 17 Km. y 800 m. de desnivel, con bosques, ríos , nieve y buen tiempo, no se puede pedir más..
A la llegada al Hotel hay muchísimos turistas y un espectáculo de baile de un grupo de lo que parece  bailes tradicionales vestidos con pantalones cortos, de lo más ridículo y medio pedo diría yo..


Cambiamos de valle y nos vamos a la zona de las Cimas de Lavaredo, lago di Misurina, donde dormimos en un parking.


Por la mañana Juan se va hacia el monte Piana y su museo a cielo abierto de la guerra. El resto subimos por la carretera de pago hasta el aparcamiento de las tres Cimas, que está muy lleno de coches y personas. Tomamos el sendero que rodea las Cimas y pasamos junto a la base de la vía sur normal a la cima central , que era uno de nuestros objetivos de este viaje y que hemos abandonado ante la fuerte nevada. Hay cordadas en la pared y seguramente fuera posible hacerla pero también es posible que las canales estén llenas de nieve dura.
 

Pasamos junto al masificado refugio de Lavaredo y subimos al collado del mismo nombre de nuevo pisando nieve hasta el refugio de Locatelli a 2450 m. de altura. 


Allí vamos a subir a una torre de roca que esta sobre él, la Torre di Toblin de 2617 m., que tienen una corta pero aérea ferrata por su cara norte.



El acceso está lleno de nieve helada lo que la hace peligrosa sin crampones, hasta alcanzar los primeros cables. Luego asciende por una canal fría y húmeda con escaleras y restos de las antiguas escalas de madera, por las que subían los soldados austriacos, que tenían un observatorio de artillería en su cumbre.



De nuevo pensamos en las penurias que pasarían los soldados en la gran guerra en pleno inviernos subiendo a ese pico con ventiscas y mucho frío.

En la cumbre comemos con sol y sin aire y bajamos por la sur más suave pero que en la guerra estaba a tiro de los italianos, por lo que hay varios fortines excavados en la roca.
Retornamos hacia el coche bajo las impresionantes paredes norte de las Tres Cimas, junto con una riada de personas y eso que estamos a finales de Septiembre aunque es sábado.

 








 







 
































Bajamos al encuentro de Juan y Sid, que nos saluda con su cola y emprendemos el camino de un poco conocido valle más dedicado a la ganadería y la madera que al turismo, el valle de Longiaru, donde llegamos por la tarde y aparcamos al final de una carretera junto a un pequeño lago y un río.
Decidimos ir a cenar a un pizzeria que vimos en un pequeño pueblo y resulta ser un buen sitio y casi el local social de la comarca.
 

 
Al día siguiente con buen tiempo emprendemos una excursión hacia el Col de Puez , al principio por bosques que atraen la atención de algunos del grupo que deciden quedarse a buscar setas,

 por lo que a la cota 2100 solo llegamos Juan, Moncho, Cardin y yo y al llegar a un paso en forma de canal, con algo de cable, solo quedamos Cardin y yo ascendiendo hacia el paso y el refugio que hay allí a 2475 m..



 
En la subida hemos estado casi solos, pero en cambio el refugio está lleno de gente que ha llegado por la otra vertiente que esta más asequible desde el Paso de Gardena, comemos algo un poco más adelante en un mirador natural, sobre un profundo valle glaciar.



Volvemos rápido descendiendo los 900 m. de desnivel antes de que el resto de la tropa se vaya de fiesta y los encontramos en la caravana tomando el sol.









 La siguiente etapa de nuestro viaje nos alejaría de las Dolomitas camino de Venecia donde casi todos tomarían un avión para España, pero eso es otra historia...

lunes, 12 de octubre de 2015

Estadística (3/10/2015)



Otra vez de vuelta al torco, tras el obligado parón. Este fin de semana nos hemos juntado Mois, Wychy, Cristóbal, Marta, Zape y servidor para ir ventilando una serie de incógnitas en la Sima de la Maza. El viernes ha llovido lo suyo, y la noche no le ha andado a la zaga, por lo que vamos un tanto moscas. Un chute de cafeína en La Gándara, y el hecho de que el cielo parezca limpiarse de nubes nos animan.

De camino a la sima Wychy se dedica a recolectar una buena colección de hongos (pero, ¿a qué venimos, a setas o a torcas?), mientras nos cambiamos en un ambiente helechal-garrapatil. Vamos desfilando todos por la estrechez que da paso a la sima. Aunque circula un poco de agua por el meandro, no parece particularmente amenazante, por lo que pasamos el paso bajo sin pena ni gloria.
Tras los pocetes y los pasamanos que nos sitúan en la sala desde la que comienzan las nuevas galerías, vamos remontando calmadamente (algunos, pues otros parece que tienen la proverbial guindilla en el orto). Pasamos por el primer nido de material, y recogemos todo, pues vamos a escalar unas cuantas ventanas que se encuentran más allá. Nos dirigimos hasta la base de la primera, donde aprovechamos para comer (chocolate al punto de sal, manda narices, qué no inventarán…) y repartir el material. Cristóbal y Zape se quedan aquí, para hacer una escalada de unos 15 metros. Aunque lo que se arriba no parece especialmente prometedor, es uno de los puntos de las nuevas galerías que más se acercan a lo que tenemos explorado en Rubicera: apenas 140 metros nos separan de galerías conocidas, y a la misma cota…

Los demás seguimos hasta el siguiente nido de material, en la base de una escalada de unos 30 metros. Aquí se quedan Moisés y Wychy, con buena parte del material. Por nuestra parte, Marta y yo nos dirigimos a hacer una pequeña escalada que nos permitiría seguir remontando una río que viene desde el norte deslizándose por un estrato areniscoso (no el que creemos que viene de Rueñes, sino otro ubicado más al Oeste).


Llegamos a la base del estrato margoso, de unos 3 metros. Optamos por escalar por un lateral, que parece dar paso a un meandro (y que suponemos nos permitirá alcanzar el río). En su base, una colada está plagada de una miríada de arañazos de lirones, muchos de cuyos restos tapizan esta zona.
Empiezo la escalada con mi habitual torpeza, estrangulándome con estribos, cables de taladro, cordinos y demás mandanga, ante la resignada mirada de Marta, que ve que va a pasar frío. Como no hay parabolts, toca spits. Y es una mierda escalar con esto… Primer spit: agujero demasiado corto; bueno, estoy cerca del suelo, no pasa nada… Segundo spit: agujero demasiado largo; va, limpiando un poco la cabecera, algo roscará… Tercer spit: demasiado corto; si es momentito… Cuarto spit: demasiado largo… Y así toda la escalada… Pero bueno, si aplicamos criterios estadísticos, en lugar de decir que en los 8 metros de escalada no he metido ni un seguro bien, podemos afirmar que, de media, todos han quedado perfectos, ¿no?

Resulta que el meandro es independiente del río (a pesar de no haber más de un metro y medio entre ambos), y al llegar a una amplia repisa a unos 8-9 metros vemos que es la base de una amplia chimenea. A unos 12 metros se ve una posible galería (en su base volvemos a encontrar otro buen montón de restos de lirón), pero no tenemos suficientes anclajes, pues los otros dos equipos se lo han llevado casi todo.


Dejamos instalado en fijo para volver, y mientras tenemos una animada conversación literaria (que se note nivelazo cultural), Marta se sube por un techo hasta poder alcanzar la llegada del río; tras un par de acrobacias, la incógnita queda zanjada: el agua viene por una estrecha fisura de pocos centímetros de altura, y sin nada de aire…


Volvemos hacia atrás, y Wychy y Moisés nos piden que les acerquemos una batería. Mientras Marta se dirige hacia allá, reviso algunos huecos entre los bloques de la sala. Tras desobstruir en un sitio, logro pasar a una caótica zona de bloques por la que viene un pequeño riachuelo. La remontamos un rato entre bloques, hasta que se vuelve completamente impenetrable por todos lados.
Nos dirigimos entonces hacia la escalada de Cristóbal y Zape. Vemos que ya la han hecho, pero no hay cuerda, por lo que suponemos que han ido a otra pendiente, en el primer nido de material. Llegamos allá, y vemos que también está hecha, pero ni rastro de ellos. Mientras revisamos algún lateral más llega la pareja, un poco cariacontecida: ambas escaladas se cerraban, y encima se les han roto 4 dbzs. Uno vale, pero cuatro… Al menos, tras acabar con las escaladas, revisando una vía lateral han encontrado una galería (aparentemente paralela a aquella por la que venimos) que han explorado y topografiado (136 metros).

Picamos algo esperando a los otros dos. Tras un buen rato de frío, a las nueve y cinco decidimos dejarles una nota y comenzar a subir, para no amontonarnos en los pozos. El camino de vuelta se hace cansino. Pasado el paso bajo nos cogen Moisés y Wychy: se han quedado sin material, tras haber escalado unos 35 metros, en condiciones bastante precarias (barro, roca podrida…) y aún quedan otros cinco metros para llegar a un “algo”. Se las han visto y deseado para descolgarse posteriormente, pues andaban tan justos de material que sólo les ha sobrado un parabolt y un metro de cuerda.

Finalmente, hacia las doce de la noche llegamos a la salida. Moisés, Wychy y yo, que vamos los últimos, como no hemos tenido bastante paliza, optamos por dar un bonito paseo a la luz de la luna; vamos, que nos despistamos, ante el regocijo generalizado del resto. La noche es ya fría, así que no hay mejor remedio que parar en La Gándara para entrar en calor con un buen bocata de panceta y una birra… Lo que son metros, no acumularemos muchos; pero lo que es colesterol…