28/09/24
Hace unas semanas, mientras daba una vuelta, me acerqué a la FV-19, una vieja conocida a la que nunca hemos prestado mucha atención debido a su escasa extensión y a que estaba más trotada que la ética de Alvise. Sin embargo, una pequeña ventana me permitió pasar a una galería de buenas dimensiones, levemente descendente. La seguí un rato, entre el revoloteo de los murciélagos, hasta llegar a la cabecera de un pocete. No se veía clavado, y aunque había alguna huella por la galería, eran mínimas. Y lo que es mejor, al otro lado del pozo se apreciaba lo que parecía ser la continuación de la galería, con un tubo evidente en el techo.
Ya en casa, rebuscando en la bibliografía, encuentro una topo en la que sí aparece la galería y el pozo, que está bajado: ocho metros y se cierra. Ello enfría un poco mi entusiasmo; pero es evidente que la travesía no está hecha, así que merece la pena volver.
Así que este sábado vamos Gelo y yo para ya, pues el resto de la tropa, o está secuestrada por Nelín, o tiene eventos varios (BBC: bodas, batidas y comilonas). El día amanece lloviendo y remoloneamos: un par de guasaps en el que cada uno espera que el otro diga que nos quedamos en la cama; pero somos cobardes hasta para eso.
Ya en el club, petates cargados, y para arriba. Previamente había limpiado un poco el camino, por lo que llegamos relativamente secos a la entrada de la cueva. Nos cambiamos, y hacia adentro, entre el batir de las alas de los murciélagos.
Dado que está en un buen sitio, revisamos un poco por encima las paredes, que Pencho nos tiene bien aleccionados. La zona llana tras la rampa de entrada está completamente inundada (no ha parado de llover estas semanas), pero no nos pasa por encima de la bota. En la cabecera del pozo encontramos unas marcas, que inocentemente consideramos grabados; pero pronto nos damos cuenta de que son las muescas de las garras de un oso.
Gelo instala el P.8, que da pie a una blanca colada en cuya base una pequeña colada se colmata aguas arriba, y se sifona aguas abajo. A la izquierda se ve un posible tubo, a unos 7 metros. Gelo mete un par de seguros donde puede y sube por una inestable pendiente de arena. Una persona ha subido (aparentemente, a pelo, pues no vemos ningún agujero) hasta allí, aunque no ha revisado el tubo estrecho que nace en la rampa.
Gelo desinstala y comienza la topo. Yo subo hasta la cabecera de la colada, y veo que hacia la izquierda continua, y que viene de la zona a la que queremos llegar escalando. ¿Se podrá por acá? Con los tres cafés que me he metido, yo -como mister Wonderful- puedo con todo. Para arriba... Dos metros, cuatro, seis, ocho... El puto amo que soy, ríete del Kukutxa ese, o de los modernos del Indian... Venga, que ya est.... ¡hostias! Esto es puro hielo, cómo patina...
- ¡¡¡¡Geloooooo!!!
-¿Qué?
-Vente, anda.
- Que estoy topografiando.
- Que me caigo.
- Siempre igual, si es que eres gilipollas.
Mientras llega Gelo veo, en mi cabeza, un grabado muy poco prehistórico: "Paco", tallado en la colada. Tampoco veo restos de ningún spit o similar, Paquito subió hasta aquí a pelo. Pero él si pudo bajar...
Finalmente viene Gelo, pone un multi y me asegura, y tiro para arriba por la colada. Se ve que Paco subió por acá, probablemente en verano, con la colada seca. Aún así, subir por aquí sin clavar es de gallo gallo: la hostia es considerable en caso de resbalar. Salgo arriba, a una galería de buenas dimensiones, con unos gours preciosos. Pintaca que tiene, como dice la juventú.
Clavo una cabecera y sube Gelo. Unos metros más adelante vemos dos nombres: Pruden y Paco, 1989. El suelo es inmaculado, y podemos apreciar las huellas de ida y vuelta de ambos, pero no más. Un poco decepcionados al ver que no somos los primeros, seguimos por una galería de buenas dimensiones, y decorada a cada paso. Los goteos le dan una belleza particular.
Tras avanzar unos cuantos metros por una zona "viva" de la cueva, llegamos a una rampa descendente, en la que dejamos un tubo a la izquierda. La galería recobra horizontalidad, con un fino suelo que recubre un poroso relleno (de hecho, nos hundimos casi un metro en él). La galería se va haciendo más pequeña, y llegamos al final, donde encontramos varias oseras y multitud de marcas de garras (alguna a casi cuatro metros). Es evidente que los osos entraron por donde nosotros, lo cual es impresionante (pozo de 8, escalada... y todo a oscuras).
Retrocedemos echando alguna foto y haciendo la topo. Reviso los laterales, pero el tubo previo vuelve a salir a la galería. Un P.7 que hay en él se cierra completamente. Sin embargo, en la zona de goteo, encuentro un P.20 de buenas dimensiones. Sorteando con cuidado su cabecera encontramos una galería de dimensiones más reducidas. Aquí también han estado Paco y Pruden, pero sólo en la parte amplia. Repto por los conductos, que se cierran o se desfondan. Gelo, en dirección contraria, ha llegado a un balcón que da a lo que parece ser una galería varios metros más abajo.
Mientras Gelo continúa con la topo me vuelvo a la cabecera del P.8 a por material. Instalo la cabecera en el balcón, y tras unos 8 metros llego a una galería descendente. Unos metros más allá se desfonda sobre otra galería. La cuerda no llega, pero atamos arneses y pedales, y eso nos permite descolgarnos hasta una repisa. No podemos bajar hasta la galería (queda a unos 7 metros por debajo), pero sí colarnos por un meandro lateral de 3x1,5 que seguimos hasta otro desfondamiento. No hay más material, así que toca darse la vuelta.
Satisfechos, vamos hacia la salida, mientras Gelo continúa la topo. Llegamos ya con la luz del día declinando, y bajamos por el bosque elucubrando sobre cómo se formó la galería (ni siquiera tenemos muy clara la dirección). Entre lo topografiado, lo ya conocido y lo que he visto, habremos superado ya el kilómetro, lo que no está nada mal para un sábado de remoloneo. Nuestros dieses para Paco y Pruden por su brava escalada. Pero, troncos, la próxima vez, publicad...