lunes, 4 de mayo de 2015

Cumpleaños infeliz (1 y 2/05/2015)



Ni posando y estando malo puede parar quieto...


 Fotos: Marta Candel y Ángel García

Aprovechando la fiesta del 1 de mayo optamos por montar una manifa en Rubicera. Y tenemos menos éxito que UPyD cuando organizó la de la Puerta del Sol: el Rubio tiene lío, Gambino mejores planes… Al final, estamos Gelo, Cristóbal,  Marta, Zape y yo. Al salir del club nos encontramos con Pedro y Nuria, que marchan con la Cambera (y con unas cuantas cervezas). Tras el café de rigor en el Coventosa, enfilamos el camino de Rubicera. El sur nos acompaña todo el camino de aproximación. Nos cambiamos comentando las mejores jugadas del mundillo subterráneo cántabro, cuyas aguas bajan más revueltas que las tripas de Zape.

Cristóbal se encuentra malo, y apenas habla, lo que quizá (y sólo quizá) nos permita ir a un ritmo medianamente humano al resto de los mortales. En la cabecera de uno de los pozos, mientras Gelo retoca la instalación, Zape se mete en una estrechez que habíamos dejado pendiente de revisar y encuentra un nuevo meandro, de dimensiones cómodas. Lo sigue hasta un desfondamiento en el que hay que equipar un pasamanos de unos siete metros, por lo que lo dejamos para mejor ocasión (todas las cuerdas nos esperan en el vivac).

Ya en el vivac, comemos rápidamente y nos dividimos: Marta, Zape y el enfermo irán a una escalada pendiente situada al norte. Aunque no tiene una gran pinta, nos queda relativamente cerca (unos 180 metros) de las nuevas galerías descubiertas la semana pasada en la Sima de la Maza. Si sonará la flauta… Por otra parte, Gelo y yo vamos a revisar el caos de bloques por el que proviene el río, y a hacer otra escalada en una enorme galería colmatada por bloques como casas (sin exagerar; bueno, o con una exageración no excesivamente exagerada).

Al llegar al río me toca meterme entre los bloques (ventajas de ser de tamaño medio, y no familiar, como Gelo). Tras quitar algunos, llego a una fisura… y encima me encuentro a Zape. Este tramo pasa por debajo de la otra galería. Intento llegar al cauce activo quitando bloques, y finalmente lo logro. Pero un poco más arriba el paso se cierra completamente. Game over (otra vez). Dejamos un aporte colgado para mejor ocasión, y nos vamos a hacer la escalada pendiente.

La galería a la que vamos es enorme; apenas vislumbramos el techo 30 metros más arriba. La continuación de la galería se ve colapsada por un descomunal caos de bloques, que pretendemos superar escalando. Retomamos la escalada iniciada tiempo atrás por Wychy (no comentamos sus técnicas de escalada para no herir susceptibilidades), y tras montar una cabecera Gelo hace una travesía hasta una repisa. En ella, una colada que viene de encima parece sugerir la  posibilidad de una continuación. Gelo comienza la escalada en colada semidura, y logra superar varios metros, mientras los parabolts muestran una preocupante tendencia a la holgura. Algo más arriba, una estrechez en la colada permite ver una oquedad. Agrando el paso, y tras una salita encuentro una rampa descendente. Instalo cuerda, y la rampa me deja en la cabecera de una vertical de unos 20 metros. Con el foco de Gelo vemos que se trata de otro recoveco de la gran galería, así que desinstalamos y seguimos la escalada.


Ahora me toca a mi, y avanzo penosamente con mi conocido estilo patoso, haciéndome un lío con taladro, estribos, bagas y toda la pesca. Finalmente, unos metros más arriba llego a lo que parece un nivel estable. A la izquierda, la roca madre; la sigo hacia arriba, pero unos cuantos metros más allá, de nuevo el sempiterno caos de bloques corta el avance; y esta vez sin posibilidad de continuación. 
Resignados, comenzamos a desequipar toda la escalada, tratando de bajarnos sin abandonar apenas material, usando naturales y cintajos.


Finalmente, cargados como mulas regresamos al vivac, donde nos encontramos con el resto de la tropa. A ellos no les ha ido mucho mejor: la escalada no ha dado ningún resultado. Así que, por ahora, damos por  finiquitado el “Frente Norte” de la nueva red de galerías de Rubicera. Quizá futuras exploraciones desde la Maza nos permitan reabrirlo, pero  por ahora, y tras mucho esfuerzo, los bloques nos han ganado la partida.

Cenamos la habitual pasta y para el catre temprano. A Marta esta vez la dormidina le pega “de normal”, y pronto las risas dejan paso al silencio propio del lugar. Interrumpido, como no, por ronquidos, bufidos y otras sonoridades de naturaleza intestinal. Jlamour.

Al día siguiente remoloneamos hasta las nueve. Desayunamos fuerte, y para abajo. Hoy la idea es explorar las cosas que quedaron pendientes en la Galería de los Mares del Sur. Cristóbal sigue hecho polvo, y no podemos disfrutar del gracejo andaluz en estéreo (hemos de conformarnos con el de Marta). Mientras rapelo por los pozos, me asaltan profundas reflexiones sobre el hecho de qué hago aquí el día de mi cumpleaños. La respuesta no deja en buen lugar ni mi vida social, ni mi inteligencia, ni mi nada.

Va a ser que la manifa no era por acá...
Llegamos finalmente a la base de la escalada que se curraron los andaluces (y que es bautizada, en un alarde de imaginación, como Escalada de los Andaluces). Unos 40 metros de subida por un bello pozo, hasta llegar al nacimiento de un meandro con hermosas formaciones en el techo. Poco más allá, el meandro se abre en una sala, y comemos algo antes de dividirnos el trabajo. Cristóbal y  Zape se van hacia la desobstrucción con aire; Marta y Gelo comienzan a instalar una vira que nace allí mismo, y que parece dar a un nivel colgado. Y yo, rastrero, opto por ir mirando los pequeños tubos que mueren en la salita. Todos ellos acaban colmatados por bloques un tanto inestables; se ve que ha habido un  nivel amplio encima, pero no es accesible. Llama la atención la abundancia de bloques margosos y areniscosos, que contrastan con la caliza pura del lugar en el que estamos. En uno de los tubos encuentro el esqueleto de un murciélago. Lirones vemos por todas partes, pero los murciélagos no acostumbran a entrar a distancias tan lejanas del exterior. ¿Habrá otra vía más cercana al exterior?

Estado del votante medio mientras espera que su partido cumpla las promesas electorales...




De mientras, la travesía de Gelo y Marta no ha dado ningún fruto, por lo que tras desinstalarla nos dirigimos a buscar a los otros dos satélites. Cuando los encontramos, sorpresa: han alcanzado unas galerías enormes, con una sala descomunal, un impresionante meandro… Todo magnífico salvo un pequeño detalle: está pisado, con abundantes marcas de carburo. Nuestra moral baja muchos enteros. Los dos nos describen un poco el kilómetro aproximado que han recorrido, y optamos por acercarnos a ver la gran galería meandriforme, a ver si nos suena de alguna zona conocida de Rubicera. Tras recorrer un buen trecho, no llegamos a ninguna conclusión. Volvemos, y Gelo y Zape hacen unas cuantas tiradas de poligonal que nos permitan hacernos una idea de dónde estamos. Tras esto, comenzamos una lenta retirada. Cabizbajos, aunque con la esperanza de que a través de estas no-nuevas galerías encontremos un acceso más cómodo a las puntas de exploración que aún tenemos pendientes.

Dejamos un nido de material considerable en la base de la Escalada de los Andaluces, y retomamos el ascenso hasta el vivac. En el río, soy agasajado con un emotivo –aunque notablemente desafinado y descoordinado- “cumpleaños feliz”, acompañado posteriormente por no una tarta de cumpleaños, sino unas horrendas barritas energéticas. En fin, menos da una piedra…


Los 20 kilómetros (más o menos) que llevamos en este sector. Daltónicos, abstenerse...
Tras recontar el material del vivac y llenar las sacas de basura, enfilamos hacia la calle. Se va notando el esfuerzo, pero vamos a buen ritmo. Sin embargo, en un pequeño pasamanos la lío: al izarme, noto como algo se rompe en el gemelo derecho. Alarmados –no mucho, dado mi habitual histrionismo- por los berridos, llega el resto de la tropa y me ayudan a salir de la cuerda. El dolor es fuerte, así que Cristóbal (que ya va recuperando) me coge la saca, y seguimos para afuera, aunque con un ritmo bastante más lento. Afortunadamente, ha sido a apenas unos 40 minutos de la calle (aunque esta vez tardaremos bastante más); no quiero ni pensar cómo habría sido abajo del todo. De "Rastreator" he pasado a "Arrastradator". El compañerismo no es óbice, sin embargo, para que de paso me graben humillantes escenas cojeando por los caos de bloques…


Ya en la calle, nos recibe un fuerte viento sur, pero todavía queda un poco de luz, así que aprovechamos antes de que la pierna se enfríe. La rampa con cuerda me cuesta un montón, pero tras ella llegamos a la pista y la cosa se pone mejor. Sapos, víboras y fauna varia nos despide de esta enésima aventura en las entrañas del Mortillano. El año que viene, el cumpleaños en el bar, lo juro…