domingo, 14 de abril de 2013

Vigilia kon kallos




Aprovechando las vacaciones que nos dan porque hace 2000 y pico años condenaron a muerte a uno por hacer escraches (o algo así creo recordar de mi lejana educación jesuítica), pues nos vamos a Rubicera, básicamente para no ocupar plaza hotelera y joderle las estadísticas al ministro del ramo. Así que el Jueves Santo (o Falto, teniendo en cuenta el CI de los asistentes) nos dirigimos al torco un buen puñaó de indeseables: Marta y Zape (castreños); Jose, Javi, Belén y Miguel (Burnintxus); Moisés, Rubio y Merinuco (AER). La habitual anarquía que nos caracteriza comienza antes de entrar en la cueva: unos deciden ir “parte arriba del cotero” y otros parte abajo; y encima, alguno tiene que retroceder porque ha olvidado material; el otro descubrirá que ha perdido el maillón… Clásicos populares de hoy y de siempre…

Tras cambiarnos con parsimonia, empezamos la procesión subterránea que en un rato (breve, porque algún hijoputa parece ser que tiene prisa) nos llevará al vivac, donde degustaremos la enchilada que se han traído los vascos. Mis tripas recordarán este grato momento durante toda la jornada posterior (así como la conveniencia de llevar celulosa en capas)… Tras la cena, regada con (poco) vino, cada uno se acalda en su hueco de la osera, y a dormir, entre el arrullo de los viriles ronquidos de alguno  de cuyo nombre no quiero acordarme (pero sí de sus muertos…).


Al día siguiente, viernes de pasión (o de presión, al menos intestinal), nos levantamos a una hora prudente (siete y pico), y tras un abundante desayuno vamos hacia abajo. Pasamanos, pocete, destrepes, pasamanos, galería cómoda (muy breve), pozo, rampona, pozo, bloques, pozo, trepada, pozo ascendente, estrecheces, más estrecheces, galería incómoda, galería cómoda (breve), 350 metros de gateras (su puta madre)….

Poco antes de las mentadas gateras se quedan Javi, Belén y Jose: explorarán la galería que remonta hacia el Este y que se había quedado a medias. Retoman la topografía allí donde había quedado, y seguirán en la misma dirección. Finalmente, tras unos 300 metros topografiados, saldrán a la galería principal ya conocida (Galería de la Espeleogénesis). A mitad de la galería sale una gatera más o menos perpendicular que da acceso a una zona diferente: suelo de arena, techos bajos y anchuras decentes. La pared este tiene algunas gateras descendentes en suelo de arena que cierran; y la pared oeste, ascendente por bloques como norma general. Revisarán unas cuantas estrecheces , sin mayores resultados.

En la galería principal bajan un P. 5 que estaba pendiente; le sigue otro P.5 por el que cae agua. Da a un meandro estrecho de zetas cabronas por el que hay que progresar pegado al techo. Este va descendiendo hasta llegar al nivel del río donde ya habría que tumbarse en el agua para seguir y además está estrecho. De esta zona se hace croquis. Además, Jose mira un tubo descendente pendiente en la galería principal, que da a una red de gateras arenosas. De vuelta al vivac, echarán un vistazo al aporte que viene por la derecha, pero no irán mucho más allá.

Pasadas las gateras, el resto nos dividimos en dos grupos. Moisés, Zape y Miguel bajarán el P.40 que hay en la sala; Marta, el Rubio y Merinuco bajarán los pozos que hay junto al esqueleto del primer oso. Merinuco comienza a instalar el pozo que hay en el final de la galería del oso; al pie del mismo se abre una sala de ciertas dimensiones, pero que se colmata por bloques en toda su extensión: un pequeño pozo parcialmente tapado de bloques queda pendiente de bajar (requiere desosbstrucción). Los laterales son impenetrables, a pesar de perder un rato quitando bloques para intentar avanzar entre ellos. En dirección contraria, una galería nos permite avanzar unas decenas de metros, pero acaba también colmatándose tras una gatera ruinosa revisada por Marta. El Rubio mira otra gatera, estrecha y no muy prometedora, que se podría tratar de forzar. Para concluir en esta zona, Marta hace una escalada sin resultados, y fotografiamos unas cuantas melenas de lo que suponemos es mirabilita.

Mientras los otros desinstalan, Merinuco revisa los bordes superiores del pozo. Un estrecho meandro da pie a un pocete, que tras descender comunica con la parte superior inicial de la galería del oso. Aguas abajo, y por una zona muy caótica de bloques, sale a una cornisa sobre una gran sala. Cuando han instalado la mitad, oyen voces: se trata del otro grupo: la gran sala es la esquina inferior de la sala en la que se encuentra el gran pozo, por lo que se topografía y desinstala.

Aprovechan para bajar el P.7 que hay justo al lado del esqueleto del oso. Allí se abre una sala con bellas formaciones y finos cristales, así como un gran conjunto de huesos de animales variados (cabras, lirones, posibles zorros…). El Rubio revisa una zona de gateras que queda pendiente de topografiar y remirar; una estrechez (que hay que desobstruir) permite vislumbrar al otro lado más huesos, quedando pendiente.Total, unos 400 metros de topografía

Sin embargo, lo más prometedor de la jornada es lo encontrado por el equipo de Moisés, Zape y Miguel. Transcribimos el relato que Moi ha tenido a bien escribir:

“La salida al pozo ya la instalaron Marta y Cristobal en la anterior salida y Zape continúa la labor. Miguel y Mois le seguimos topografiando hasta una amplia repisa a mitad de pozo donde nos agrupamos de nuevo los tres para volver a reorganizar el tema de las cuerdas, pues parece que pozo va a ser más largo de lo esperado y puede que no tengamos material suficiente. Zape tira para abajo y nosotros topografiamos un corto ramal que arranca desde un lateral de la cornisa. Dejamos pendiente una posible escalada y volvemos al pozo.

Apurando hasta el último metro de cuerda Zape toca suelo. El P. 40 resultó que ronda los 70 metros... Enseguida advierte que acabamos de “pinchar” grandes galerías y sale disparado cual gallina sin cabeza. Aun colgados en la vertical, escuchamos los juramentos de euforia y nos ponemos muy nerviosos (al menos yo) pero hay que mantener la calma y seguir con la topo. Tomo aire varias veces... Por fin llegamos nosotros también al fondo y no puedo evitar tirar la saca y salir detrás de él. Efectivamente hemos tenido suerte, grandes galerías de sección tubular, varios cruces y un balcón sobre una galería aún mayor a la que  no podremos bajar por falta de cuerdas. Echamos un vistazo rápido a las inmediaciones y reemprendemos la tarea a golpe de Disto y libreta.

Avanzamos mayormente en dirección Oeste por estas impresionantes galerías de suelo arenoso y cómodo transito dejando atrás algún cruce interesante. Unos 300 metros más adelante llegamos a un tramo ya más modesto donde se aprecia una clara corriente de aire. Sabemos que este rumbo nos acerca a la calle y conseguir un nuevo acceso sería un bombazo pero también sabemos que no será pan comido. Finalmente como un jarro de agua fría, todo se cierra en un tapón arenobarroso, pero… ¿y el aire? Zape encuentra oculta tras una montonera de bloques, una gatera que responde la pregunta. Este primero y luego Miguel la inspeccionan hasta una salita taponada de más bloques que pone, por el momento, fin a este sector. Quedará pendiente revisar cuidadosamente en otra ocasión pues aún quedan muchos interrogantes interesantes más atrás.

Volvemos sobre nuestros pasos explorando y topografiando varios ramales secundarios que también se van cerrando sin posibilidad de continuación. Cerca ya de la base del P. 70 exploramos una galería también de buen tamaño y sus bifurcaciones que igualmente acaban cerrándose. De salida y mientras topografiamos esta parte, Miguel descubre tras un paso estrecho, un acceso a otra gran galería que precisa de alguna acrobacia en su acceso. Esta vez la galería nos aporta un nuevo interrogante, otro pozo de unos 20 metros que también queda sin explorar y del que algunas piedras nos cuentan que abajo hay agua.

Hemos explorado alrededor de un kilómetro de nuevas y grandes galerías, y dejado tres incógnitas muy interesantes pendientes. Pero antes de regresar al vivac nos acercamos a ver los impresionantes restos del oso, donde coincidimos con los otros tres.”

La vuelta (esta debe ser la parte esa que llaman el Calvario), con calma, hacia el hogar, dulce hogar… o al menos, hacia el hornillo y la tripada de pasta que nos espera. De subida vemos cómo el caudal de agua ha aumentado un montón. Las cuerdas cada vez están más barrosas, y los aparatos patinan que es un primor (y eso que, por una vez, están más o menos nuevos…). Ya en el vivac, tras quince horas de punta, puesta en común de nuestras respectivas vivencias, y al caso, donde a Marta le da un ataque de algo (y es que mezclar dormidinas con tortellinis tiene efectos secundarios), y no nos deja conciliar el sueño con sus risas…

El sábado, desayuno abundante, ordenación (relativa) del vivac, y para la calle. Volvemos por los pasamanos, con unas vistas impresionantes sobre la cascada y el valle del Asón. Al llegar al pueblo, Fredo nos invitará a comer, y algunos ya empalmarán la jornada hasta las seis de la mañana, demostrando que carecen de modales ante un anfitrión completamente encabronado…

En definitiva, risas, agujetas para exportar, y casi dos kilómetros de galerías topografiadas, con lo que el sistema supera ya los 125 kilómetros…

PD: afotos, cortesía de Marta Candel.

lunes, 1 de abril de 2013

Nieve en Cerneja



Nuria Gòmez
Por fin ha salido el sol y hay nieve, mucha nieve, así que los cueveros hemos decidido abandonar por un día las tinieblas subterráneas y hemos decidido ir a disfrutar del buen tiempo, más bien calorcillo, y el bocata al aire libre. La ruta en teoría ya está más o menos elaborada, por los montes de Agüera por una “sendero” que discurre cerca del rio Cerneja , claro que en función de la cantidad y condición de la nieve se verá hasta donde llegamos, como volvemos y cuando…
 

Empezamos en el área de descanso de Agüera  y siguiendo la carretera unos cien metros hay una valla que accede a la pista que bordea el rio. Desde la entrada la mayor parte de la gente se pone las raquetas y van abriendo paso a los pocos que no las  llevan.  El camino circula cerca del rio aproximadamente durante unas dos horas, y  una vez llegamos a la cabaña se entra por el “prao” donde hay que ir hasta el fondo para volver al rio. Allí cruzamos  por un puente de piedra y  el grupo se divide en dos El primer grupo, es el de  los que tiran primero (los rapidines), que no saben el camino, que les aprieta el hambre y que deciden hacer la parada de avituallamiento en una cabaña.  Y el otro grupo, menos numeroso, menos raquetas (solo uno las lleva, pobre, que reventón)  pero que conserva al guía (elemento importante donde los haya) y que prefieren comer al terminar de subir la gran cuesta  que asciende por un  camino, poco evidente, entre el bosque. La subida termina en los eólicos, donde nos acomodamos para comer al solecillo y disfrutar de las vistas, pero el ruidoso grupo de los “rapidines” no tarda en llegar y nos fastidia  la tranquilidad. 

Tuvimos que variar la ruta, pues el punto original pensado como parada para comer, quedaba aún bastante lejos  y la cantidad de nieve nos iba a retrasar bastante. Así que después de juntarnos todos en el alto, continuamos por la pista en dirección a una antena que se ve entre los molinos. De allí bajamos otra vez hacia el rio, en dirección a una cabaña sin tejado, y bordeando el muro cogemos el camino entre el bosque que nos sacaba, sin líos, a la pista de salida. La sorpresa de esta ruta se reservaba para el final, justo antes de llegar a la pista quedaba cruzar el rio, pero esta vez sin puente. Hubo quien lo cruzó sin pensárselo, rauda y velozmente, quien esperaba a ver como lo lograban otros (hasta donde llegaría el agua,…), quien llevaba katiuskas porque era el planificador de la ruta, y quien sacó unos escarpines de la mochila porque forman parte del kit de supervivencia rutinario (¿o no?). 

Y ya para terminar la jornada montuna, lo de siempre, la recomendada y tan esperada hidratación, que a nadie se le da mal (y nos hidratamos aquí, y nos hidratamos allá,…).