Por fin ha salido el sol y hay nieve, mucha nieve, así que los
cueveros hemos decidido abandonar por un día las tinieblas subterráneas y hemos
decidido ir a disfrutar del buen tiempo, más bien calorcillo, y el bocata al
aire libre. La ruta en teoría ya está más o menos elaborada, por los montes de
Agüera por una “sendero” que discurre cerca del rio Cerneja , claro que en
función de la cantidad y condición de la nieve se verá hasta donde llegamos,
como volvemos y cuando…
Empezamos en el área de descanso de Agüera y siguiendo la carretera unos cien metros hay
una valla que accede a la pista que bordea el rio. Desde la entrada la mayor
parte de la gente se pone las raquetas y van abriendo paso a los pocos que no
las llevan. El camino circula cerca del rio
aproximadamente durante unas dos horas, y una vez llegamos a la cabaña se entra por el
“prao” donde hay que ir hasta el fondo para volver al rio. Allí cruzamos por un puente de piedra y el grupo se divide en dos El primer grupo, es
el de los que tiran primero (los
rapidines), que no saben el camino, que les aprieta el hambre y que deciden
hacer la parada de avituallamiento en una cabaña. Y el otro grupo, menos numeroso, menos
raquetas (solo uno las lleva, pobre, que reventón) pero que conserva al guía (elemento importante
donde los haya) y que prefieren comer al terminar de subir la gran cuesta que asciende por un camino, poco evidente, entre el bosque. La
subida termina en los eólicos, donde nos acomodamos para comer al solecillo y
disfrutar de las vistas, pero el ruidoso grupo de los “rapidines” no tarda en
llegar y nos fastidia la tranquilidad.
Tuvimos que variar la ruta, pues el punto original pensado
como parada para comer, quedaba aún
bastante lejos y la cantidad de nieve
nos iba a retrasar bastante. Así que después de juntarnos todos en el alto, continuamos
por la pista en dirección a una antena que se ve entre los molinos. De allí
bajamos otra vez hacia el rio, en dirección a una cabaña sin tejado, y
bordeando el muro cogemos el camino entre el bosque que nos sacaba, sin líos, a
la pista de salida. La sorpresa de esta ruta se reservaba para el final, justo
antes de llegar a la pista quedaba cruzar el rio, pero esta vez sin puente.
Hubo quien lo cruzó sin pensárselo, rauda y velozmente, quien esperaba a ver
como lo lograban otros (hasta donde llegaría el agua,…), quien llevaba
katiuskas porque era el planificador de la ruta, y quien sacó unos escarpines
de la mochila porque forman parte del kit de supervivencia rutinario (¿o no?).
Y ya para terminar la jornada montuna, lo de siempre, la
recomendada y tan esperada hidratación, que a nadie se le da mal (y nos
hidratamos aquí, y nos hidratamos allá,…).
"el otro grupo, menos numeroso, menos raquetas (solo uno las lleva, pobre, que reventón) pero que conserva al guía (elemento importante donde los haya)...."
ResponderEliminarPues si que es un buen "elemento", si...
Un abrazo a todos!!!