lunes, 1 de abril de 2013

Nieve en Cerneja



Nuria Gòmez
Por fin ha salido el sol y hay nieve, mucha nieve, así que los cueveros hemos decidido abandonar por un día las tinieblas subterráneas y hemos decidido ir a disfrutar del buen tiempo, más bien calorcillo, y el bocata al aire libre. La ruta en teoría ya está más o menos elaborada, por los montes de Agüera por una “sendero” que discurre cerca del rio Cerneja , claro que en función de la cantidad y condición de la nieve se verá hasta donde llegamos, como volvemos y cuando…
 

Empezamos en el área de descanso de Agüera  y siguiendo la carretera unos cien metros hay una valla que accede a la pista que bordea el rio. Desde la entrada la mayor parte de la gente se pone las raquetas y van abriendo paso a los pocos que no las  llevan.  El camino circula cerca del rio aproximadamente durante unas dos horas, y  una vez llegamos a la cabaña se entra por el “prao” donde hay que ir hasta el fondo para volver al rio. Allí cruzamos  por un puente de piedra y  el grupo se divide en dos El primer grupo, es el de  los que tiran primero (los rapidines), que no saben el camino, que les aprieta el hambre y que deciden hacer la parada de avituallamiento en una cabaña.  Y el otro grupo, menos numeroso, menos raquetas (solo uno las lleva, pobre, que reventón)  pero que conserva al guía (elemento importante donde los haya) y que prefieren comer al terminar de subir la gran cuesta  que asciende por un  camino, poco evidente, entre el bosque. La subida termina en los eólicos, donde nos acomodamos para comer al solecillo y disfrutar de las vistas, pero el ruidoso grupo de los “rapidines” no tarda en llegar y nos fastidia  la tranquilidad. 

Tuvimos que variar la ruta, pues el punto original pensado como parada para comer, quedaba aún bastante lejos  y la cantidad de nieve nos iba a retrasar bastante. Así que después de juntarnos todos en el alto, continuamos por la pista en dirección a una antena que se ve entre los molinos. De allí bajamos otra vez hacia el rio, en dirección a una cabaña sin tejado, y bordeando el muro cogemos el camino entre el bosque que nos sacaba, sin líos, a la pista de salida. La sorpresa de esta ruta se reservaba para el final, justo antes de llegar a la pista quedaba cruzar el rio, pero esta vez sin puente. Hubo quien lo cruzó sin pensárselo, rauda y velozmente, quien esperaba a ver como lo lograban otros (hasta donde llegaría el agua,…), quien llevaba katiuskas porque era el planificador de la ruta, y quien sacó unos escarpines de la mochila porque forman parte del kit de supervivencia rutinario (¿o no?). 

Y ya para terminar la jornada montuna, lo de siempre, la recomendada y tan esperada hidratación, que a nadie se le da mal (y nos hidratamos aquí, y nos hidratamos allá,…).


1 comentario:

  1. "el otro grupo, menos numeroso, menos raquetas (solo uno las lleva, pobre, que reventón) pero que conserva al guía (elemento importante donde los haya)...."

    Pues si que es un buen "elemento", si...

    Un abrazo a todos!!!

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