martes, 14 de noviembre de 2017

Tan cerca, tan lejos...





Tras la última visita a la Maza, y pasado un -largo- proceso de recuperación de las agujetas (nos dolía desde el himen hasta las pestañas), pues era el momento de pasar los datos al ordenador, cosa que le toca al ingeniero sapientín. Con los doscientos y pico metros nuevos de topo superamos los 142 kilómetros de galería, y el maldito meandro sigue zigzagueando hacia el norte, aún a más de 300 metros del Sumidero de Rueñes, con el que creemos que está relacionado... Pásalo a la foto aérea, a ver... Joer, cómo me suena a mi esa zona...

Efectivamente, los datos nos muestran que estamos a unos pocos metros en planta, y a menos de 30 metros en cota, de una cueva que exploramos en el campamento de Fuente Fría de 2014 (FM-1). Fue Jesús el que la encontró, ya marcada previamente por la SEII, y allí nos metimos a revisarla. Era una cueva que seguía uno de los omnipresentes estratos de arenisca, y que tras bajar un par de rampas y pozos, nos dejó en una sala en cuya base un estrecho laminador de más de 30 metros nos situaba en una zona colapsada entre bloques, entre los cuales se veía la calle. Tras topografiar los 125 metros que tenía, no le dimos mayor importancia... hasta hoy.


Pero vistos los resultados del última día, toca "examen de conciencia" (que no se diga de la educación jesuítica, no todo va a ser sodomía y sodomía...). ¿Se nos pasaría algo por alto? Así que para allá nos vamos Gelo y yo, con la esperanza de encontrar algo que nos evite otra paliza de 14 horas... La idea es revisar la cueva, y buscar por los alrededores alguna posible grieta que comunique con las galerías que tenemos debajo. No tenemos muchas esperanzas, pues todo indica que las dos cuevas se desarrollan en estratos diferentes, aunque coincidentes en inclinación y situación. Pero de ilusiones también se vive (que se lo digan al pobre Puigdemont...).

Corte en el que se ven parte de las galerías de la Maza, la FM-1 y el Sumidero de Rueñes

En primer lugar dedicamos un par de horas a prospectar por la zona, aprovechando que por fin el otoño ha hecho acto de presencia y la vegetación ralea. Reencontramos algunas de las simas que ya teníamos localizadas (y que carecen de interés) y localizamos dos grietas que merece la pena revisar, aunque requerirán tareas de desobstrucción, pues están parcialmente rellenas de bloques. En una se intuye lo que parece un tubo, pero el viento sur que sopla hace imposible saber si tiene algo de aire...

Después entramos en la cueva. Como desagradable sorpresa, hoy lleva agua. El laminador de 30 metros implica mojarse entero, y la recompensa al otro lado es nula: el agua se filtra entre un caos de bloques completamente impenetrable, y sin nada de aire. Por aquí no vamos a llegar muy lejos... Revisamos todos los rincones, pero lo cierto es que ya en 2014 habíamos sido exhaustivos.



Desinstalamos y volvemos poco a poco hacia el coche, paseando la vista por las campas de brezos y árgomas bajo las cuales sabemos que se desarrolla el meandro que nos quita el sueño (y la salud). Lo fácil que es pasear por fuera, y lo jodido que es por dentro... En fin, como dijo MacArthur tras ser expulsado de Filipinas por los japoneses en la II GM: "¡Volveremos!". Para que luego no digáis que este blog no es educativo...