Fotos: Gelo.
Como Wychy tiene vacaciones, hay prevista expedición a Rubicera; expedición, y sin subvención (que cantaban Tijuana in Blue). Tras el papeo navideño, pocas ganas hay de entrar, pero como andamos sin internet en el pueblo, y ya no sabemos qué hacer sin cobertura, pues para adentro. A las seis de la tarde nos encontramos en el club Gelo, Wychy y yo, con poco ánimo, pues el viento y la lluvia parecen invitarnos a que nos vayamos al bar. Por aquello del "qué dirán" nos subimos hasta los Collados, esperando que el temporal arrecie y nos dé una excusa lo suficientemente buena para volvernos. Pero al llegar arriba, amaina algo. Además, volverte a casa por una tormenta con un nombre tan moñas como "Bruno"... Si fuera "Ramón", o "Manolo", o algo más viril... Pero "Bruno", no jodas...
Como Wychy tiene vacaciones, hay prevista expedición a Rubicera; expedición, y sin subvención (que cantaban Tijuana in Blue). Tras el papeo navideño, pocas ganas hay de entrar, pero como andamos sin internet en el pueblo, y ya no sabemos qué hacer sin cobertura, pues para adentro. A las seis de la tarde nos encontramos en el club Gelo, Wychy y yo, con poco ánimo, pues el viento y la lluvia parecen invitarnos a que nos vayamos al bar. Por aquello del "qué dirán" nos subimos hasta los Collados, esperando que el temporal arrecie y nos dé una excusa lo suficientemente buena para volvernos. Pero al llegar arriba, amaina algo. Además, volverte a casa por una tormenta con un nombre tan moñas como "Bruno"... Si fuera "Ramón", o "Manolo", o algo más viril... Pero "Bruno", no jodas...
Aprovechamos
la tregua para llegar hasta Rubicera, y vamos poco a poco hacia el vivac,
aprovechando que hoy estamos el pelotón de los lentos. El río baja con un nivel
normal, lo que nos tranquiliza un tanto, ya que la previsión es de mucha agua
para los próximos días, y pensábamos que quizá se juntara con el desnieve; pero
parece que éste ya ha ocurrido.
Ya
en el vivac, preparamos un menú-degustación de productos caducados (la tónica
general para estos días), y nos dedicamos a realizar un análisis semiológico
del discurso navideño del rey, además de discutir sobre el concepto de la
postverdad y... Bueno, vale: nos bebemos una botella de vino, y la mayor parte
del orujo que ha bajado Wychy (y, de postre, las rosquillas que le ha robado a
su hijo Erik), y cotilleamos sobre las novedades del pueblo. Pero que conste
que también podríamos tener conversaciones cultas, lo que pasa es que no
queremos... El alcohol y la dormidina ejercen su magia, y caemos como troncos
hasta el día siguiente.
A
eso de las nueve nos levantamos, nos chutamos la correspondiente cafeína, y para
la punta, con el piloto automático puesto, que ya tenemos muy vistas estas
galerías. Tras una hora de camino por ellas llegamos al P.40 que nos
deja en la salida de las gateras (la antigua vía de acceso a la punta). Allí
Gelo, inquieto él, se encarama a una grieta que nos había pasado desapercibida,
y encuentra un laminador que continúa. Tomamos nota, pero lo dejamos para otro
día, pues el objetivo es tratar de acabar lo que hay en el fondo del gran P.70
que hay poco después.
Tras bajarlo, nos encaminamos primeramente a mirar una posible escalada en la gran galería que va dirección Norte; esta se colmata, pero una chimenea lateral pudiera permitir evitar el tapón. Poco antes de ella, revisando un desfondamiento tapizado de bloques, encuentro una diaclasa que cae unos cinco metros, en cuya base aparece un laminador. Lo sigo un rato y doy a un dédalo de galerías y gateras. Vuelvo, y decidimos en primer lugar acabar una zona de gateras en una escalada, que Zape y el Momi habían dejado pendientes en la última entrada.
Vamos
hasta allá, y subimos por una rampa con piedras que habían dejado instalada,
retomando la topografía donde la habían dejado. Tras arrastrarnos
miserablemente por unos cuantos conductos que acaban volviendo sobre sí mismos,
concluimos la exploración en esta zona (con algo más de cien metros de topo) y nos bajamos, desmontando Wychy la
instalación en doble.
Volvemos
a la otra punta y, tras comer, decidimos dividirnos: Gelo y Wychy harán la
escalada por la chimenea, y yo me iré a topografiar la red de galerías; puto
coñazo topografiar solo... Así
que me voy para allá con los trastos: el laminador tras la diaclasa pronto se
convierte en un tubo de unos 3 metros de alto por dos de ancho, rellano de un
barro seco y con tendencia descendente; parece la típica red que se genera por
pérdidas entre dos niveles de galerías, y tiene toda la pinta de acabar dando
al nivel inferior que se colmata de barro por todas partes. Pronto comienzan a
surgir cruces a izquierda y derecha, y me dedico a esparcir puntos de topo y
reflectantes por todos lados. Finalmente, llego a un lugar donde aparece un
estrato de arenisca y rojiza, y poco más allá aparece un pozo que requiere
cuerda. Toca volver...
Justo
en la base de la diaclasa me encuentro a Gelo y Wychy: han escalado más de 30
metros por la chimenea, pero finalmente se cierra. Valoramos qué hacer, y pese
a que da pereza, optamos por ir a bajar el pozo para tratar de dejar
finiquitada la zona. Allá vamos, con Wychy en la punta instalando; y como dicta
la estadística, apenas diez metros más allá de donde lo había dejado, la
galería se colmata completamente de barro, acabando la exploración, tras casi
medio kilómetro de galerías en esta zona.
Comienza
la lenta retirada, bien cargados de material, pues toca sacar lo que llevábamos
más el material que había puesto en la escalada de Zape. Subimos pausadamente
el 70, que desinstala Gelo, y en la cabecera hacemos recuento de material y
bebemos (hemos llegado un tanto deshidratados, pues toda esta zona es
sequísima). De camino al pozo de 40 Gelo intuye un tubo ascendente que se nos
había pasado, y pajareamos un poco por allá, mirando unos tubos rellenos de
arena. El tubo principal requiere una fácil escalada, quedando pendiente para
otro día pues es tarde ya.
Dejamos
material en la base del P.40, para mirar un meandro que hay cerca del inicio de
las gateras de arena, y subimos piano piano. A eso de las 23:30 llegamos al
vivac, tras casi 14 horas de marcha. La gran cascada que hay junto al
campamento no parece haber crecido nada, si acaso decrecido: parece que lo de
"Bruno" va a ser el típico bluff
metereológico...
Ya
en el vivac seguimos con el festival de la caducidad, y hacemos un gran
descubrimiento: los gilipollas de los homeópatas tenían razón: el agua tiene
memoria (hay que contárselo al escéptico de Tim Minchin). Y es que sólo así se
explica que, tras cocinar cuatro cosas diferentes (dos sopas y dos pastas en
ambas noches) la última pasta siga sabiendo a la primera sopa; claro que el
hecho de reaprovechar continuamente el agua quizá tenga algo que ver. Agotamos
el vino, el orujo y la dormidina, y para el catre a eso de la una de la mañana.
Nos
levantamos con bastante calma, pasadas las nueve de la mañana. La cascada
tampoco parece haber cogido más volumen de agua, así que la salida se prevé
tranquila. Desayunamos, hacemos recuento de material y dejamos todo (más o
menos) organizado, y comenzamos el regreso a la calle sacando alguna foto. En
un par de sitios donde hay agua cerca, el rumor parece bastante mayor que de
costumbre, y comienzo a tener la mosca detrás de la oreja. Cuando llegamos al
río de Rubicera, sorpresa: va bastante crecido. Aunque no son muchos los metros
que hay que remontar por él, en un par de puntos se pone complicado. De hecho,
en el punto en el que se juntan ambos aportes es imposible avanzar por el
cauce, por lo que nos toca avanzar malamente en oposición un par de metros por
encima, rogando por no caernos y sufrir la inocentada del año. Justo al
abandonar el río, la fuerza del agua deja alguna imagen espectacular.
Finalmente llegamos a la zona fósil, y desde aquí avanzamos hasta la salida, para disfrutar de un pequeño chorrete en el paso de la lavadora. En la calle nos espera un vendaval de viento, que afortunadamente no trae demasiada lluvia. Hasta las cabras se han refugiado del desapacible clima en Rubicera. Retornamos por los pasamanos, con cuidado por las fuertes ráfagas de viento, que mueven al agua de la cercana cascada del Asón de una manera espectacular. Podemos ver cómo Bruno al final se ha debido portar como un hombretón, y ha cumplido con el pronóstico, muy a nuestro pesar.
En fin, para mantener las añejas tradiciones nos acercamos a comer donde Margari, y recuperamos fuerzas con alubias y filete, prácticamente lo primero no caducado que comemos en tres días; y de postre, algún aguerrido miembro de la exploración se pide un sol y sombra (esto ya pasa del tradicionalismo al carlismo). Todo es poco para engañar a las articulaciones, pues tras levantarnos de la mesa parecemos "madelman" (por lo rígido, no por lo machotes). En fin, con un poco de suerte no nos tocará volver a sufrir hasta el próximo año...