jueves, 30 de abril de 2015

El sistema del Mortillano crece de nuevo (25-4-2015 )



Hace unos meses decidimos reequipar una de las simas que forman parte del sistema y que exploró la SEII. Nos llamaban la atención algunos de los ríos que recibe y algún nivel fósil que se mencionaba en la descripción de esta sima.

Comenzamos el reequipamiento y bajamos hasta la llegada del río que pensábamos podía estar relacionado con el sumidero de Rueñes  situado más de un kilómetro al norte. El río llegaba desde una cascada de más de 20 metros; parecía bastante complicado llegar a él y remontar su curso, pero era una opción. Dejamos pendiente la visita a las zonas fósiles, pero llegaron fuertes y prolongadas lluvias que nos impidieron trabajar en esta sima, por la existencia de algunos laminadores con río.




Finalmente el sábado nos juntamos unos pocos ya que el personal esta liado con la familia y la política, somos tres, Marta, Zape y Angel, los que nos dirigimos al agujero con viento sur y amenaza de lluvias. Bajamos clavando nuevos anclajes y cambiando cuerdas, ya que la última incursión tuvimos problemas “logísticos”, por no decir que somos un desastre...




También los castreños nos cuentan sus últimas aventuras por el país de los “chingones”. Se han traído un periódico tipo “El caso”, que es verdaderamente alucinante…

Llegamos al P32 que en su primera parte da acceso con un péndulo a un meandro fósil y pronto desfondado , hasta un P15. Bajo este de nuevo meandro desfondado hasta una sala caótica con bloques y varios cruces de meandros.
Zape se pierde en uno de los meandros hacia el Sur y Marta y yo cada uno por su lado acabamos confluyendo en un meandro hacia el noroeste, por el que avanzamos sobre cornisas y con ruido del río muy muy al fondo. Pienso que estamos siguiendo el afluente que pobablemente proviene de Rueñes pero mucho más alto.
Volvemos a la sala para esperar a Zape que ha seguido otro fósil, en altura y piensa que por una zona no explorada; pero le convencemos de que hay más futuro hacia el norte.
Vamos, pues, hacia el norte, ellos en punta y yo haciendo topo, con algún paso delicado que precisaría cuerda aunque pasamos sin más. Una trepada delicada sobre el meandro precisa asegurar a Zape; se va hasta el final de la cuerda y nos dice que subamos que hay galería.

Le seguimos, y tras unos pasos entre bloques se asciende una corta rampa que nos deja en una gran galería de unos 3 metros de altura, pero más de 30 metros de anchura, con suelo de bloques. Marta muestra su ilusión habitual en todo lo que hace y hasta los bloques le parecen bonitos; aunque, teniendo en cuenta lo que tienen en casa, no me extraña.

Más adelante, en la pared derecha, un agujero da a una salita a la que llega un meandro ascendente que no exploramos.  En dirección a la galería, y bajo ella, un hueco entre los bloques muestra una galería inferior que precisa cuerda para bajar.
Seguimos ascendiendo entre bloques por la galería y pronto se intuye una gran negrura que anticipa lo que pronto encontramos: una gran sala de más de 40 metros de ancho y entre 20 y 40 metros de altura. Curiosamente, el suelo es muy plano, como si los grandes bloques que la forman se hubieran encajado y colocado para formar un suelo regular.
El río se oye con claridad, y parece que hay una cascada delante nuestro.  Efectivamente, tras superar un muro de grandes bloques, llegamos a una pared de negros estratos areniscos por los que cae el agua desde unos 6 metros de altura. A la derecha parece llegar una chimenea  y también un posible acceso a nivel superior del estrato arenisco.

Mientras  Marta y yo terminamos la topo, Zape consigue entrar en la zona del río y recorre 30 metros de penoso laminador con aire y agua, exactamente lo mismo que hemos dejado pendiente en Rueñes. Está muy claro que se trata del mismo río y luego la topo confirmará las cotas y direcciones, por lo que nos espera un futuro muy “negro” y nunca mejor dicho: arrastrándonos por 900 metros de laminadores que son los que faltan ente ambas cavidades.
Volvemos revisando los laterales de la sala con un meandro colgado a más de 8 metros, y en la pared oeste, tras un bloque que la esconde, la entrada de una pequeña galería con aire claro y dirección sur oeste; es decir, hacia Rubicera, cuyas galerías norte no están a más de 150 metros y la misma cota. Pero en este negocio nada es lo que parece y ya veremos qué sorpresas nos aguarda.
De momento un desfonde corta el paso y precisa material que ya no tenemos, así que nos retiramos con nuestras cábalas y los estómagos vacíos.
Reequipamos la trepada y algún paso de los meandros de ”Colorín Colorado” y comenzamos el ascenso por las cuerdas, incómodos meandros y húmedo laminador, que nos llevan dos horas de subida y algunos juramentos en los pasos no aptos para osos...
A las 23:00 estamos en el exterior, con viento sur y sin lluvia, que hasta para eso hemos tenido suerte hoy. Caminamos hacia el coche con la alegría del que ha pisado terreno virgen, aunque las once horas y media de actividad nos han dejado mucho hambre, y sólo pensamos en dónde vamos a cenar..

Así que esta historia termina como todas las nuestras: comiendo y bebiendo, claro...

Bueno, y con casi 400 metros de nuevas galerías y promesas de más metros y mucho mucho sudor...



viernes, 17 de abril de 2015

Resumen de las exploraciones en el Mortillano hasta 2011



Mientras ponemos al día el montón de topos, datos, fotos y demás de estos últimos años en los que hemos estado pajareando por Rubicera, ahí va un pdf de un ponencia que presentamos hace tiempo en las Jornadas de ACANTO, en Laredo. Cuando la hicimos, comentábamos que las exploraciones se nos estaban poniendo cuesta arriba, que habíamos tardado más de un año en pasar de los 114 kilómetros a los 115, y que el futuro no parecía muy claro. Tres años después, llevamos 20 kilómetros nuevos, y subiendo...

sábado, 11 de abril de 2015

Pas(and)o de Semana Santa


 Fotos: Enrique Ogando (Zape)

Esta Semana Satán (que diría Mongolia) estamos bastante remolones. Así que entre eso, las diversas responsabilidades paternales del personal (eso sí que es complicarse la vida, y no las cuevas), y la charla que tiene que dar Wychy en las III Jornadas de Espeleología de Lanestosa, optamos por un plan muy light el jueves: ir a revisar una pequeña galería en el entorno del Cuivo que, aunque mirada, no aparece en las topos que tenemos.

Así que de mañana nos plantamos Marta, Zape, Gelo y yo en el club. Preparamos material y nos dirigimos al Mortero, previo café en La Gándara (lo dicho, remoloneo a tope). Al  llegar a la boca, lo primero que nos llama la atención es que no hay nadie: ni slack-liners ni cueveros. Si es que la espeleo ya no es lo que era...

Bajamos por la cuerda (que alguien ha cambiado, cosa que se agradece, pues la que dejamos tiempo atrás parecía un cable de acero) y nos encaminamos hacia el cruce del Cuivo. Las cuerdas de las rampas están bastante tocadas, como es habitual. La cascada lleva agua, pero el río ha bajado bastante, así que en un pis pas nos encontramos al pie de la galería que queremos revisar.

Tras una trepada nos situamos en una sala en la que parecen confluir varias cosas: un par de meandros, una línea de pozos, una fisura rellena de escombro con algo de aire... Marta y Gelo comienzan a hacer una escalada a una ventana que se intuye a unos 7 metros, mientras que Zape se va por un meandro ascendente, levemente pisado. Yo me meto en una zona gaterosa y parcialmente colmatada por bloques, en busca de la corriente de aire. La mayoría de los conductos se cierran o se estrechan demasiado; pero hay uno con buena pinta, que requerirá una desobstrucción (queda pendiente para otra ocasión...).


Zape vuelve de revisar su meandro y, mientras los otros acaban la escalada, nos dirigimos hacia el tubo principal. Se trata de un estrecho y alto meandro (en algunos lugares supera los 10 metros) por el que se avanza en oposición. Revisamos algún pequeño lateral, que se cierra sin mayor interés. La parte final del meandro va perdiendo dimensiones, obligándonos a reptar. Finalmente, llegamos a una trepada por la que viene el agua, entre colada. El aire también viene de allí, pero es impenetrable. De vuelta, revisamos un pequeño cruce. Llegamos al punto en el que lo dejaron los anteriores exploradores (suponemos que franceses, dado que hay restos de topofil). Tras quitar algo de arena y un par de bloques logro pasar, pero tras una decena de muy estrechos metros, la gatera acaba desfondándose encima del meandro principal. De mientras, Zape ha ido haciendo la topografia, así que volvemos poco a poco hasta la sala.


En ella no encontramos a los otros dos: han acabado la escalada, y han sacado unos cuantos metros nuevos. Por un lado han vuelto a dar a la zona de la sala, pero queda pendiente otra escalada a un posible nivel superior. Finalmente aparecen, y las cigarras gorronas aprovechamos para tripear la comida que las hormiguitas precavidas han traído.

Como hay compromisos sociales ineludibles (no, procesiones, precisamente, no) optamos por ir saliendo mientras Zape nos tortura con sus "poneos ahí" para una sesión de fotos en la que un magnífico entorno sólo desmerece por lo cutre de los modelos (Marta, mejorando lo presente). Así que en un rato nos encontramos en la calle; de nuevo nos sorprende que un Jueves santo no haya hecho acto de presencia nadie por el  Mortero. Debe ser que la fe mueve montañas, pero no torcas...

En fin, tras un día de relax, apenas hemos sacado unas decenas de metros nuevos y un par de posibles continuaciones que tampoco prometen grandes sorpresas. El próximo día que tengamos vago volveremos por allá. Conociéndonos, será más pronto que tarde...