sábado, 11 de abril de 2015

Pas(and)o de Semana Santa


 Fotos: Enrique Ogando (Zape)

Esta Semana Satán (que diría Mongolia) estamos bastante remolones. Así que entre eso, las diversas responsabilidades paternales del personal (eso sí que es complicarse la vida, y no las cuevas), y la charla que tiene que dar Wychy en las III Jornadas de Espeleología de Lanestosa, optamos por un plan muy light el jueves: ir a revisar una pequeña galería en el entorno del Cuivo que, aunque mirada, no aparece en las topos que tenemos.

Así que de mañana nos plantamos Marta, Zape, Gelo y yo en el club. Preparamos material y nos dirigimos al Mortero, previo café en La Gándara (lo dicho, remoloneo a tope). Al  llegar a la boca, lo primero que nos llama la atención es que no hay nadie: ni slack-liners ni cueveros. Si es que la espeleo ya no es lo que era...

Bajamos por la cuerda (que alguien ha cambiado, cosa que se agradece, pues la que dejamos tiempo atrás parecía un cable de acero) y nos encaminamos hacia el cruce del Cuivo. Las cuerdas de las rampas están bastante tocadas, como es habitual. La cascada lleva agua, pero el río ha bajado bastante, así que en un pis pas nos encontramos al pie de la galería que queremos revisar.

Tras una trepada nos situamos en una sala en la que parecen confluir varias cosas: un par de meandros, una línea de pozos, una fisura rellena de escombro con algo de aire... Marta y Gelo comienzan a hacer una escalada a una ventana que se intuye a unos 7 metros, mientras que Zape se va por un meandro ascendente, levemente pisado. Yo me meto en una zona gaterosa y parcialmente colmatada por bloques, en busca de la corriente de aire. La mayoría de los conductos se cierran o se estrechan demasiado; pero hay uno con buena pinta, que requerirá una desobstrucción (queda pendiente para otra ocasión...).


Zape vuelve de revisar su meandro y, mientras los otros acaban la escalada, nos dirigimos hacia el tubo principal. Se trata de un estrecho y alto meandro (en algunos lugares supera los 10 metros) por el que se avanza en oposición. Revisamos algún pequeño lateral, que se cierra sin mayor interés. La parte final del meandro va perdiendo dimensiones, obligándonos a reptar. Finalmente, llegamos a una trepada por la que viene el agua, entre colada. El aire también viene de allí, pero es impenetrable. De vuelta, revisamos un pequeño cruce. Llegamos al punto en el que lo dejaron los anteriores exploradores (suponemos que franceses, dado que hay restos de topofil). Tras quitar algo de arena y un par de bloques logro pasar, pero tras una decena de muy estrechos metros, la gatera acaba desfondándose encima del meandro principal. De mientras, Zape ha ido haciendo la topografia, así que volvemos poco a poco hasta la sala.


En ella no encontramos a los otros dos: han acabado la escalada, y han sacado unos cuantos metros nuevos. Por un lado han vuelto a dar a la zona de la sala, pero queda pendiente otra escalada a un posible nivel superior. Finalmente aparecen, y las cigarras gorronas aprovechamos para tripear la comida que las hormiguitas precavidas han traído.

Como hay compromisos sociales ineludibles (no, procesiones, precisamente, no) optamos por ir saliendo mientras Zape nos tortura con sus "poneos ahí" para una sesión de fotos en la que un magnífico entorno sólo desmerece por lo cutre de los modelos (Marta, mejorando lo presente). Así que en un rato nos encontramos en la calle; de nuevo nos sorprende que un Jueves santo no haya hecho acto de presencia nadie por el  Mortero. Debe ser que la fe mueve montañas, pero no torcas...

En fin, tras un día de relax, apenas hemos sacado unas decenas de metros nuevos y un par de posibles continuaciones que tampoco prometen grandes sorpresas. El próximo día que tengamos vago volveremos por allá. Conociéndonos, será más pronto que tarde...









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