Sabado 05 de Septiembre de 2020
Por fin ha
llegado el día, después de casi diez meses sin hacer cuevas en serio, debido a
una lesión de espalda, voy a volver a disfrutar de los “placeres” de la
exploración de una cavidad. Me habría gustado empezar con algo más amable, pero
tenemos lo que tenemos, y hay que aprovechar los niveles bajos de los ríos para
ir a la Maza del Cuivo.
Por lo tanto lanzo una convocatoria y engaño a los incombustibles castreños, Marta y Zape y a Cristóbal que a pesar de un turno de curro de 12 horas, no se quiere perder su dosis de másoquismo.
Sé que voy a sufrir como un perro y solo espero que mi espalda aguante y no tenga que arrepentirme en días venideros. Por que sí, la sima se las trae y demuestra que como diría un amigo somos “bobos o muy bobos“.
Normalmente en espeleo uno desciende pozos y más pozos intentando alcanzar, ríos, niveles estables, conexiones con otras cuevas. Es de por si una actividad bastante extraña y solo apta para masocas, pero en la Maza hemos ido un paso más allá, primero empeñados en hacer una larguísima escalada de una vía de pozos de 190 m., que nos dejó a menos de 20 m. de la calle, pero que no pudimos conectar con el exterior. Pero decidimos ampliar nuestra estulticia, descendiendo una nueva vía de pozos encontrada en lo más alto y por la que ya llevamos 140 m. descendidos en pozos y meandros. Vía que sabemos va paralela a la de subida y con mucha probabilidad, solo nos conducirá a los niveles desde los que empezamos la escalada, cosa totalmente inútil.
Pero como llevamos muchos años en esto y la razón y las cuevas no cuadran mucho y el optimismo de algunos no tiene límites, pues aquí estamos dispuestos a bajar 150 m. de pozos, meandros, laminadores con río, pasamanos colgados. Ascender 200 m. de meandros desfondados, caos de bloques, desfondes, pozos y bajar de nuevo otros 150 m. de pozos, meandros estrechos y rugosos. Es decir nuestra sima se convierte en un -500 con muchos aditivos. Lo dicho hay que ser “muy bobo” para acometer esta actividad.
Tras quedar a las 9:00 en el club y recoger el material, paramos en el Colina a tomar unos refrigerios y comprar bocatas de tortilla, el dueño nos dice que hace mucho que no nos ve el pelo.
El día está cubierto y cae una ligera llovizna, que junto al aumento de lluvia que da para la tarde, no es el mejor pronóstico para pasar el río de la Maza, pero ya he dicho que somos bobos.
La selva de helechos y zarzas ha crecido y se nota que hace mucho que no pasamos por allí. Pero para las 11:20 estamos listos para volver a entrar en el agujero con su entrada nada amable, preludio del resto de los atractivos que nos esperan. Me introduzco con resignación, pereza y algo de curiosidad por ver si aguantaré dignamente la larga jornada que nos espera.
Después de recorrer el bonito circuito ya mencionado, para las 14:00 llegamos al punto más alto de nuestro camino, justo antes de descender la nueva vía de pozos que estamos explorando. Estamos empapados de sudor pero decidimos parar a comer algo ya que luego no hay buenos sitios.
A las 14:30 iniciamos el descenso temblando de frío, por la vía con resaltes y un meandro incómodo, hasta un amplio pozo de 18 m., seguidos de otros más cortos, hasta un meandro concrecionado que obliga a arrastrarse y retorcerse en algún tramo.
Se llega a otro amplio pozo, donde terminó la exploración la última vez que yo estuve en el lugar y que fue descendido por Zape y Cristóbal en el último ataque el 26 de Octubre de 2019. Sigue un tramo largo de meandro bastante incómodo con algunos resaltes que dejaron sin equipar y en los que ponemos cuerdas para facilitar el ascenso.
Llegamos a la punta del último día y equipamos el pozo, en cuya base de nuevo otro largo meandro por el que entra Zape, hasta que llega a un paso muy estrecho y valoramos la opción de abandonar esta exploración y desequipar. Pero está claro que somos “bobísimos” y decidimos seguir; Zape se quita los hierros y le oímos gruñir colándose por el paso. Dice que ha llegado a otro pozo y oye un río y ve volumen; solo hay un sitio con esas características en la cueva y es la gran sala en la que llega el río desde el norte. O eso, o es otro río desconocido..
Tras oír los gruñidos de Zape en el estrecho, tengo serias dudas de que yo pueda pasar y quitándome todo sigo a Cristóbal muy escéptico sobre mis posibilidades. El Cañetero pasa sin problemas con el arnés puesto. Mardita sea.., por que coño seré tan bobo y con el cuerpo serrano que tengo, no me dedicaré a otra cosa.
Llego al paso en cuestión que cuenta con todos los aditivos, estrechez vertical desfondada, con paredes rugosas y puntiagudas, en el que hay que entrar en diagonal y escurrirse. Me introduzco y rápidamente quedo atorado en mi pecho con una presión angustiosa, y me surge la duda de si forzar aún más para tratar de colarme, con el riesgo de empotrarme de forma irreparable y de difícil solución, ya que mis piernas quedan en el aire y no puedo empujar hacia afuera, ni utilizar mis brazos para tirar, con lo que podría quedar en una situación muy comprometida. Ya de todas formas salir de allí va a ser difícil, animado por Cristóbal desde abajo, fuerzo y termino por entrar con gran alivio por mi parte. Pero pensar en como salir de allí luchando contra la gravedad en la que mis 85 Kg. no ayudaran como en la bajada, si no que complicarán el ascenso, sin apoyos para las piernas que permitan empujar y los pinchos de las paredes que se engancharán en el mono frenándolo.
Llega Marta con el disto tomando las medidas que apunto en la libreta y veo con envidia como baja el paso con el arnés puesto. Trato de no pensar en la vuelta y seguimos la topo mientras instalan en pozo y bajan. Incluso Marta se ofrece a volver por la estrechez para recuperar algunas cosas que yo he dejado atrás. Tengo que empujarla pero pasa sin muchos problemas y mi envidia aumenta varios grados.
Se confirma que hemos llegado a la gran sala lo que significa el fin de la exploración, momento que todo espeleólogo conoce y llega el turno de hacer solo el bobo, desinstalando y cargando como burros con pesadas sacas.
Pero hoy no nos apetece nada desinstalar y a mi mucho menos aun, pelear con el paso, por lo que por una vez hacemos algo inteligente y decidimos picar algo y salir al exterior y darnos una buena cena.
Dos horas después llegamos al exterior tras sudar de nuevo, son las 20:00 y está todo cubierto de nubes que sueltan su agua en las hojas. He sobrevivido y mi espalda parece aguantar lo que me produce alegría y sobre todo he vuelto a disfrutar de buenos momentos, risas y sensaciones que echaba de menos en compañía de otros “bobos o muy bobos”.
Ya solo queda un pequeño paseo mojándonos hasta el coche y por fin comportarnos como seres racionales y parar de nuevo en el Colina a tomar un Calimocho, donde el dueño nos habla de la avalancha de turistas que han tenido este verano atípico.
Luego bajamos a Asón y paramos donde Margari pensando en cenar un cabrito, cosa que hacemos con placer y Zape con gula, ya que lo acompaña de un cocido montañés el muy bruto.
Margari también nos cuenta las invasiones de turistas del verano, que han saturado los aparcamientos, caminos y bares. Parece que ha sido necesaria una pandemia para que la mitad de los españoles descubran el Norte, hablando de bobos…Confío que volvamos a disfrutar de la tranquilidad el resto del año.
Llegamos al pueblo y cada mochuelo a su olivo en espera del próximo día que volvamos a hacer el bobo irremediablemente…
Nota: Golpes, agujetas y material para limpiar completan el repertorio de un espeleólogo bobo.