Llegada del Río Totxe |
Finalmente, y ante la falta de alternativas (bueno, salvo ver Sólo en casa 3, Jack Frost o similar), nos encaminamos resignadamente hacia Rubicera. Salimos del coche entre bruma y una ligera llovizna, que va amainando por el camino, aunque no contribuye a mejorar nuestro escaso ánimo. Masoquismo postnavideño, para bajar turronazo y brebajes varios... Yo me lío ya con esto de la penitencia, no sé si es en navidades, en Cuaresma, en el Ramadán... puto lío.
Nos cambiamos y entramos agradecidos en la cueva, al menos desaparece el viento y el frío. El agua que se filtra en el paso de los bloques ya promete aguas altas, así que de camino descartamos retomar la exploración del río en el que nos quedamos la entrada anterior.
Vamos a proponer a Fredo que MTDE fabrique trajes NBQ para poder entrar en la tienda... |
Caminamos con brío hasta el vivac, aprovechando para hacer un repaso a la actualidad nacional y comarcal (con mención especial para nuestro imputado alcalde) para hacer más llevadero el peregrinaje por este verdadero laberinto. Bajados los pozos (que tienen un notable goteo), nos recibe el ya conocido olor a moho del vivac. Decidimos acercarnos hasta una escalada que entrevió Wychy en la galería con la que logramos unir en el vivac anterior, aunque se encuentra en el extremo más lejano, cerca ya de las Galerías de los Osos. Bajamos por tanto siguiendo el río hasta la gran sala por la que se precipita la cascada, para bajar después el P.40, que nos sitúa al pie de la escalada que nos permitió acceder a este nuevo "atajo". Una vez superadas las zonas bajas (menos mal que hoy me he acordado de traer rodilleras), llegamos hasta el lugar por el que una cascada nos trae un nuevo río, lugar en el que habíamos depositado el material. Decidimos bautizar este río como "Río Totxe", en recuerdo de un compañero riojano recientemente fallecido.
Recogemos material y nos dirigimos hacia la escalada. De paso, revisamos una serie de incógnitas laterales pendientes, pero ninguna de ella tira más allá de una decena de metros. El camino, sin ser penoso, tampoco es muy cómodo, dada la continua presencia de bloques.
Llegamos a la escalada que, vista con el foco, más parece una cúpula de disolución de enormes proporciones que un nivel colgado. Antes de liarnos con ella, vamos un poco más lejos, a mirar otro par de incógnitas. La primera, un ramal lateral en cuyo inicio hay huellas de algún animal, apenas avanza unos 40 metros hasta cerrarse por un derrumbamiento. Así que nos dirigimos hacia la siguiente: un meandro-pozo pendiente de bajar. Gelo comienza a instalar, y tras sortear algunos bloques llega a la cabecera de un pozo que se desfonda en una gran sala. Nos las prometemos muy felices, pero... al llegar a la sala, vemos una cuerda instalada en un lateral: nos encontramos en la Sala de la Momia Verde, ya explorada.
Volvemos por tanto a la escalada, y Gelo me cede el turno. Y como somos muy de tradiciones, pues...
- Gelo, que el taladro no percute.
- No jodas, si iba perfecto hace un momento.
- Pues...
-Ah, mira, del revés sí percute.
-Pues dale...
Brrr, brrr, tac, tac, tac...
-Geloooo, "mesaroto" el burilador...
-¡Argggggggghhhh!
Resignados, desmontamos y nos dirigimos de vuelta hacia el vivac, tras fotografiar los huesos de un carnívoro en la Galería de la Tumba Blanca. Retornamos hasta el Río Totxe, donde dejamos de nuevo el material de exploración. La progresión por la "Galería de los Imputados" se hace más penosa de vuelta, cuando la motivación ha desaparecido. Sí, queda la motivación de la cena y eso, pero si tenemos en cuenta que el menú son las sobras de lo que no fuimos capaces de tragar en el vivac veraniego de la 32, pues...
Llegamos al vivac con las rodillas al rojo vivo, tras casi 14 horas de actividad. Efectivamente, la cena no tiene mucho que ver con lo que hemos degustado dos días atrás: unos carbonara caducados, y una lata de albóndigas incomible. Nos quedará la duda de si el sabor picante venía de serie o es un extra provocado por algún agente patógeno presente en la comida (o en los cubiertos, cuya flora tiene poco que envidiar a la nuestra intestinal; es el Amazonas del mundo subterráneo).
La fosforescencia proviene de la comida... |
Apuramos los restos de orujo, y una dormidina (aunque no nos queda muy claro si eran tales, o Saldevas), y al catre. Afortunadamente, este noche no hay ronquidos, pero los dolores acumulados (ay, la edad) hacen difícil conciliar el sueño. De fondo, el rumor del río crecido nos arrulla hasta caer comatosos... La noche será bastante mala, así que definitivamente debían ser Saldevas...
A las ocho y media tocamos diana, y tras un desayuno algo mejor que la cena, nos encaminamos hacia la calle. Las "gacelas" de ayer (ejem) han tornado hoy en rígidos y esclerotizados "robocops", que se arrastran hacia el exterior entre murmuraciones de "aymiciática" y "aymisrodillas"... En el exterior, el viento sur ha alejado la amenaza de lluvia, y entre las ventoleras nos vamos hacia el coche. Unas rabas y unas cañas en el bar pondrán fin al último vivac del año. No ha sido muy productivo en metros (apenas un centenar sumando pequeños recovecos), pero al menos nos ha permitido eliminar unas cuantas incógnitas. Si es que el que no se consuela es porque no quiere...
Y feliz año a todos, menos a uno...