Tras un largo parón
–obligados por la meteo, el reuma y otros achaques varios debidos a nuestra
provecta edad, nos encontramos en el club siete especímenes: Marta, Zape, Gelo,
Wychy, Moisés, Cristóbal y yo. A pesar de que llueve levemente, y que la
previsión da empeoramiento, nada de eso aleja a Cristóbal de su café matutino
donde Margari, así que allí paramos, mirando de reojo las nubes cargadas que se
acercan más y más.
Ya arriba vemos cómo
esta noche ha nevado; la senda hacia Rubicera se encuentra levemente tapizada
de nieve, y las orilladas que nos pillan por el camino contribuirán a aumentar
su grosor. El viento es helador, así que esta vez, en la entrada, no hay tiempo
para picoteo alguno. Para quitar el frío nos dirigimos a buen paso hasta el
vivac, donde comemos y organizamos el trabajo.
Marta y Cristóbal se
encaminarán hacia la escalada situada en la Galería de los Imputados, que quedó pendiente el último día. El resto,
iremos hacia el Norte: Moisés y Zape trabajarán en una desobstrucción, y los
otros tres acabaremos la topografía de unos pequeños ramales y después les
seguiremos.
Un pasamanos “precario”
nos sitúa en la zona a topografiar. Ni Gelo ni yo habíamos estado en esta zona,
y nos llama la atención tanto el tamaño como lo enrevesado de las galerías: en
apenas unos metros de grosor y anchura, tres niveles diferentes se encuentran
rellenos de enormes bloques, cerrando la mayoría de las posibles
continuaciones.
Mientras topografiamos
en una de las zonas ya vistas, observamos dos posibles escaladas que habían
pasado desapercibidas anteriormente, por lo que decidimos no desinstalar esa
zona. Después, Wychy nos lleva a topografiar otra zona, con unas espinosas
gateras que dan a una zona caótica y muy rota. Allí encontramos una cuerda que
Wychy no recuerda, y optamos por desmontarla.
Tras esto, nos
encaminamos en busca de Moisés y Zape. Ninguno de nosotros había estado en esa
zona, pero las “meridianamente claras” explicaciones aportadas por los
interfectos no parecían ofrecer duda… los tres primeros minutos. Tras revisar
un enorme caos de bloques, llegamos a la conclusión que a la zona a la que han
ido se accede por la cuerda que hemos quitado. Nos acercamos hasta su base y… coño,
cómo me suena… Joder, si es la escalada que hice el primer día que encontramos
este sector. Debe ser cierto que el omeprazol es un factor de riesgo para la
demencia y la senilidad… Resignados, volvemos por las gateras espinosas para
poder montar la cuerda, y desde allí tratamos de encontrar el lugar hacia el
que se han dirigido los otros dos.
Unas balizas nos llevan
a una trepada estrecha entre bloques con muy mala pinta. Llegamos arriba y nos
encontramos con una estrecha fisura parcialmente desobstruida. Joder con el
avance cómodo y de pié… Wychy y yo pasamos a duras penas, pero a Gelo no le
pasa el pecho, por lo que decide volverse al vivac. Nosotros seguimos, por un
terreno cada vez más peligroso. Allí, otras balizas nos hacen dar vueltas por entre un
caos de bloques de los de “mírame y no me toques”, y como último recurso
reptamos por un meandro estrecho que trae un hilillo de agua… Impenetrable; game over.
Nos queda claro que por
acá no es, así que vista la hora optamos por volver derrotados hacia el vivac,
revisando alguna cosilla y aprovechando para sacar alguna foto. En la tienda
encontramos a Gelo, en plan zen (aburrido), y decidimos ahogar las penas en
pasta, lomo y un poco de orujo de 90 octanos. Vista que la compañía no da para
más (el bajo nivel de la tertulia, basada en la emisión de gases e improperios
lo demuestran), nos vamos para el saco. Al menos, podemos coger los mejores
sitios. Eso del compañerismo está sobrevalorado…
Poco después, llegan Zape y Moisés: han podido llevar a cabo la desobstrucción, avanzar algo más de 100 metros (realizando otras desobstrucciones parciales), pero finalmente una nueva estrechez les ha detenido; no parece que merezca la pena seguir insistiendo por ahí. Al no llevar material de topo, se convierte en otra más de nuestras “estimadas galerías”, que pueblan nuestras topos (para el mosqueo de los adictos a la suma de metros). Debido a que tanta desobstrucción ha alargado la cosa más de lo debido, la otra escalada sigue quedando pendiente de hacer. Como siempre, lo de ir cerrando frentes se complica más y más…
Cuando ya nos estamos
quedando dormidos todos, en alegre compañía, aparece el sector andaluz. Y qué
mejor que Marta, la pizpireta sevillana, para que nos relate sus andanzas por
los “barrios bajos” del Mortillano.
Dejamos en el vivac al
resto de la tropa organizándose y el equipo andaluz, Cristóbal y “Marta, ponemos
rumbo a la escalada que tuvimos que dejar sin terminar la última vez. ¡¡Lo habíamos dejado
casi arriba!! En apenas 4 dbz la pequeña ventana se abre dando paso a un precioso
meandro de buenas dimensiones ¡¡buahhh, niñooo, qué bonitooo!! Nos emocionamos y al
grito de “vamos, vamos” avanzamos por el suelo de arena blanca que se hunde
crujiendo bajo nuestros pies.
Cristóbal subiendo a dormir al trastero... |
...y descubriendo que le han cambiado la cerradura... |
Enseguida se bifurca llevándonos
a una sala desfondada, (posiblemente sobre la gran sala en la que iniciamos la
escalada), con formaciones y pasos entre bloques que se van cerrando pero que
hay que volver a revisar. Retrocedemos y seguimos por el meandro principal que
es por el que viene gran corriente de aire. Avanzamos unos 100 metros, al principio
de pie, después agachado, luego de rodillas y al final reptando como culebras;
un estrechamiento nos impide continuar.
...y optando por bajar al garaje, a sobar en el coche. |
Volvemos haciendo la
topo y revisando alguna otra bifurcación hasta la cabecera del pozo de 40 metros
escalado. Dejamos atrás la
prometedora corriente de aire que nos fue guiando, ayudándonos a descubrir los
secretos de Los Mares de China.”
¿Qué por qué ese
nombre? Porque tenemos mucha imaginación, y porque dos andaluces con mucha
energía, tiempo y terra incognita dan
para mucho. Volvemos al vivac y nos encontramos a todos metidos ya en los sacos
de dormir. Ni cena común, ni sobremesa, ni bromas, ni ná de ná.
Así que a dormir lo más
rápido posible que estos cabrones nos llevan ventaja y mañana se prevé
madrugón. Cierro los ojos, estiro la espalda, respiro profundo y no tardo ni 30
segundos en notar el viento en la cara y estar de nuevo surcando Los Mares de
China.
Al día siguiente, un
desayuno abundante, un paseo (un tanto dormidos) hasta la boca de Rubicera, un
rápido y helador cambio de ropa, y una excursión a paso ligero acompañada por
una ligera nevada. La jornada concluirá, como es costumbre, con birras donde
Margari y papeo en Los Fuertes. Una vez en casa, la topo nos mostrará que hemos
topografiado alrededor de medio kilómetro de nuevas galerías (más las
pendientes de topografiar), y que Los mares del Sur parecen querer dirigirse
hacia un piélago de nada. ¿Descubriremos allí nuevos continentes, o nos
perderemos de nuevo en ese mar de caliza? Sea una u otra la respuesta, merecerá
la pena. Seguro.
La saca en primer plano es para equilibrar la composición, no por despiste. Que están hablando con profesionales, joder. |
Con lo bien que estaba yo en casa, haciendo pogüerpoints... |