Otro fin de semana para el agujero (y van…). En esta
ocasión, nos juntamos Marta y Zape, Cristóbal, Wychy, Cardín y los Pedros. Por
una vez, la cosa va más o menos según el horario previsto, y pasadas las siete
salimos del club para los Collados. Petates a la espalda, y para Rubicera. El
marmite que me he metido entre pecho y espalda con los compañeros asalta mi
gaznate cuesta arriba y cuesta abajo. La zona de los pasamanos está un tanto
húmeda, para ir ambientando y tal. Para las nueve pasadas ya estamos
disfrazados y entrando en la cueva, donde se repite el cotidiano mantra:
bloques, estrechez, galerías, cuesta, gatera, megagatera, pozo y vivac. A las once, preparando el “sabroso” (ejem)
cus-cus que nos ha mercado Marta, aderezado por no sabemos exactamente qué (un
par de sopas diferentes, los diversos mohos que los cubiertos han acumulado
durante este mes…). Nouvelle cuisin
de la mala… Al ir a cargar agua a la “fuente” se me olvida que no llevo casco,
y un techo se encarga de recordármelo con un buen golpe que me tumba en el
suelo… En fin, nada que no cure una dormidina de las buenas… Magnífica droga que nos evita soportar mutuamente nuestros gases, ronquidos y estupìdesces varias (o, como dice Zape, nuestro "jlamur").
El "jlamour" del Tuercebotas... |
Al día siguiente desayunamos moho con galletas, preparamos
el material, y salimos pitando un poco antes de las nueve de la mañana. Las
cuerdas de los pozos cada vez están más finas y cubiertas de un barro
repugnante, lo que no ayuda a hacer más llevadera la “excursión” hasta el
fondo. Vamos todos juntos hasta la cabecera del P.70, y allí nos dividimos:
Pedro y Wychy irán a mirar un par de incógnitas al fondo de ese pozo, y
Cristóbal y los castreños ídem a otras. Cardín y yo iremos a topografiar la
galería que habían dejado pendiente la entrada anterior, y a continuar su
exploración. Como diría el Maestro Yoda, desde este momento nuestros caminos discurren
por sendas diferentes (o algo así).
Ante todo, organización (criminal) |
Grupo A
Cristóbal, Pedro H, Wychy, Zape y Marta bajan el pozo de
70 para continuar la exploración de las incógnitas dejadas hace varias
entradas. Este pozo es precioso aunque no apto para cardíacos, ya que continuamente
y sin saber por qué ni de dónde, caen pequeñas piedrecitas de las paredes.
Aterrizamos en una amplia galería descendente con
continuación hacia arriba y hacia abajo. Decidimos revisar las incógnitas hacia abajo;
mientras unos equipan un P-20?, otros hacen una travesía hasta una ventana en
la cabecera de ese mismo pozo que acabaría siendo una galería que terminaba en
una gatera de arena que soplaba.
El pozo nos lleva hasta unas galerías enormes llenitas de
barro. En ellas todo es marrón, ¡¡todo!! , hasta el techo, sólo aparecen
algunas manchas blancas redondas en las zonas más altas del techo, a las que no
ha llegado el agua en la crecida. Pero estas manchas están muuuuyyyyy altas, lo
que nos da una idea de lo que debe subir el nivel… La galería es descendente,
con enormes lenguas de barro que nos hacen pensar que pronto encontraremos un
sifón. Efectivamente, unos metros más abajo un pequeño sifón nos cierra el
paso. Cómo dice algún poeta de los que vamos: “Estamos en el mismísimo culo del
Mortillano”.
¿Paleocoliflor? Ello explicaría lo de los gases en los vivacs... |
Retrocedemos y probamos suerte haciendo una pequeña
escalada de unos 4 metros hasta una ventana y ¡¡bingo!! logramos ir más allá,
bajamos otro pozo de 15 metros y llegamos a otras galerías enormes también
llenas de barro. Aquí no nos cierra el paso un sifón sino un caos de bloques
infranqueable bajo el que se escucha circular con fuerza un río.
También aquí todo es marrón pero de vez en cuando en el
suelo aparecen unas manchas redondas blancas, que al acercarnos vemos que son
hongos que han crecido alrededor de los cadáveres de una especie de
escolopendras (Nuria, ¿está bien utilizada aquí la palabra cadáver?). También
encontramos gusanos (vivos), restos de hojas, ramitas y pequeños trozos de
plástico en las zonas altas de las montañas de barro.
Revisamos la enorme sala y se hace una escalada “low
cost”, ya que apenas nos queda material. Todo es puro barro y cuesta subir.
Tras un primer intento fallido, con salto de spit y escalador incluidos (menos
mal que el barro es blando), otro aguerrido explorador intenta acabar el
trabajo empezado y consigue llegar arriba, a otras pequeñas galerías que
dejamos en un pequeño pozo entre bloques y con un aporte de agua.
Es tarde y no tenemos ni un centímetro de cuerda, así que
dejamos todo topografiado, fotografiado y volvemos para el vivac. A las 20:00
estamos en la cabecera del P-70 y donde nuestros caminos discurrieron por
sendas diferentes pero no hay señales de los compañeros del otro equipo. Les
dejamos una nota y empezamos a subir hacia el vivac.
Grupo B
Cardín y Pedro M. vamos a la galería explorada parcialmente la vez anterior. Decidimos no cambiar la instalación del pozo de acceso, pues tras quitar un montón de bloques la vez anterior ya no hay riesgo de pedradas. Tras admirar los ramilletes de excéntricas que hay cerca del cruce (una verdadera pasada), comenzamos la faena. Las primeras tiradas son a rastras, con algún paso entre bloques poco simpático, lo que no augura nada bueno. Sin embargo, Cardín dice que luego todo cambia (a mejor, por una vez), y no se equivoca. Poco después, las galerías van cogiendo tamaño. Lo que no nos cuadra mucho es la dirección: la referencia que teníamos de los aguerridos exploradores del anterior vivac era que se dirigían al Norte; sin embargo, las galerías van tendiendo al Este, suponemos que paralelas a todo lo recorrido para llegar hasta acá. Un poco más allá, en una zona tapizada de mineralizaciones blancas, encontramos el esqueleto de un animal relativamente grande (un tejón, probablemente). En los laterales dejamos un buen número de incógnitas sin mirar, ninguna de gran tamaño, pero…
Cardín y Pedro M. vamos a la galería explorada parcialmente la vez anterior. Decidimos no cambiar la instalación del pozo de acceso, pues tras quitar un montón de bloques la vez anterior ya no hay riesgo de pedradas. Tras admirar los ramilletes de excéntricas que hay cerca del cruce (una verdadera pasada), comenzamos la faena. Las primeras tiradas son a rastras, con algún paso entre bloques poco simpático, lo que no augura nada bueno. Sin embargo, Cardín dice que luego todo cambia (a mejor, por una vez), y no se equivoca. Poco después, las galerías van cogiendo tamaño. Lo que no nos cuadra mucho es la dirección: la referencia que teníamos de los aguerridos exploradores del anterior vivac era que se dirigían al Norte; sin embargo, las galerías van tendiendo al Este, suponemos que paralelas a todo lo recorrido para llegar hasta acá. Un poco más allá, en una zona tapizada de mineralizaciones blancas, encontramos el esqueleto de un animal relativamente grande (un tejón, probablemente). En los laterales dejamos un buen número de incógnitas sin mirar, ninguna de gran tamaño, pero…
Topografiamos hasta el punto en el que lo habían dejado la
vez anterior (llevamos casi medio kilómetros), y comemos. Después, la galería
cambia de forma, y llegamos a una zona de grandes dimensiones, tapizada por un
barro muy pegajoso (recuerda al que años
atrás encontramos en Tanhausser, Garma Ciega). Desgraciadamente, parece que
aquí acaba la cosa: un enorme caos de bloques colapsa la galería. Dejamos los
petates y empezamos a hocar entre bloques. Pero los pequeños tubos y pasos
estrechos no tienen aire, y todos acaban cerrándose. Al de una hora o así,
pruebo en la zona derecha de la enorme galería. Tras quitar unos bloques y
pasar entre otros con mal color, alcanzo una zona más amplia. Avanzo unos
metros y veo que la cosa sigue, así que vuelvo para atrás para avisar a Cardín.
Sin embargo, no soy capaz de encontrar el paso por el que he venido. Algunos de
los bloques se han movido al pasar, y no acierto a ver el estrecho paso. Tras
un buen rato de comunicarnos a base de grietos, y quitando un par de piedras
más, logro salir por otro estrecho paso.
Hemos estado dos horas arrastrándonos entre bloques, y
decidimos dejar la mayor parte del material acá y continuar. Tras la zona
caótica, la galería recupera unas buenas dimensiones, pero desaparecen los
bloques. Nuevos cruces quedan pendientes de mirar. Llegamos a una salita en declive,
con concreciones, y curiosamente aquí la galería parece más descendente que
antes. Más cruces abandonados, un nuevo esqueleto más deteriorado (de algo más
grande que un lirón, desde luego), y… llegamos a un nuevo cruce. Pero en este
caso, una chimenea trae un nuevo río que se sume en un pozo de varios metros.
Optamos por seguir la galería de la derecha, que sigue con buen tamaño, hasta
un nuevo cruce enorme. Allí, de nuevo la galería de la derecha (Este), que se
va estrechando progresivamente. Dejamos una amplia sala (sin revisar) a la izquierda), y continuamos por una zona de
dimensiones más reducidas, arenosa. Allí encontramos multitud de huellas de
algún animal, pero el tiempo se nos echa encima y optamos por darnos la vuelta.
De regreso, tomamos un par de tiradas más en el cruce más grande por tener una
idea de las direcciones. En total, más de 1.300 metros topografiados.
Pero ahora queda lo peor, el retonno. Piano piano volvemos
hacia el pozo de 70. El resto de la tropa ya ha subido para el vivac hace un
par de horas. Hace rato que se nos ha acabado el agua (en toda esta zona no hay
ni un solo lugar en el que cargar), y comienza a notarse en el cuerpo. Tengo un
considerable dolor de cabeza, y las gateras y los pozos de subida no
contribuyen a mejorarlo. Finalmente, a eso de la una y media de la mañana
llegamos al vivac, donde nos esperan unos tortellinis aguados como recompensa.
Recompensa que cedo gustosamente al Rubio, ya que la cabeza lo único que me
pide es saco y dulces sueños.
No habrá dulces sueños (ni no dulces), pero sí algo de
descanso. Y al día siguiente, tras un desayuno abundante, para la calle (de
paso, descubro que al pantin no sólo le faltan los dientes, sino también parte
del cuerpo). Ya en el exterior, y como no podía ser menos este año, lluvia. Al
menos, durante el camino de regreso al coche va escampando. Allí nos espera
Nuria (eso sí que es un sol y no la porquería amarillenta del cielo) con unas
birras y lomo, que nos hacen olvidar las penalidades pasadas. La tripada
posterior también colaborará al respecto.
Conclusión: más de dos kilómetros de nuevas galerías
topografiadas, y el sistema supera ya los 129 kilómetros. Superamos así al
sistema ucraniano Ozerna (127,7 kilómetros), y nos convertimos en la 14º
cavidad mundial. Como decía el otro, para un pueblo y a oscuras, no está mal…
Lo dicho, MUCHO JLAMOUR...
Texto: Marta Candel y Pedro Merino.
Fotos: Martaca Candel y Pedro González Hierro.
Lo dicho, MUCHO JLAMOUR...
Momento en el que Marta coge el herpes... |
Texto: Marta Candel y Pedro Merino.
Fotos: Martaca Candel y Pedro González Hierro.
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