miércoles, 1 de noviembre de 2023

Entre troglobios y hormonas

 7 Octubre 2023  Cueva de Coventosa                                                      Por Marta Candel

 Que un chico de 14 años nos diga cada vez que nos ve que si le podemos llevar algún día de cuevas, no es algo habitual.

 Porque a esa edad elegir entre… Pasar un sábado con los amigos… Jugar algún partido… Ver alguna serie de moda… Ver vídeos de Youtube, Tik-tok, Instagram, mmm… y demás sitios web de nombres impronunciables que ni conozco, porque aunque me crea muy moderna ya voy tirando para antigua…  Y qué sé yo cuantas posibilidades más…


  Ante semejante abanico de posibilidades, elegir venir de cuevas con los amigos de sus padres, que le van a llevar a “no sé qué sitio”, “no sé cuantas horas”, donde la única certeza que tiene es que va a estar oscuro… Pues ya dice mucho de él. Este chico promete.

 Así que nos animamos a organizar una salida juvenil y para que no se sienta solo avisamos a Cristóbal para que venga con Maider, que también tiene 14 años y a esas edades uno se siente más a gusto con gente de su generación.


  Maider ya tiene experiencia en pasar días enteros bajo tierra acompañando a su padre y a los chalados de los amigos de su padre, que de vez en cuando, si van a sitios a los que pueda ir, la llevan con ellos. Desde que era un bebé ha estado compartiendo con nosotros memorables días de exploración; como aquel en que el canto de Barbie Sirena estuvo amenizando toda una jornada de intento de paso por un agujero estrecho.

 

Siempre nos preguntamos qué contaría esa niña en la escuela al día siguiente…

Cristóbal no pierde la esperanza de que acabe contagiándose con el “virus espeleológico” por mucho que ella le insista en que no tienen por qué gustarle las mismas cosas que a él.

Aún así, la cara de amor de ese padre cada vez que la ve vestida de espeleóloga derretiría al mismísimo Hulk. 


 Se ve que hace efecto, porque ella sigue volviendo.

 La madre de Bruno se despide de él hasta la tarde. Imagino que entre un: “Uy, qué bien el día entero para mí” y un: “Uy, a ver si me lo devuelven entero”.

 En cuanto se sube al coche nos da las gracias y nos dice las ganas que tenía de venir y vamos hacia Ramales en entretenidísima conversación.

¿Y eso de que los adolescentes sólo hablaban con monosílabos?

 La cueva elegida para su primera incursión subterránea es Coventosa. Que sin saber cómo va a funcionar, pues ésta la podemos adaptar a diferentes niveles según vayamos viendo cómo se desenvuelve. 


  Le vamos vistiendo como si fuera un “airgam boy”, digo un “Click de Famóbil”, digo un “Playmóbil”… (que al final va a ser verdad que soy una antigua). Vamos Poniéndole todos los complementos y explicándole para qué sirven y cuando acabamos con él parece un espeleólogo de verdad, da gusto verlo.

 Después de las fotos de rigor para inmortalizar su primera vez, vamos caminando hacia la boca.

 ¿Y hay muchos animales en las cuevas? es que a mí me encantan de todo tipo.

Sí que hay, pero son difíciles de encontrar. ¿Sabes lo que es un troglobio?

 A Maider le hace mucha gracia ver a Zape en plan profesor.

 El viento de la entrada nos peina el flequillo.

Instalamos la primera rampa de bajada. Empieza el juego.


 Bruno baja despacio, aprendiendo a controlar el descendedor y a caminar por la pared resbaladiza sólo con la punta de los pies.

 Primera prueba superada.

No tiene miedo, ni vértigo, sigue al pie de la letra las instrucciones que le vamos dando y viéndole avanzar a buen ritmo sin despegarse de Zape cuesta arriba, cuesta abajo, arrastrándose aquí, trepando allá, nos relajamos y vamos ampliando las miras de por dónde le llevaremos.

 Así que le hacemos bajar y subir un pozo en volado de 20 metros para que vea lo que es progresar por cuerda.


Le llevamos por grandes galerías de arena para que disfrute de hermosas playas de sombra, que con esto del cambio climático igual dentro de nada las vemos llenas de toallas.

 

Caminamos por bosques de estalactitas y estalagmitas tan grandes como él y Maider y entre formaciones excéntricas tan reviradas como sus hormonas en este momento.

Trepamos por grandes bloques y avanzamos por pasamanos sorteando las verdes aguas de un gran río y alguno prueba su temperatura en el ombligo sin querer.



 Entre todos le vamos enseñando muchas cosas a Bruno, queremos que se lleve una buena impresión de su primera vez. Y él nos enseña que un troglobio (que acaba de aprender lo que es) es más fácil de encontrar de lo que pensábamos. Sólo hay que estar un rato quieto y observar. 


 A cada parada que hacemos para montar una cuerda, hacer una foto, o comer el bocadillo… él encuentra un bicho.

 Y entre bicho y bicho, anécdotas y risas, el tiempo se nos echa encima y ya es hora de salir y enviar una prueba de vida a sus padres.

 Cuando le dejamos en casa se despide con una sonrisa de oreja a oreja.


  En el interior del coche brilla un colmillo ¿Habremos conseguido inocularle el virus?

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario