viernes, 14 de marzo de 2025

Otros mundos 3 de 3.

                                                                                                     Archipiélago de Las Molucas

Hoy hemos quedado a las 9 con el chófer, y después de las fotos de rigor con los empleados del hotel, cosa que aquí parece habitual y les encanta, como si fuéramos trofeos de caza. Nos ha llevado hasta el aeropuerto, donde nos hemos despedido de él, que nos dice que es un freelance también.
El viaje es en turbohélice y va completamente lleno de chinos, que no hablan otra cosa que chino. Luego nos enteramos que van a trabajar a una mina de estaño, que explota una compañía china.
Finalmente llega el equipaje y nos recoge nuestro guía local que habla un inglés autóctono, lo que para mí es bueno ya que le entiendo bastante.

Nos lleva primero a un centro comercial a comer, que para ser eso no está mal la comida.

Termate es una cuidad bulliciosa con mucho tráfico y un aspecto en general moderno. Se nota que esto es un sultanato y ya se ven más mujeres con la cabeza cubierta y varias mezquitas.


El guía nos cuenta que los chinos son bastante odiados por cargarse el bosque y ser arrogantes y racistas, parece que los indígenas han matado a algún minero chino.
Luego vamos al hotel en el centro, que está bien.
Dejamos las cosas y vamos a dar una vuelta por el mercado, que está lleno de puestos de todo tipo. Somos la atracción y todo el mundo sobre todo los niños nos llaman Mister. Algunos para que compremos y otros por qué les llamamos la atención.

Una niña muy pequeña de unos 8 años como mucho, me coge la mano y me enseña un móvil que lleva y me dice que si puede hacerse una foto conmigo, cosa que hace una amiga igual de pequeña. Me despido de ella y me da las gracias.
Los niños hablan un poco de inglés pero muy poco, los mayores casi nada creo.
Cruzar la calle es una aventura con cientos de motos que pasan sin parar.
Llegamos a un almacén al por mayor de especias y mientras miramos por allí un chico nos ayuda en inglés, y nos explica que es cada saco.
Cuando pregunta de donde somos y le dicen que hay un español, se emociona y dice que lleva tres años estudiando y que tiene amigo escritor español. Habla bastante bien y charlo un poco con él de nuestro viaje. Me despido y se le ve feliz.
Todos conocen aquí al Real Madrid y al Barcelona, aunque me duela hay que admitir que el fútbol es un idioma internacional.
Volvemos al hotel para la ducha y luego a cenar,. El guía nos lleva a un garito, en medio de la calle, poco más que una tejavana, donde podemos hacernos un combinado, eligiendo entre varios tipos de pescado, pollo y el inevitable arroz.
Mientras como, tengo varios gatos en los pies pidiendo comida, sobre todo uno que se sube a mis piernas me mira y pide insistentemente.
Se comen todas las sobras del pescado.

Al día siguiente, salimos del hotel sobre las 9 de la mañana y nos dirigimos al puerto, donde pensamos embarcar en uno de los numerosos botes rápidos que se dirigen a la isla de Halmahera, una de las más grandes y donde se sitúan los dos volcanes que tenemos previsto ver.

En el puerto hay bastante gente y las lanchas van saliendo según se llenan, sin horario definido.
Allí continúa la curiosa expectación que ayer levantamos entre los locales, a los que les encanta hacerse fotos con nosotros. Incluso una madre joven le pasa su niña muy pequeña a Patrick, para hacerle una foto con él. No sé si ya estaremos en todos los Facebook del país, es posible, solo falta que nos den cacahuetes..
Nos toca esperar hora y media pero al fin tomamos un bote ruidoso, que en otra hora nos deja en el puerto de Jailolo.
Allí nos espera un vehículo desvencijado y sin matrícula trasera, que ata los bolsos grandes al techo con cuerdas y nos mete a todos dentro un poco apretados. El chófer debe de ser el primo del guía. De hecho hoy se inicia una especie de tour, por las casas de la familia del guía.

En el puerto un viejo desdentado y que chapurrea algo de inglés, nos interroga, luego baila con Erick y quiere hacerlo con Sandrine que sale huyendo.
Iniciamos la ruta esquivando montones de triciclos, es decir una moto que la rueda de adelante, está sustituida por un eje con dos ruedas y unos asientos, TuTuc.

La carretera está rodeada de cocoteros y de hecho hacemos una parada, en casa de una hermana del guía, y donde un primo nos hace una exhibición, de subida a cocoteros y tirar cocos. Luego los abren, hacen unas pajitas con unas yerbas del lugar y bebemos el rico agua de su interior y comemos la pulpa blanca.
Nos despedimos de la familia, y continuamos la ruta hacia el volcán Ibu, pero como está en erupción y hay alerta solo podremos verlo de muy lejos.




Paramos en un pequeño local junto a la carretera y comemos por unos 2'5 €, arroz claro, pero está bueno.
Seguimos camino y volvemos a parar en un mercado para comprar pescado y verduras.
Estos mercados siempre sorprenden a los foráneos.
Por fin llegamos al destino, que no es otro que la casa de otra hermana del guía.
Allí nos invitan a comer una pasta de coco y nos hacen otro montón de fotos.
Me asombra ver pasar constantemente motocicletas, con los padres y uno o varios hijos entre ellos, algunos casi recién nacidos. Por supuesto sin casco ni nada.
Dejamos las bolsas grandes en la casa y con las mochilas y dos porteadores que tienen pinta de ser sobrinos del guía. Hacemos una “dura marcha” de 20 minutos, hasta el lugar donde pasaremos la noche, a la espera de que las nubes se levanten y podamos ver las luces rojas de la erupción del Ibu. La temperatura hoy ha llegado a los 36 grd. y a las cinco de la tarde es de 33, lo que nos hace sudar a tope.

Una vez montado todo nos sentamos y miramos el volcán esperando que las nubes se retiren y podamos ver la erupción. De momento eso pasa al menos una vez y vemos un alto penacho que asciende desde la cumbre y sobresale de las nubes..


Hemos pasado la noche en una colina boscosa a unos 5 km del volcán Ibu.

La idea era ver alguna erupción nocturna que nos mostrará la lava ardiente en la cumbre.
Pero no hay mucho que ver, así que dormimos como podemos en las tiendas sin esterilla.
El amanecer si es bastante bonito, ya que la colina domina un bosque de cocoteros y al fondo está  el volcán. Tomamos café y seguimos contemplando las erupciones periódicas del monstruo, luego desayunamos y sobre las 9 desmontamos el campamento y nos vamos.


Bajamos al pueblo y de nuevo en la casa de la hermana del guía, nos cambiamos de ropa y recogemos nuestros sacos.
Despedida y múltiples fotos de rigor, antes de montar en el Toyota.
Tomamos la carretera pero pronto paramos, para entrar en un bosque y llegar hasta un caudaloso río, con pequeñas cascadas en una zona encañonada, es un bonito lugar y un refrescante baño.

La ruta sigue con zonas completamente atrasadas, donde increíblemente el Toyota que no es 4x4, pasa sin problema con 6 personas y los bultos.
Otra parada para hacer fotos a un enorme árbol,  de la familia de los ficus y con varias decenas de metros de altura.
Llegamos a un río, sin puente y lo cruzamos por un vado, donde hay varios niños bañándose y jugando. Nuestro hábil conductor pasa por el agua y remonta la fuerte pendiente del otro lado sin problema. Pero hay otro vehículo atascado que no sube. Nuestro chofer se baja toma el volante y tras varios intentos consigue hacer subir el coche. Seguimos la ruta.

Paramos en un garito a comer, por supuesto arroz con cosas, y seguimos la ruta ahora por una zona llena de baches, que vamos esquivando como podemos.


Finalmente después de varias horas de tortura, llenamos a Tobelo, nuestro destino. El hotel es bastante justito, pero estamos mal acostumbrados.
Al día  siguiente de relax en la ciudad, después de desayunar vamos al mercado local,  montados en los Tu Tuc,  y pasamos mucho calor,  el edificio está lleno de puestos coloridos y con las motos entrando y saliendo de él entre la gente.

Compramos fruta y alguna cosa más como arroz cocido, envuelto en hojas y vamos al puerto, donde tomamos un barco, que nos lleva en 20' a una pequeña isla deshabitada.
Desembarcamos y vamos a hacer snorkel, desde la playa de arena revuelta por las olas. La zona tiene bonitos corales y peces.
Sobre las 13:00 vuelve la barca y  volvemos a la ciudad y al hotel.

El próximo día salimos del hotel sobre las 9:30 montados en un sorprendente artefacto. Se trata de una motocicleta de gran cilindrada, cuya rueda trasera se ha sustituido por un eje sobre el que se ha situado una caja de remolque, con dos tablas atravesadas que hacen de asientos.
Allí nos subimos 5 clientes, el conductor, varias mochilas y cajas de comida, seguro que supera los 500 kg.. el triciclo avanza por las carreteras hacia el este del volcán Dukono que es nuestro objetivo de estos días.

Luego se sale de la carretera y toma un camino de tierra del ancho de las ruedas y lleno de baches, surcos y barro. Estamos avanzando por inmensas plantaciones de cocoteros, a cuyos cultivadores encontramos a cada paso afanados en varias tareas.
En un punto varios árboles cortados cortan el camino, pero pronto son troceados y queda franco el  paso.
Es increíble por los sitios donde pasa el triciclo, aunque en un punto tenemos que bajarnos y empujar un poco.
Nuestros cuerpos luchan con el traqueteo que es agotador. Por fin tras unas 2 h. de botes, llegamos al final donde nos esperan los porteadores.


Cargamos los bultos e iniciamos la marcha, primero por las plantaciones, saludando a los agricultores que vamos encontrando, en pequeñas cabañas de madera, bambú y toldos, donde acumulan los cocos, los abren y separan la pulpa de la cáscara.
Luego seguimos por un camino en la jungla, entre bambús y altas hierbas,  cruzamos algunos arroyos secos y comemos en una cabaña, donde tienen un curioso alambique, para sacar el alcohol local de palma.


Debajo de la cocina que sirve para calentar el material y que ahora está apagada, acampa un pequeño gato a calor de las cenizas.
Le damos las sobras del pescado de la comida, acompañado de arroz.
Tras unas 3 horas de marcha tranquila, salimos de la jungla y llegamos a un río seco excavado en la lava.


El paisaje ahora es de altas hierbas, las nubes y una ligera lluvia nos impiden ver el volcán, pero le oímos con fuertes truenos cada media hora más o menos.
Un poco más y llegamos a la cota 960, donde montamos el campamento en unos campos de arena de volcán. Allí ya hay unas tiendas de unos turistas locales que parecen ser asiduos de este volcán.
Nos cae una lluvia de ceniza que lo impregna todo con su polvo negro.

Cenamos arroz y… y a dormir, con los ruidos de las explosiones del volcán, que a veces mueven la tela de la tienda.

Nos levantamos al amanecer y tomamos un café, para enseguida ascender hasta una zona a unos 200 m. del cráter del volcán, donde las explosiones se notan más y es posible ver grandes bloques como coches, salir volando del cráter y aterrizar en las laderas.



No podemos acercarnos más y bajamos al campamento para desayunar, recoger las cosas y bajar. 


El camino de regreso nos deja cubiertos de ceniza, que impregna todas las plantas, solo los plásticos, que hay tirados por todas partes, no encajan en este ambiente salvaje. Recogemos algunos para bajarlos aunque no sé donde terminaran, supongo que en algún rincón.

Nos recoge de nuevo el triciclo y de nuevo botamos en lo baches, mientras saludamos a los locales al pasar. Una parada para recoger unos cocos y beber su rico agua y calmar la sed.

Llegamos al hotel para la ansiada ducha y descansar para el largo viaje que nos espera al día siguiente, con más de cuatro horas de coche, para tomar un barco y volver a Termate.

El punto final de esta historia son más de 40 horas de viaje en aviones y aeropuertos, pero todo a valido la pena..



miércoles, 5 de marzo de 2025

Otros mundos 2 de 3.

                                                                                                                        Archipiélago de Sulawesi

Un corto vuelo y llegábamos a la ciudad de Manado en el archipiélago de Sulawesi, donde nos recogía un guía local, que hablaba francés. Este hombre resultó ser una buena fuente de las tradiciones y costumbres locales.

Tomamos una carretera de montaña que nos lleva a un pueblo en la cota 800, Tomohon, lo que nos evita parte del calor y los mosquitos. El hotel resulta bastante lujoso para lo que estábamos acostumbrados. Cenamos en un restaurante del pueblo y por la noche llueve bastante.

A la mañana siguiente iniciamos la ruta hasta el primer volcán, el Lokon de 1580 m. de altitud, pero antes pasamos por el mercado local, que resulta ser una de las sorpresas del viaje, con sus especias de todos los colores, verduras y frutas variadas, pescados crudos y cocinados, pero sobre todo por su amplia gama de carnes, que incluyen perros, gatos, ratas, murciélagos y boas, que puedes ver como les pasan un soplete para quemarles los pelos y dejarlos listos para el consumo. Realmente llama la atención de unos europeos refinados como nosotros, bueno al menos europeos.







A la salida pasamos junto a un grupo de gallos de pelea, que parece también se venden.

El coche nos deja al inicio de una pista, que pronto conduce a un barranco excavado sobre la lava del volcán, por el que ascendemos, para llegar a una zona ya sin vegetación y con el volcán a la vista.

Comienza a llover ligeramente mientras ascendemos las rampas de cenizas y piedras volcánicas, hasta llegar al cráter del volcán, que entro en erupción en 2005.

Recorremos parte del perímetro del volcán y descendemos un poco dentro del cráter, que solo muestra en su fondo unas fumarolas.

Bajamos del volcán y visitamos una zona de arrozales, con sus estanques inundados.

Nos llevan a una pequeña cabaña, rodeada de estanques con flores flotantes y carpas nadando. Resulta ser un restaurante de un vecino local que es una maravilla, el entorno es genial y la comida estupenda, con pollo en varias formas, carpas a la parrilla, verduras locales, arroz y frutas..
También hay un orujo de bambú que está bueno aunque fuerte.




Charlamos largo rato con el guía que nos cuenta su vida. Tiene cinco hijos y varios trabajos.

Nos habla de las tradiciones de su pueblo. Todo muy interesante.
Cuando terminamos, nos despedimos de la familia donde hemos comido y damos un paseo entre los arrozales.

Nuestro segundo día en Sulawesi, ha llovido toda la noche y continúa por la mañana, así que hay una variación de planes.
La visita matutina a un pequeño volcán se sustituye por ver el centro de control de volcanes de la zona.
Es interesante y la persona que lo gestiona nos muestra los equipos y pantallas, donde llegan las imágenes de las cámaras y sismógrafos de varios volcanes. Nos explica varias cosas y hablamos de la historia de las erupciones en la zona.

Quedamos con los tres porteadores que nos van a acompañar, subiendo las tiendas y comida hasta el campamento al pie del volcán donde dormiremos. Se me hace raro que otras personas carguen con mis cosas, en vez de hacerlo yo mismo, pero así está montado y es muy cómodo subir con poco peso.

La marcha hasta el campamento es suave y bonita, con unos 300 m de desnivel a través de bosque, río y matorral con alguna planta carnívora.

Por fin salimos del bosque y tenemos la primera vista del volcán unos 500 m. más arriba.

Un rato después llegamos a un claro con vistas al volcán, donde plantamos las tiendas y un toldo para poder cenar. Ya que de nuevo llueve un poco.

Hoy he hablado con el guía de sus creencias animistas y ha sido muy interesante. Es una persona culta y muy respetuosa con las culturas antiguas de su pueblo.
Me habla del animismo su respeto por la naturaleza y los antepasados.
Del paraíso al que todos van, aunque dependiendo del comportamiento es más directo o no tanto.
Tiene varios búfalos a los que lava y peina cada día ya que son sagrados y ayudan a conducir a los muertos al paraíso y creo que también a la tumba.
Me habla de que su tribu no tiene escritura, pero si tradición oral y de las tallas de madera que hacen en sus casas tribales, que cuentan la historia de sus familias y tribu.
Me dice que es importante que los jóvenes tengan conciencia de preservar las tradiciones y seguir contando su historia oral, pero que actualmente resulta más difícil, sobre todo en las zonas musulmanas.
Curiosamente el es protestante y animista a la vez. Está zona está llena de iglesias protestantes.

 Cenamos un poco de arroz con pollo debajo de un toldo y nos metemos en las tiendas a dormir sobre las siete de la tarde. Pero no hay sacos de dormir y a 1400 m. hace fresco, me tapo como puedo con el chubasquero y poco más. La esterilla es fina y el suelo duro, pero consigo dormir bastante hasta las 3:30, que nos despiertan para tomar un café y comenzar la ascensión nocturna del volcán.
Andamos por la jungla con las frontales, bajando algunos tramos empinados, hasta llegar a la base de uno de los volcanes, el más pequeño y antiguo, que ascendemos con calma hasta lo que queda de su cráter que bordeamos.

Bajamos hasta el collado entre ambos volcanes. Encima, la gran mole del volcán principal que tiene una altura de 1800 m de los que nos quedan unos 500 por ascender. La subida es complicada por la arena y piedras sueltas y en medio de la noche, cuesta más buscar el camino bueno.
A medio camino comienza a amanecer, con el horizonte rojizo y bancos de nubes, es un buen espectáculo para la vista.
Finalmente después de cuatro horas de marcha, alcanzamos la cumbre o más bien el borde del inmenso cráter con varios Km. de diámetro, con sus fumarolas y los colores verdes del azufre y rojos de otros materiales. Solo el viento nos incordia y perturba.

Iniciamos el descenso delicado de la zona alta, con grandes bloques, algunos inestables. No puedo evitar pensar que pasaría si se produce alguno de los muy habituales terremotos.
En la zona final, esquiamos sobre la fina arena y la grava.

 Aún nos queda volver a subir y bajar el pequeño volcán y remontar hasta el collado donde tenemos el campamento y nos esperan dos de los porteadores.
Llegamos a las 10:00, después de siete horas de pateo. Desayunamos algo más y recogemos el campamento.
Iniciamos la vuelta a la civilización charlando de varios temas.
Aprovecho para seguir preguntando al guía por su cultura, de la que se siente muy orgulloso.
Le pregunto por sus chamanes y me dice que si los tienen y que se ocupan entre otras cosas, de embalsamar a sus muertos, que para ellos no están muertos si no en un paraíso junto a los vivos.
Nos habla de que cuando nace un hijo entierran la placenta y el cordón umbilical junto al lado Este de la casa, para asegurar la relación de ese niño con la casa.


Luego pregunto por sus mujeres, si hay o había poligamia antes de la llegada del cristianismo. Me dice que no que las mujeres y los hombres son iguales, todo en equilibrio. Que en las representaciones de madera que hacen en sus casas, todo es igual entre hombres y mujeres, tampoco hay matrimonios concertados según parece.

Lo pinta bien pero aparece una contradicción, cuando nos dicen que tienen tres castas. Comenta que conviven bien pero visten diferentes y se comportan diferente. No entiendo bien todo lo que me dice, pero los de clase baja no pueden hacerse casas como los de alta o tener búfalos...
Le preguntamos que casta es la suya y se ríe y no responde, pero creo que la suya es la noble.
Charlando llegamos a la cabaña que sirve de control de acceso a la montaña, donde firmas y te registras rodeado de gallinas y perros.


Poco después alcanzamos el coche en la cota 800 y nos despedimos de los tres jóvenes porteadores, que nos han acompañado y se vuelven en sus escúter.
Nos llevan a una gran caldera de un antiguo volcán, que ahora es un lago de agua dulce, donde proliferan las aldeas de pescadores y las granjas de peces.
Por el camino me llaman la atención los cementerios en forma de múltiples  panteones agrupados y decorados, pero también veo panteones solitarios, a la orilla de la carretera, en medio de un campo.
Comemos en un restaurante sobre pilotes a la orilla del lago, que por supuesto tiene rico pescado, el inevitable arroz pero otras cosas con piña frita, verduras salteadas y algo que pica a rabiar. Lo del arroz a todas horas, tiene la ventaja de que vas poco a hacer tus cosas, pero espero que no demasiado poco..

Para terminar el día, visitamos un pequeño lago, con fuentes sulfurosas muy espectaculares donde el agua y el lodo hirviendo salen por varios sitios y toma multitud de colores, del azufre y otros minerales. Es francamente bonito.



Volvemos al hotel a por un merecido descanso y la cerveza de rigor.

En nuestro quinto día en  la isla toca jornada de vida animal, para lo que nos desplazamos al parque de Tongkoko.
Es un contraste el viaje, ya que pasamos por una gran mina de oro, que explotan los australianos. Con su enorme socavón y las montañas de grava, que preceden a la entrada del parque nacional. Antes pasamos por extensas plantaciones de palmeras.
Llegamos al parque y nos presentan al guía que nos acompañará y nos mostrará los distintos animales.
Pronto nuestro guía con un ojo increíble empieza a localizar animales, como una especie de marsupial nocturno de ojos grandes que ahora sestea en la copa de los árboles a más de 30 m de altura, es el Cuscus.

Más adelante vemos algún lagarto y finalmente llegamos, donde está retozando una colonia de macacos negros. Un auténtico espectáculo, con las crías pequeñas que no abultan más allá de un puño, hiperactivas saltando de una rama a otra, jugando y peleando. No sé inmutan con nuestra presencia e incluso un macho, se sienta delante de nosotros y empieza a masturbarse, igual es que nuestra presencia le excita no sé..

Son un grupo de unos 60 con un macho dominante, entretenido en expurgar a una hembra. Parece que viven unos 20 años, y luego se separan del grupo y desaparecen en la jungla para morir solos.
Las hembras también se alejan del grupo para parir.
Los dejamos con sus juegos y nos adentramos en la maleza, con el guía localizando animales en puntos increíbles.


Primero vemos en un hueco de un árbol, un Tarsier o Tarsius, un pequeñísimo mamífero nocturno que pasa el día oculto en huecos de los árboles.
Sus ojos brillan desde lo profundo de los agujeros y tiene una cara de oso de peluche.
Más adelante una pareja de grandes Tucanes con diversos colores están posados juntos en una rama.
Varios pájaros endémicos más, son localizados por el guía como el Martín pescador y una increíble pareja de búhos enanos, que no abultan más de un puño.


Otro Tarsier es sorprendido en su cubil y podemos observar más pájaros.
De vuelta al parking nos encontramos con un grupo de indonesios que observa a los macacos  y resulta que con ellos está Owen, uno de nuestros guías de kayak de los días pasados y que está de vacaciones con amigos.
Mientras hablamos, él que trae una bandolera con la cremallera abierta, en la que asoma una bolsa roja de patatas o similar, se acerca insolente uno de los macacos, va directo a Owen, trepa por su cuerpo, coge la bolsa, tira, la saca del bolsillo y sale corriendo para subirse a un árbol a comérsela. Todos nos quedamos anonadados con el descaro y la agilidad del macaco, que está claro no es la primera vez que lo hace.


Con este momento tan curioso, terminamos la visita, despidiéndonos del guía que lo ha hecho fenomenal.

 Unos días después, llegamos a un hotel junto al mar algo al norte de Manado.
Después de desayunar, tomamos un bote que nos lleva a la isla de Buna ken, que es un parque nacional habitado, famoso por sus buceos, de hecho el hotel tiene un centro de buceo.

Cruzamos en media hora de navegación y paramos en un primer lugar junto a la costa, donde nos ponemos las gafas, las aletas y entramos en el agua súper cálida, está a 29 grd.
El panorama es guapísimo, con bancos de peces de todos los colores, y praderas de coral igualmente coloridas.







Subimos al barco y nos desplazamos a otro punto de la costa, donde hay más barcos con buceadores. Repetimos la operación y nada más entrar en el agua, una tortuga nos saluda, se pasea delante de nosotros y sube a respirar. Más adelante, aparecen otras nadando o posadas en el fondo.

La corriente es fuerte y nos arrastra, paseándonos por el coral y aumentando la sensación de ingravidez, que transmite una impresión de paz y calma.
Salimos del agua y el barco nos lleva a la aldea, para comer en la casa particular del patrón. Previamente mientras ellos preparan el fuego, nosotros damos un paseo por el pueblo, con bonitas casa bajas y algo de jardín.

Los panteones con tumbas junto a las casas, me llaman la atención. Hay un monumento a los buceadores en el espigón, dando ideas de la importancia del turismo de buceo en esta zona.

Volvemos a la casa del patrón y ya tienen el pescado en la parrilla de cáscaras de coco. Poco después, está lista la comida que tomamos en medio de un callejón, sentados en unos bancos, pero que incluye varios pescados, verduras, arroz, mango y unos pastelitos con  cacahuetes y una copita de un licor de palma, con especias varias, en una botella de Chivas de 12 años. Está rico todo.

Nos despedimos de la mujer y volvemos al barco, para el último buceo del día, que resulta igual de colorido, incluyendo un pez roca o León venenoso.
Terminamos los buceos y volvemos al hotel, para una buena ducha y lavar algo de ropa, a ver si se seca para mañana que tenemos el avión a Termate.