Archipiélago de Las Molucas
Hoy hemos quedado a las 9 con el chófer, y después de las fotos
de rigor con los empleados del hotel, cosa que aquí parece habitual y les
encanta, como si fuéramos trofeos de caza. Nos ha llevado hasta el aeropuerto,
donde nos hemos despedido de él, que nos dice que es un freelance también.
El viaje es en turbohélice y va completamente lleno de chinos, que no hablan
otra cosa que chino. Luego nos enteramos que van a trabajar a una mina de
estaño, que explota una compañía china.
Finalmente llega el equipaje y nos recoge nuestro guía local que habla un
inglés autóctono, lo que para mí es bueno ya que le entiendo bastante.
Nos lleva primero a un centro comercial a comer, que para ser eso no está mal
la comida.
Termate es una cuidad bulliciosa con mucho tráfico y un aspecto en general moderno. Se nota que esto es un sultanato y ya se ven más mujeres con la cabeza cubierta y varias mezquitas.
El guía nos cuenta que los chinos son bastante odiados por cargarse el bosque y
ser arrogantes y racistas, parece que los indígenas han matado a algún minero
chino.
Luego vamos al hotel en el centro, que está bien.
Dejamos las cosas y vamos a dar una vuelta por el mercado, que está lleno de
puestos de todo tipo. Somos la atracción y todo el mundo sobre todo los niños
nos llaman Mister. Algunos para que compremos y otros por qué les llamamos la
atención.
Una niña muy pequeña de unos 8 años como mucho, me coge la mano y me enseña un
móvil que lleva y me dice que si puede hacerse una foto conmigo, cosa que hace
una amiga igual de pequeña. Me despido de ella y me da las gracias.
Los niños hablan un poco de inglés pero muy poco, los mayores casi nada creo.
Cruzar la calle es una aventura con cientos de motos que pasan sin parar.
Llegamos a un almacén al por mayor de especias y mientras miramos por allí un
chico nos ayuda en inglés, y nos explica que es cada saco.
Cuando pregunta de donde somos y le dicen que hay un español, se emociona y
dice que lleva tres años estudiando y que tiene amigo escritor español. Habla
bastante bien y charlo un poco con él de nuestro viaje. Me despido y se le ve feliz.
Todos conocen aquí al Real Madrid y al Barcelona, aunque me duela hay que
admitir que el fútbol es un idioma internacional.
Volvemos al hotel para la ducha y luego a cenar,. El guía nos lleva a un
garito, en medio de la calle, poco más que una tejavana, donde podemos hacernos
un combinado, eligiendo entre varios tipos de pescado, pollo y el inevitable
arroz.
Mientras como, tengo varios gatos en los pies pidiendo comida, sobre todo uno
que se sube a mis piernas me mira y pide insistentemente.
Se comen todas las sobras del pescado.
Al día siguiente, salimos del hotel sobre las 9 de la mañana y nos dirigimos al puerto, donde pensamos embarcar en uno de los numerosos botes rápidos que se dirigen a la isla de Halmahera, una de las más grandes y donde se sitúan los dos volcanes que tenemos previsto ver.
En el puerto hay bastante gente y las lanchas van saliendo según se llenan, sin
horario definido.
Allí continúa la curiosa expectación que ayer levantamos entre los locales, a
los que les encanta hacerse fotos con nosotros. Incluso una madre joven le pasa
su niña muy pequeña a Patrick, para hacerle una foto con él. No sé si ya estaremos
en todos los Facebook del país, es posible, solo falta que nos den cacahuetes..
Nos toca esperar hora y media pero al fin tomamos un bote ruidoso, que en otra
hora nos deja en el puerto de Jailolo.
Allí nos espera un vehículo desvencijado y sin matrícula trasera, que ata los
bolsos grandes al techo con cuerdas y nos mete a todos dentro un poco
apretados. El chófer debe de ser el primo del guía. De hecho hoy se inicia una
especie de tour, por las casas de la familia del guía.
En el puerto un viejo desdentado y que chapurrea algo de inglés, nos interroga,
luego baila con Erick y quiere hacerlo con Sandrine que sale huyendo.
Iniciamos la ruta esquivando montones de triciclos, es decir una moto que la
rueda de adelante, está sustituida por un eje con dos ruedas y unos asientos,
TuTuc.
La carretera está rodeada de cocoteros y de hecho hacemos una parada, en casa
de una hermana del guía, y donde un primo nos hace una exhibición, de subida a
cocoteros y tirar cocos. Luego los abren, hacen unas pajitas con unas yerbas
del lugar y bebemos el rico agua de su interior y comemos la pulpa blanca.
Nos despedimos de la familia, y continuamos la ruta hacia el volcán Ibu, pero
como está en erupción y hay alerta solo podremos verlo de muy lejos.
Paramos en un pequeño local junto a la carretera y comemos por unos 2'5 €,
arroz claro, pero está bueno.
Seguimos camino y volvemos a parar en un mercado para comprar pescado y
verduras.
Estos mercados siempre sorprenden a los foráneos.
Por fin llegamos al destino, que no es otro que la casa de otra hermana del
guía.
Allí nos invitan a comer una pasta de coco y nos hacen otro montón de fotos.
Me asombra ver pasar constantemente motocicletas, con los padres y uno o varios
hijos entre ellos, algunos casi recién nacidos. Por supuesto sin casco ni nada.
Dejamos las bolsas grandes en la casa y con las mochilas y dos porteadores que
tienen pinta de ser sobrinos del guía. Hacemos una “dura marcha” de 20 minutos,
hasta el lugar donde pasaremos la noche, a la espera de que las nubes se
levanten y podamos ver las luces rojas de la erupción del Ibu. La temperatura
hoy ha llegado a los 36 grd. y a las cinco de la tarde es de 33, lo que nos
hace sudar a tope.
Una vez montado todo nos sentamos y miramos el volcán esperando que las nubes
se retiren y podamos ver la erupción. De momento eso pasa al menos una vez y
vemos un alto penacho que asciende desde la cumbre y sobresale de las nubes..
La idea era ver alguna erupción nocturna que nos mostrará la lava ardiente en
la cumbre.
Pero no hay mucho que ver, así que dormimos como podemos en las tiendas sin
esterilla.
El amanecer si es bastante bonito, ya que la colina domina un bosque de
cocoteros y al fondo está el volcán. Tomamos café y seguimos contemplando
las erupciones periódicas del monstruo, luego desayunamos y sobre las 9
desmontamos el campamento y nos vamos.
Bajamos al pueblo y de nuevo en la casa de la hermana del guía, nos cambiamos
de ropa y recogemos nuestros sacos.
Despedida y múltiples fotos de rigor, antes de montar en el Toyota.
Tomamos la carretera pero pronto paramos, para entrar en un bosque y llegar
hasta un caudaloso río, con pequeñas cascadas en una zona encañonada, es un
bonito lugar y un refrescante baño.
La ruta sigue con zonas completamente atrasadas, donde increíblemente el Toyota
que no es 4x4, pasa sin problema con 6 personas y los bultos.
Otra parada para hacer fotos a un enorme árbol, de la familia de los
ficus y con varias decenas de metros de altura.
Llegamos a un río, sin puente y lo cruzamos por un vado, donde hay varios niños
bañándose y jugando. Nuestro hábil conductor pasa por el agua y remonta la
fuerte pendiente del otro lado sin problema. Pero hay otro vehículo atascado
que no sube. Nuestro chofer se baja toma el volante y tras varios intentos
consigue hacer subir el coche. Seguimos la ruta.
Paramos en un garito a comer, por supuesto arroz con cosas, y seguimos la ruta ahora por una zona llena de baches, que vamos esquivando como podemos.
Finalmente después de varias horas de tortura, llenamos a Tobelo, nuestro
destino. El hotel es bastante justito, pero estamos mal acostumbrados.
Al día siguiente de relax en la ciudad, después de desayunar vamos al
mercado local, montados en los Tu Tuc, y pasamos mucho calor,
el edificio está lleno de puestos coloridos y con las motos entrando y saliendo
de él entre la gente.
Compramos fruta y alguna cosa más como arroz cocido, envuelto en hojas y vamos
al puerto, donde tomamos un barco, que nos lleva en 20' a una pequeña isla
deshabitada.
Desembarcamos y vamos a hacer snorkel, desde la playa de arena revuelta por las
olas. La zona tiene bonitos corales y peces.
Sobre las 13:00 vuelve la barca y volvemos a la ciudad y al hotel.
El próximo día salimos del hotel sobre las 9:30 montados en un sorprendente
artefacto. Se trata de una motocicleta de gran cilindrada, cuya rueda trasera
se ha sustituido por un eje sobre el que se ha situado una caja de remolque,
con dos tablas atravesadas que hacen de asientos.
Allí nos subimos 5 clientes, el conductor, varias mochilas y cajas de comida,
seguro que supera los 500 kg.. el triciclo avanza por las carreteras hacia el
este del volcán Dukono que es nuestro objetivo de estos días.
Luego se sale de la carretera y toma un camino de tierra del ancho de las
ruedas y lleno de baches, surcos y barro. Estamos avanzando por inmensas
plantaciones de cocoteros, a cuyos cultivadores encontramos a cada paso
afanados en varias tareas.
En un punto varios árboles cortados cortan el camino, pero pronto son troceados
y queda franco el paso.
Es increíble por los sitios donde pasa el triciclo, aunque en un punto tenemos
que bajarnos y empujar un poco.
Nuestros cuerpos luchan con el traqueteo que es agotador. Por fin tras unas 2
h. de botes, llegamos al final donde nos esperan los porteadores.
Cargamos los bultos e iniciamos la marcha, primero por las plantaciones,
saludando a los agricultores que vamos encontrando, en pequeñas cabañas de
madera, bambú y toldos, donde acumulan los cocos, los abren y separan la pulpa
de la cáscara.
Luego seguimos por un camino en la jungla, entre bambús y altas hierbas,
cruzamos algunos arroyos secos y comemos en una cabaña, donde tienen un curioso
alambique, para sacar el alcohol local de palma.
Debajo de la cocina que sirve para calentar el material y que ahora está
apagada, acampa un pequeño gato a calor de las cenizas.
Le damos las sobras del pescado de la comida, acompañado de arroz.
Tras unas 3 horas de marcha tranquila, salimos de la jungla y llegamos a un río
seco excavado en la lava.
El paisaje ahora es de altas hierbas, las nubes y una ligera lluvia nos impiden
ver el volcán, pero le oímos con fuertes truenos cada media hora más o menos.
Un poco más y llegamos a la cota 960, donde montamos el campamento en unos
campos de arena de volcán. Allí ya hay unas tiendas de unos turistas locales
que parecen ser asiduos de este volcán.
Nos cae una lluvia de ceniza que lo impregna todo con su polvo negro.
Cenamos arroz y… y a dormir, con los ruidos de las
explosiones del volcán, que a veces mueven la tela de la tienda.
Nos levantamos al amanecer y tomamos un café, para enseguida
ascender hasta una zona a unos 200 m. del cráter del volcán, donde las
explosiones se notan más y es posible ver grandes bloques como coches, salir
volando del cráter y aterrizar en las laderas.
No podemos acercarnos más y bajamos al campamento para desayunar, recoger las cosas y bajar.
El camino de regreso nos deja cubiertos de ceniza, que impregna todas las plantas, solo los plásticos, que hay tirados por todas partes, no encajan en este ambiente salvaje. Recogemos algunos para bajarlos aunque no sé donde terminaran, supongo que en algún rincón.
Nos recoge de nuevo el triciclo y de nuevo botamos en lo baches, mientras saludamos a los locales al pasar. Una parada para recoger unos cocos y beber su rico agua y calmar la sed.
Llegamos al hotel para la ansiada ducha y descansar para el
largo viaje que nos espera al día siguiente, con más de cuatro horas de coche,
para tomar un barco y volver a Termate.
El punto final de esta historia son más de 40 horas de viaje
en aviones y aeropuertos, pero todo a valido la pena..