Archipiélago de Sulawesi
Un corto vuelo y llegábamos a la ciudad de Manado en el archipiélago
de Sulawesi, donde nos recogía un guía local, que hablaba francés. Este hombre
resultó ser una buena fuente de las tradiciones y costumbres locales.
Tomamos una carretera de montaña que nos lleva a un pueblo
en la cota 800, Tomohon, lo que nos evita parte del calor y los mosquitos. El
hotel resulta bastante lujoso para lo que estábamos acostumbrados. Cenamos en
un restaurante del pueblo y por la noche llueve bastante.
A la salida pasamos junto a un grupo de gallos de pelea, que parece también se venden.
El coche nos deja al inicio de una pista, que pronto conduce
a un barranco excavado sobre la lava del volcán, por el que ascendemos, para
llegar a una zona ya sin vegetación y con el volcán a la vista.
Comienza a llover ligeramente mientras ascendemos las rampas
de cenizas y piedras volcánicas, hasta llegar al cráter del volcán, que entro
en erupción en 2005.
Recorremos parte del perímetro del volcán y descendemos un
poco dentro del cráter, que solo muestra en su fondo unas fumarolas.
Bajamos del volcán y visitamos una zona de arrozales, con
sus estanques inundados.
Nos llevan a una pequeña
cabaña, rodeada de estanques con flores flotantes y carpas nadando. Resulta ser
un restaurante de un vecino local que es una maravilla, el entorno es genial y
la comida estupenda, con pollo en varias formas, carpas a la parrilla, verduras
locales, arroz y frutas..
También hay un orujo de bambú que está bueno aunque fuerte.
Nos habla de las tradiciones de su pueblo. Todo muy interesante.
Cuando terminamos, nos despedimos de la familia donde hemos comido y damos un
paseo entre los arrozales.
Nuestro segundo día en Sulawesi, ha llovido toda la noche y
continúa por la mañana, así que hay una variación de planes.
La visita matutina a un pequeño volcán se sustituye por ver el centro de
control de volcanes de la zona.
Es interesante y la persona que lo gestiona nos muestra los equipos y
pantallas, donde llegan las imágenes de las cámaras y sismógrafos de varios
volcanes. Nos explica varias cosas y hablamos de la historia de las erupciones
en la zona.
La marcha hasta el campamento es suave y bonita, con unos 300 m de desnivel a través de bosque, río y matorral con alguna planta carnívora.
Por fin salimos del bosque y tenemos la primera vista del volcán unos 500 m. más arriba.
Un rato después llegamos a un claro con vistas al volcán, donde plantamos las
tiendas y un toldo para poder cenar. Ya que de nuevo llueve un poco.
Hoy he hablado con el guía de sus creencias animistas y ha sido muy
interesante. Es una persona culta y muy respetuosa con las culturas antiguas de
su pueblo.
Me habla del animismo su respeto por la naturaleza y los antepasados.
Del paraíso al que todos van, aunque dependiendo del comportamiento es más
directo o no tanto.
Tiene varios búfalos a los que lava y peina cada día ya que son sagrados y
ayudan a conducir a los muertos al paraíso y creo que también a la tumba.
Me habla de que su tribu no tiene escritura, pero si tradición oral y de las
tallas de madera que hacen en sus casas tribales, que cuentan la historia de
sus familias y tribu.
Me dice que es importante que los jóvenes tengan conciencia de preservar las
tradiciones y seguir contando su historia oral, pero que actualmente resulta
más difícil, sobre todo en las zonas musulmanas.
Curiosamente el es protestante y animista a la vez. Está zona está llena de
iglesias protestantes.
Cenamos un poco de
arroz con pollo debajo de un toldo y nos metemos en las tiendas a dormir sobre
las siete de la tarde. Pero no hay sacos de dormir y a 1400 m. hace fresco, me
tapo como puedo con el chubasquero y poco más. La esterilla es fina y el suelo
duro, pero consigo dormir bastante hasta las 3:30, que nos despiertan para
tomar un café y comenzar la ascensión nocturna del volcán.
Andamos por la jungla con las frontales, bajando algunos tramos empinados,
hasta llegar a la base de uno de los volcanes, el más pequeño y antiguo, que ascendemos
con calma hasta lo que queda de su cráter que bordeamos.
Bajamos hasta el collado entre ambos volcanes. Encima, la gran mole del volcán
principal que tiene una altura de 1800 m de los que nos quedan unos 500 por ascender.
La subida es complicada por la arena y piedras sueltas y en medio de la noche, cuesta
más buscar el camino bueno.
A medio camino comienza a amanecer, con el horizonte rojizo y bancos de nubes,
es un buen espectáculo para la vista.
Finalmente después de cuatro horas de marcha, alcanzamos la cumbre o más bien
el borde del inmenso cráter con varios Km. de diámetro, con sus fumarolas y los
colores verdes del azufre y rojos de otros materiales. Solo el viento nos
incordia y perturba.
Iniciamos el descenso delicado de la zona alta, con grandes
bloques, algunos inestables. No puedo evitar pensar que pasaría si se produce
alguno de los muy habituales terremotos.
En la zona final, esquiamos sobre la fina arena y la grava.
Aún nos queda volver
a subir y bajar el pequeño volcán y remontar hasta el collado donde tenemos el
campamento y nos esperan dos de los porteadores.
Llegamos a las 10:00, después de siete horas de pateo. Desayunamos algo más y
recogemos el campamento.
Iniciamos la vuelta a la civilización charlando de varios temas.
Aprovecho para seguir preguntando al guía por su cultura, de la que se siente
muy orgulloso.
Le pregunto por sus chamanes y me dice que si los tienen y que se ocupan entre
otras cosas, de embalsamar a sus muertos, que para ellos no están muertos si no
en un paraíso junto a los vivos.
Nos habla de que cuando nace un hijo entierran la placenta y el cordón
umbilical junto al lado Este de la casa, para asegurar la relación de ese niño
con la casa.
Luego pregunto por sus mujeres, si hay o había poligamia antes de la llegada
del cristianismo. Me dice que no que las mujeres y los hombres son iguales,
todo en equilibrio. Que en las representaciones de madera que hacen en sus
casas, todo es igual entre hombres y mujeres, tampoco hay matrimonios
concertados según parece.
Lo pinta bien pero aparece una contradicción, cuando nos dicen que tienen tres
castas. Comenta que conviven bien pero visten diferentes y se comportan
diferente. No entiendo bien todo lo que me dice, pero los de clase baja no
pueden hacerse casas como los de alta o tener búfalos...
Le preguntamos que casta es la suya y se ríe y no responde, pero creo que la
suya es la noble.
Charlando llegamos a la cabaña que sirve de control de acceso a la montaña,
donde firmas y te registras rodeado de gallinas y perros.
Poco después alcanzamos el coche en la cota 800 y nos despedimos de los tres
jóvenes porteadores, que nos han acompañado y se vuelven en sus escúter.
Nos llevan a una gran caldera de un antiguo volcán, que ahora es un lago de
agua dulce, donde proliferan las aldeas de pescadores y las granjas de peces.
Por el camino me llaman la atención los cementerios en forma de múltiples
panteones agrupados y decorados, pero también veo panteones solitarios, a la
orilla de la carretera, en medio de un campo.
Comemos en un restaurante sobre pilotes a la orilla del lago, que por supuesto
tiene rico pescado, el inevitable arroz pero otras cosas con piña frita,
verduras salteadas y algo que pica a rabiar. Lo del arroz a todas horas, tiene
la ventaja de que vas poco a hacer tus cosas, pero espero que no demasiado
poco..
Para terminar el día, visitamos un pequeño lago, con fuentes sulfurosas muy espectaculares donde el agua y el lodo hirviendo salen por varios sitios y toma multitud de colores, del azufre y otros minerales. Es francamente bonito.
Volvemos al hotel a por un merecido descanso y la cerveza de rigor.
En nuestro quinto día en
la isla toca jornada de vida animal, para lo que nos desplazamos al
parque de Tongkoko.
Es un contraste el viaje, ya que pasamos por una gran mina de oro, que explotan
los australianos. Con su enorme socavón y las montañas de grava, que preceden a
la entrada del parque nacional. Antes pasamos por extensas plantaciones de
palmeras.
Llegamos al parque y nos presentan al guía que nos acompañará y nos mostrará
los distintos animales.
Pronto nuestro guía con un ojo increíble empieza a localizar animales, como una
especie de marsupial nocturno de ojos grandes que ahora sestea en la copa de
los árboles a más de 30 m de altura, es el Cuscus.
Son un grupo de unos 60 con un macho dominante, entretenido en expurgar a una
hembra. Parece que viven unos 20 años, y luego se separan del grupo y
desaparecen en la jungla para morir solos.
Las hembras también se alejan del grupo para parir.
Los dejamos con sus juegos y nos adentramos en la maleza, con el guía
localizando animales en puntos increíbles.
Primero vemos en un hueco de un árbol, un Tarsier o Tarsius, un pequeñísimo mamífero
nocturno que pasa el día oculto en huecos de los árboles.
Sus ojos brillan desde lo profundo de los agujeros y tiene una cara de oso de
peluche.
Más adelante una pareja de grandes Tucanes con diversos colores están posados
juntos en una rama.
Varios pájaros endémicos más, son localizados por el guía como el Martín
pescador y una increíble pareja de búhos enanos, que no abultan más de un puño.
Otro Tarsier es sorprendido en su cubil y podemos observar más pájaros.
De vuelta al parking nos encontramos con un grupo de indonesios que observa a los
macacos y resulta que con ellos está Owen, uno de nuestros guías de kayak
de los días pasados y que está de vacaciones con amigos.
Mientras hablamos, él que trae una bandolera con la cremallera abierta, en la
que asoma una bolsa roja de patatas o similar, se acerca insolente uno de los
macacos, va directo a Owen, trepa por su cuerpo, coge la bolsa, tira, la saca
del bolsillo y sale corriendo para subirse a un árbol a comérsela. Todos nos
quedamos anonadados con el descaro y la agilidad del macaco, que está claro no
es la primera vez que lo hace.
Con este momento tan curioso, terminamos la visita, despidiéndonos del guía que
lo ha hecho fenomenal.
Unos días después,
llegamos a un hotel junto al mar algo al norte de Manado.
Después de desayunar, tomamos un bote que nos lleva a la isla de Buna ken, que
es un parque nacional habitado, famoso por sus buceos, de hecho el hotel tiene
un centro de buceo.
Cruzamos en media hora de navegación y paramos en un primer lugar junto a la
costa, donde nos ponemos las gafas, las aletas y entramos en el agua súper
cálida, está a 29 grd.
El panorama es guapísimo, con bancos de peces de todos los colores, y praderas
de coral igualmente coloridas.
La corriente es fuerte y nos arrastra, paseándonos por el coral y aumentando la
sensación de ingravidez, que transmite una impresión de paz y calma.
Salimos del agua y el barco nos lleva a la aldea, para comer en la casa
particular del patrón. Previamente mientras ellos preparan el fuego, nosotros
damos un paseo por el pueblo, con bonitas casa bajas y algo de jardín.
Volvemos a la casa del patrón y ya tienen el pescado en la parrilla de cáscaras
de coco. Poco después, está lista la comida que tomamos en medio de un callejón,
sentados en unos bancos, pero que incluye varios pescados, verduras, arroz,
mango y unos pastelitos con cacahuetes y una copita de un licor de palma,
con especias varias, en una botella de Chivas de 12 años. Está rico todo.
Nos despedimos de la mujer y volvemos al barco, para el último buceo del día,
que resulta igual de colorido, incluyendo un pez roca o León venenoso.
Terminamos los buceos y volvemos al hotel, para una buena ducha y lavar algo de
ropa, a ver si se seca para mañana que tenemos el avión a Termate.
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