20/09/25
Pues llega el sábado y solo estamos cinco.
- ¿Y el champán? Si os dije que trajerais.
- Ya, como cuando íbamos a unir el Morterón de Cellagua, ¿no?
- Claro. Y unimos.
- Sí. 8 años después del día que llevaste el champán. Y nos lo bebimos. Y estaba malo. Y acabamos con diarrea, gilipollas.
- Joer, si solo nos centramos en lo negativo…
Así que tras un café donde Willy (que nos sugiere hacer desaparecer a algún cliente molesto en alguna torca; no concretamos precio, lo dejamos para otro día), vamos para Astrana. Descargamos las mochilas del maletero, y para arriba. Los demás van muy rápido; no sé si es por la motivación o para no oírme el enésimo sermón sobre las virtudes de las prospecciones…
Continuamos hacia el meollo, revisando otra galería muy peculiar, pues parece ser ascendente, pero con dirección Sur, algo que rompe la tónica de toda esta zona. Un sifón interrumpe la galería, y no parece que vayamos a ir muy lejos por ahí.
De vuelta en la gran sala, nos dirigimos al pozo. Zape se ha quedado sin cuerda (cómo le gustan las combas largas) y le acercamos las que llevamos. El pozo baja más de los 40 que le calculamos el otro día (unos 65), y es mucho más amplio.
- - Joder, esto no parece la Maza. La chimenea por la que pasamos camino a la punta es más pequeña.
- - Buffff...
Nuestra confianza cae varios enteros: yo ya me veo arrastrándome hacia el sur por kilómetros de laminadores estrechos sobre arenisca, y Gelo ve una estrechez en la que se acabará la exploración. Además, Zape -manirroto que es- dice que andamos justos de cuerdas. A que nos tenemos que salir, cagonlaputa. Finalmente apura, y con un pequeño roce baja la última tirada de unos 15 metros, hasta la base…
- - ¡Veo cuerdas! ¡¡Unimos!!
Menos mal. Ahora sí. Ahora ya me puedo poner MUY pesado. Sermón 317 sobre las virtudes de la prospección en camino. Non stop.
Para tenerme callado un rato, deciden comer en la base de la chimenea, que ciertamente es muy amplia (será que el otro día íbamos ya tostados por acá y no mirábamos más que la punta de las botas). Comemos en un rato, y decidimos ir hasta la punta norte de la Maza, aprovechando para dejar bien alguna zona un poco precaria de la instalación.
De mientras, me he ido por una galería pequeña, arenosa, que se retuerce continuamente. Veo restos de excrementos de animales, y lo que parece ser una cola (de ardilla o de lirón). El aire es evidente. Llego hasta un lugar en el que la arena casi colmata la galería; boca abajo, consigo meter la cabeza y veo que sigue: el aire viene de aquí.
Vuelvo para atrás, y Marta se viene conmigo. Ella revisa otras estrecheces laterales, mientras yo quito arena. Al de un rato, logro pasar. Una rampa ascendente me deja en una pequeña salita, en la que el aire parece dividirse: una parte va hacia arriba (luego lo comprueba Marta echando talco), y otra parte se va entre bloques. Tras los bloques comienza una galería de pequeñas dimensiones. La sigo un rato (unos 80 metros), pero ya es tarde, por lo que dejo un jito y me doy la vuelta.
Nos encontramos con Gelo, que ha comenzado a topografiar esta parte. Dada la hora, decidimos dejarlo para otro día, y vamos poco a poco hacia la calle.
Marta aprovecha para sacar unas cuantas fotos en el pozo de 65; aunque nos tiene un buen rato haciendo el indio, la espera merece la pena (no hay más que ver las fotos). Finalmente, pasadas las diez de la noche, salimos a la calle…lloviendo (cómo no).
Ahora sí. Ahora exijo parabienes, loas, alabanzas, algún sacrificio humano (un niño estaría bien; de 1º de la ESO, preferiblemente). Gelo me da una gominola. Bueno, también me vale…
De camino al coche vamos haciendo cábalas sobre dónde pueden ir las nuevas galerías. Ciertamente, no tienen una pinta espectacular. Pero la corriente de aire es fuerte, y mientras hay torca, hay esperanza. Por de pronto, hemos logrado la entrada número 23 (creo) del Sistema del Mortillano, que ya supera los 147 kilómetros. Menos da una piedra (caliza).
Fotos galerías: Gelo.
Fotos pozo: Marta Candel.
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