Aprovechando
las vacaciones de diciembre (bueno, los que las tenemos), optamos por
acercarnos a la zona que se encuentra encima de las nuevas galerías que hemos
descubierto en Rubicera. Por una vez, la zona de prospección se encuentra
relativamente cerca del coche, y es bastante cómoda de transitar (que les den a
los arriscados lapiaces esos). Aunque se trata de una zona que está
parcialmente mirada, pues siempre salen cosas nuevas…
Así
que el día 27 nos dirigimos allá Cristina,
Jesus, Jose y yo, y aprovechamos para bajar un par de simas que hacía un
año habían quedado a medias. La primera (FI-48) resultó ser un simple pozo de 8
que se cerraba sin más. La segunda (FI-54), ya mirada por encima, nos
sorprendió (des)agradablemente con una gatera que había pasado desapercibida la
vez anterior. Tras unas cuantas contorsiones, pasamos, y unos metros más abajo
cogemos un pequeño hilo de agua que se arrastra por un estrato margoso, hasta
que al de unos 50 metros el agua se mete por un estrecho agujero, y el aire se
pierde. Convenientemente empapados, salimos a la calle donde comienza a hacer
fresco. Se sitúan algunos agujeros más (algunos requieren desobstrucción), y
para casa, a tripear turrón.
El
día siguiente volveremos un par (no tenemos mucha imaginación, la verdad), y
encontramos una pequeña cueva (FK-8) que al de 10 metros da a un pozo-rampa.
Como hemos venido “de flai”, pues lo dejamos para otro día. Situamos un par de
bocas más (con poca pinta, la verdad), y miramos otra cueva (FK-9) situada
justo en la vertical de las nuevas galerías, a apenas 80 metros por encima).
Además de no haber nada (todo se colapsa), salir me cuesta un triunfo, pues en
el punto más estrecho un bloque se mueve y complica aún más las cosas… De
bajada, situamos la famosa Sima de la Maza, unida por la SEII al Sistema del
Mortillano hace unos años, y cuyas coordenadas aparecen mal en todas las
publicaciones (¿?).
Al
día siguiente, ante el fracaso de la proyectada expedición a Rubicera
(disidentes, que dirían los del Frente Popular de Judea), volvemos Cristina, Olarra, Cardín y
yo a revisar la cueva del día anterior, entre un viento sur huracanado. La
cueva, con marcas de haber sido visitada previamente, consta de una gatera de
entrada, un pozo-rampa de unos 6 metros, y otro pozo de 8, donde se cierra; sin
bajarlo, una pequeña salita se colmata. Olarra realizada una escalada en libre
de unos 10 metros, buscando una continuación, pero sin éxito. A pesar de que se
encuentra muy rellana, las dimensiones del conducto muestran que no se trata de una mera fisura
del lapiaz. De salida, y entre ráfagas de viento, miramos otra de las grietas
miradas el día anterior, situada en un sumidero fósil, que resulta ser nada
(FK-7).
Como
terapia previa a las tripadas que asoman por el horizonte, otra jornada de
prospección subiendo por el regato que se cruza de camino al Mortero. Situamos
varias bocas, y entramos en varias de ellas, la mayoría de las mismas carecen
de cualquier interés (bueno, salvo para los especialistas en arañas gigantes).
Una bonita (y cómoda, que alguna vez tocaba) forma de acabar el año
espeleológico…
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