domingo, 20 de enero de 2013

El retorno del Yeti

Parece que mi rodilla ha superado los test iniciales en el monte, por lo que decido ir mi primer día de cuevas en cuatro meses. Pero en este club no hay oferta de actividades suaves para recuperar el ritmo, así que me apunto a la salida prevista a las nuevas galerías de Rubicera, que tiene toda la pinta de ser una maratón y con pronóstico de nevadas. El inicio no es prometedor, con un montón de buitres rodeándonos, no estando claro si andan tras de nosotros o de un caballo muerto...
Somos un grupo numeroso ya que a los Pedros, Moi y Cardin se han sumado Marta, Zape y Teio; ascendemos abrigados porque, aunque no llueve, ya hace bastante rasca. Al llegar a las terrazas de la boca vemos que la quema que han realizado en las laderas del Ason ha llegado allí y todo esta quemado. Nos cambiamos y sobre las 11:45 estamos entrado en la cueva; debo de dar mucha “pena”, por que todo el mundo se ofrece a llevarme cosas. Qué mala es la vejez...

Teio no ha estado nunca en Rubicera y creo que le han engañado con lo de que es bonita, grande y todo eso... Pero parece que no le han hablado de las gateras y demás entretenimientos que tiene el camino, donde se sudan todos los excesos de las navidades. La caravana sale de las gateras, atraviesa el cañón roto y llega a la gran galería en cuyo extremo norte está el gran pozo que lleva a los niveles inferiores en exploración.


Intento acordarme de cómo se usa el rapelador, mientras veo las luces moverse bastante más abajo, donde unas rampas de bloques conducen a un pequeño paso y a una salita donde nos reagrupamos y comemos. Las puyas caen a diestro y siniestro, creo que debe de ser algún tipo de terapia para aliviar la incapacidad de meterse con el terreno...

Hacemos tres grupos, tras un “detenido” análisis de las actividades previstas, teniendo en cuanta “todos “ los factores y las capacidades de los miembros de la expedición. Vamos, que cada uno hace lo que le da la gana, y se va donde quiere. Como los topógrafos siempre escasean, me voy con Wichi y Marta a la zona de punta, donde un pozo espera para ser instalado.

Bajamos por el bonito río pasando de un lado a otro y rodeando algunas marmitas con pasamanos y cuerdas. La galería coge tamaño con salas arenosas y gours. Un aporte llega desde la derecha y aumenta el caudal. Llegamos a una gran sala casi en su techo y descendemos por las cuerdas entre inestables escombros y rampas barrosas; esta claro que la instalación de este tramo precisa mejoras si vamos a pasar mucho por aquí.

La sala es muy grande y el río cae por la izquierda, saliendo de una fina fisura y corriendo sobre bloques y rampas de piedras areniscas; algunos bloques areniscos son de gran tamaño y bajo ellos se pierde el agua en una importante vertical. El final de la rampa es un pozo de unos 40 metros que puso fin a la última salida. Wichi lo ataca con una pasamanos y varios fraccionamientos, y Marta y yo le seguimos topografiando hasta una nueva rampa de bloques de unos 30 metros. Por la izquierda un ábside recibe del techo el río que perdimos antes y de nuevo se pierde entre bloques a un lado y otro de la galería. Tres pozos juntos y pegados a la pared sur tienen pinta de ir al mismo lado. Se instala el primero de 20 metros, y en su fondo de nuevo llega el agua, pero se estrecha. Aunque se puede pasar y se ensancha más tarde, decidimos probar con otro de los pozos, por lo que se desinstala y se clava el siguiente pozo, de 10 metros.



En su fondo, hacia el norte, unos bloques traen entre ellos agua de un río, que debe de ser de los anteriores (pero habrá que ver). Hacia el sur se clava la cabecera de una rampa que nos deja en una vertical de un pozo que suena grande, de unos 50 ó 60 metros. Es hora de volver,pues son las 19:30 y hemos quedado con los demás a las 21:30 y ya no llegamos. De subida cambiamos alguna cosa de la instalación. Llegamos cansados a la cita donde nos están esperando comiendo y de siesta...
A estas alturas mi físico protesta y dice que lo estoy puteando después de tantos días de no hacer cuevas. Una merienda breve y ascendemos sobre las 22:30, hay cola en la base del gran pozo y cuando me acerco a la cuerda un grito de piedra y me pego a la pared, justo a tiempo de evitar una piedra de mas de 5 kg. que zumba sobre mi cabeza. Bueno, si me da seguro que me deja seco, y visto lo que van a cobrar en Cantabria por los rescates, mejor morir en la cueva que en la cárcel por impago de los costes... Sólo van a poder hacer espeleo los ricos.
Subo como puedo a pesar de que los kilos de más se empeñan en tirar hacia abajo... Una vez arriba ya sólo quedan las coladas barrosas, los bloques inestables y de nuevo la gatera que sigue ahí y no ha desaparecido como yo esperaba. Sudando por todos los poros salgo de esta pista americana y de nuevo nos reagrupamos para recorrer los tramos finales de Rubicera, que aumentan la sudada y la protesta de mi cuerpo. Al llegar a los estrechos soplan como una turbina y se oye el ruido de lejos, lo que asegura que la temperatura en la calle es muy baja. Y lo es, pero además con un viento huracanado y agua nieve. Para cambiarnos nos metemos en una sala lateral ya que en la boca no hay quien pare.
Salimos a las 01:00 hacia los coches, pensando en las dos fuertes rampas que tenemos que subir y la hora larga de pateo que nos queda, pero hoy además hay que luchar con el viento que en ocasiones casi nos derriba y el aguanieve que nos da en la cara. Dejo los últimos residuos de energía en estas cuestas y mi rodilla se queja en el descenso, pero por fin llegamos a los coches. Son las 02:00 y llevamos 16 horas de actividad, lo normal para volver a la actividad .Llegamos al pueblo casi a las 03:00 y tras una despedida rápida entre escalofríos, nos vamos cada uno a su casa para caer desmayado sobre la cama... Mañana será otro día con sus dolores  y la inevitable colada que ya no recordaba llevan implícitas estas excursiones...

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