(02/05/2024)
Pues hoy toca cumpleaños (como me dice una ex-alumna que también cumple hoy: cada vez nos morimos más), y que mejor forma de celebrarlo que lejos del mundanal ruido y de la cobertura. Así que Cristina y yo nos vamos a mirar una cueva que encontramos hace unos meses (precisamente, el cumpleaños de Ana, que también venía), y que luego los jubilosos jubiletas han topografiado y mirado hasta una estrechez.
Tiro un par de piedras más y, efectivamente, parece haber un pozo relativamente amplio (aunque el eco es muy engañoso). Cae unas decenas de metros (mejor no aventuro cuántos, que luego siempre la liamos por exagerados). Hay que quitar unas cuantas piedras, pero... Además, en ese momento me doy cuenta de que la corriente de aire aspirante es muy notable. Antes apenas se notaba, pero en esta zona estrecha es muy llamativa. Está claro que habrá que volver con el resto de la troupe.
Dedico un buen rato a quitar un poco de arena, para que puedan pasar los señores grandes (AKA gordos). En ese rato el aire cambia un par de veces de dirección (lo que no suele ser buena señal, aunque el tiempo está cambiante en el exterior), pero a ratos sopla con una fuerza notable.
Finalmente salgo de la zona estrecha, y junto con Cristina revisamos otras gateras laterales (algunas se asemejan más a un parto que a una exploración, dice la Cris). Tras descartar los demás agujeros, vamos al pozo-rampa de salida y llegamos al exterior, donde nos recibe una agradable lluvia primaveral, que nos acompañará un buen rato hasta llegar a Valle. Como en los viejos tiempo, cuando éramos jóvenes y melenudos...
Fotos: Ángel García
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