jueves, 19 de septiembre de 2024

The Kids Aren´t Alright

 


20/08/24

La FV-7 se ha convertido en la reina (malvada) de este verano, y nos tiene bajo su oscuro hechizo, todo el día allá metidos. Básicamente, porque no somos mucho de playa. Y es que nuestros cuerpos están más para burkas que para bañadores (una lástima que el Caudillo no se mantuviera firme al respecto).

Así que otro días más vamos Gelo y yo a la susodicha cavidad. El último día, tras forzar Wychy un paso vertical estrecho, llegamos a la cabecera de un resalte de tres metros en el que la cavidad, por fin, parecía dar tregua y tener un tamaño más razonable, sin estar colmatado de derrubios.

La subida desde Pandillos comienza a ser ya (demasiado) familiar. Paramos en la entrada del Aspio a refrigerar motores, pero tenemos que seguir rápido, pues los mosquitos no dan tregua este año, picando a través de la ropa (doy gracias por el hecho de que Gelo está más bueno que yo, y así se entretienen con él).

Una vez en la boca, nos cambiamos (de nuevo, agobiados por los mosquitos) y entramos en la nevera. Aún no sopla muy fuerte, pero como los demás días, el aire se incrementa a lo largo del día.

Llegamos hasta la cabecera de la estrechez donde lo dejó Wychy, pero es demasiado estrecho para Gelo, así que optamos por quitar algo más de grava y bloques, dejando un paso un poco más accesible. Tras varias horas de trabajo, finalmente podemos bajar los seis o siete metros que nos separan de la cabecera del P.3. Gelo instala y desciende hasta la repisa, que parece dar paso a un meandro pozo...

 

Qué poco dura la alegría en la casa del pobre... Lo que se ve, de nuevo, es una fisura estrecha, con muchos bloques empotrados que impiden el paso. La cavidad se defiende a base de bien, no da ni un metro de tregua: hemos bajado casi cuarenta metros, y ni uno sólo hemos podido pasarlo sin tener que retirar escombro.

Suspirando, instalamos una cuerda y me cuelo por la estrecha fisura, para valorar qué se puede hacer. Logro bajar unos cinco metros; desde allí, la fisura sigue hacia abajo, de nuevo parcialmente rellena de bloques (algunos, de los que hemos tirado desde arriba). Veo que, con cuidado, se pueden utilizar algunos nichos para ir apartando bloques, pues subirlos hacia arriba implica un trabajo ímprobo.


Las siguientes horas las dedicamos a eso. Al final del día, logro pasar un poco más abajo. Aunque apenas tengo ángulo para meter la cabeza, la tónica que se ve es de lo más descorazonadora: la fisura sigue, estrecha y rellena. Al fondo, pudiera haber un pelín más de hueco a la izquierda, pero no está nada claro. Moverse aquí con las piedras que hay apartar está complicado, y la brutal corriente de aire hace que el que no esté trabajando en la punta pase mucho frío. Las tiritonas comienzan a ser algo consustancial a esta exploración.

Bastante desalentados, vamos hacia la calle. Esta cueva comienza a parecerse a la vida sentimental de un adolescente: un día parece que la cosa es muy prometedora, y al día siguiente que no tiene futuro. The kids aren´t alright, ya lo cantaban los Offspring... Pero mientras hay aire, hay esperanza. Veremos si, a la esperanza, le acompaña la motivación para trabajar en un entorno tan desagradable...

 


 

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